66. Cambio radical
—Et voilà! ¡Lista!
La laca se evaporó, pero Sara mantenía las manos sobre sus ojos. Ya no había vuelta atrás. Había pasado decenas de veces por aquel callejón, pero jamás se había fijado en esa peluquería. En la cristalera colgaban varias fotos de chicas bellísimas, y un cartel que rezaba: “Todas se han peinado aquí”. Y ella se dejó llevar por el impulso. La peluquera le prometió resultados, y solo pidió que mantuviera los ojos cerrados hasta el final.
Apartó las manos. Estaba preciosa. El trabajo era perfecto, y se veía mucho más joven. Y, para mayor sorpresa, a la hora de pagar, la mujer le dijo que la primera vez nunca cobraba.
Se acercó a la puerta, y miró aquellas fotos. Ahora, era igual que ellas. Y solo entonces, al fijarse detalladamente, observó los ojos aterrorizados de las modelos. Sara sintió un deseo irrefrenable de huir de allí. Pero, horrorizada, notó cómo su cuerpo empequeñecía y perdía su volumen. Segundos después, cayó al suelo. Luego escuchó unos pasos, y vio, frente a ella, a la peluquera que, sonriendo, la cogió con una sola mano y la estampó contra el cristal, donde se quedaría, hermosa y aterrada, para siempre.
Una historia gótica digna de Poe. Rezuma aire de pesadilla.
Final sorprendente. Las peluquerias no son voto de mi devoción pero ahora…. puf
Suerte