111. Cambio de tonalidad
Algo similar a un maullido acompaña la danza con la que se despereza bajo las sábanas, antes de que una cabecita emerja de ellas como un periscopio. El aroma tostado a sábado por la mañana lleva a la niña en volandas hasta la cocina. Hoy es un día especial. Un festival de colores tiñe la mesa: cuenquitos con mermeladas, mantequilla cortada en dados y saltarinas rebanadas de pan tostado. Después de dar buena cuenta del festín, su padre le ayuda a elegir su atuendo: triunfa el vestido de topos naranjas que reta a las nubes que amenazan con ensombrecer la jornada. Con una mano asida a los deditos de la prometedora pianista y la otra aceptando la llamada que presagia lluvia, el padre detiene su alegre conversación y el camino hacia el auditorio. “Intentaré llegar para tu actuación, cariño. Ya eres mayor: puedes ir sola”. Enfila la pronunciada cuesta y esconde su tristeza bajo el paraguas; mira hacia atrás y ya no la ve, ni su vestido de topos naranjas ensombrecido tras doblar la esquina, ni su cabeza implorando su regreso; no la ve caminar hacia su gran día, hacia su primer triunfo, que no llegará a aplaudir ese día.
El título condensa perfectamente el trascurso de la historia: del rosa intenso al negro opaco.