28. Cambio de planes
Fue extraño volverlo a ver después de tanto tiempo, sobre todo porque no recordaba haberlo conservado. Seguramente no lo hice. Yo soy un desastre para todo: jamás lo hubiera embalado con tanto mimo. Él sí. Él era cuidadoso y nunca tiraba nada.
Aunque por peso y tamaño no era lo que buscaba, no pude evitar desenvolverlo. Tampoco supe impedir que el tacto de la madera en mis manos abriera una espita por la que salieron más lágrimas. Se unieron a las que ya me desbordaban antes de subir al altillo.
Así se divierten los objetos viejos: abren diminutos agujeros en la membrana del olvido por los que se cuelan los recuerdos.
A través de la grieta que abrió el juguete, entraron sus ojos llenos de ilusión cuando, una vez terminado, me lo entregó. También sus palabras:
—Este tren es mágico, hijo. Cuando lo agarras con fuerza, y si lo deseas lo suficiente, te lleva donde quieras. Y así puedes escapar de todo; y nada puede hacerte daño.
Enjugué mis ojos, bajé la escalera y, estrechando el tren contra mi pecho, decidí dejar de buscar, al menos por ese día, la antigua pistola de mi padre.
Me gusta todo: el título, la historia, la redacción, el final… Enhorabuena.
Esperemos que ese tren, que le ha hecho recapacitar y posponer su primera intención, no pierda esa magia y olvide la otra búsqueda.
Un relato emotivo y bien contado.
Un saludo y suerte, Gabriel