96. CAMPANADAS A MUERTO
Desde nuestro barco y en la distancia era de gran belleza, brillante, reflejaba multitud de colores, era un verdadero arco iris recostado sobre el horizonte, moviéndose en armonía con las olas.
Poco a poco conforme nos acercábamos, nos llamó la atención la presencia de peces muertos y su belleza ya no era tal; además estaba aquel olor, cada vez más fétido, que penetraba en nuestras fosas nasales.
Su resplandeciente colorido cambió por un sonido seco al golpear las olas con aquella masa, era como si sonasen campanadas a muerto por las almas de los seres marinos ahogados por la falta de oxigeno al verse atrapados bajo aquel manto de inmundicia y horror.
Habíamos llegado a nuestro destino, y por mucho que lo imaginásemos nunca creeríamos que aquello sería así. Iba a ser muy difícil nuestra lucha contra ese mar de plástico que navega sobre nuestros océanos y que está acabando con su vida y al mismo tiempo con la nuestra.
Dicen los científicos que, por suerte, los mares tienen una gran capacidad de asimilación y, por decirlo así, auto limpieza. Pero somos una especie dañina, que aun consciente de los perjuicios que provoca, no cesa de maltratar una de las fuentes principales de vida, pensando en el día a día, y no en lo que dejarán a las futuras generaciones El plástico es casi indestructible, persistente como nuestra inconsciencia. Pese a todo, siempre queda algún resquicio de esperanza. Esperemos que este relato apoteósico no termine por ser cierto, las campanadas a muerto son un aviso que ya se está produciendo y que no deberíamos desoír.
Un abrazo, Javier. Suerte
Muchas gracias por tu comentario Ángel.
Las personas pensamos que la tierra, y en este caso el océano no sufre por el maltrato de toda clase al que lo sometemos, cuando queramos darnos cuenta será demasiado tarde.
Un abrazo-
Muchas gracias por tu comentario Ángel.
Las personas pensamos que la tierra, y en este caso el océano no sufre por el maltrato de toda clase al que lo sometemos, cuando queramos darnos cuenta será demasiado tarde.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo-
Me ha parecido una denuncia muy acertada, del terrible drama que sufren nuestros mares y Océanos por la codicia del hombre. El relato es para pensar…
Mucha suerte, Javier
MªJesús muchas gracias por tu comentario.
Besos MªJesús
Hola JAVIER.
Estupendo relato, denuncia incluida, sobre la desprotección a la que están sometidos nuestros océanos. La contaminación por vertidos que nos relatas, podría darse en cualquier mar y en este preciso instante.
Muy bueno. Te deseo suerte.
Ton.
Hola Ton, muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo Ton
Javier, da más miedo pensar en una mole de plástico flotando en el océano, que el más grande tiburón o ballena. Además, siento coraje al ver lo sucios e insolidarios con la Naturaleza que somos los humanos.
Me ha gustado. ¡Enhorabuena!
Un abrazo.
Gracias MªJosé por tu comentario, me alegro que te haya gustado.
Besos
Cuando la desidia humana convierte en plástico la belleza salina de la naturaleza, es que algo en nuestro comportamiento falla de una manera total.
Bien llevado el tema, la denuncia y la narrativa.
Una campana que suena a muerto y un relato con mucho acierto.
Un abrazo Javier.
Gracias por tu comentario MªBelen.
Besos.
La isla de plástico, atrayente y mortal como cantos de sirena. Este relato de ‘arco iris recostados’, de ‘mares de plástico que navegan’ sabe a destino, a un ‘nos lo hemos buscado’. Me gusta esa descripción de los bellos colores brillantes que en principio atraen al barco, exactamente igual que pasa en las estanterías de los supermercados con esos productos de colores brillantes y atrayentes que nos impulsan a comprarlos para después acabar flotando en el océano.
Muy buen relato, Javier. Enhorabuena.
Muchas gracias por tu comentario Antonio.
Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo.
Javier, acertada forma de contar una triste realidad. Suerte y saludos
Gracias por tu comentario Calamanda.
Un abrazo.
La distancia y el tiempo enturbian nuestra mirada. Creemos en la eternidad de nuestro mundo pero nosotros, sus hijos, sin duda lo destruiremos. Muy buen relato, Javier, sobre lo que miramos y no queremos ver. Abrazos.