25. CÁNDIDA Y DRAGÓNIDA
Aunque el amo aún permanecía dormido en la cama, Cándida entró en la habitación. Esas eran las instrucciones que la había dado. Abrió la ventana de par en par. La luz mostraba la danza del polvo suspendido en el aire. Limpió meticulosamente la estancia. Se asomó al vano para sacudir el polvo, y lanzó al viento las partículas luminosas, y vio cómo se arremolinaban como locas en un torbellino ascendente. Creyó notar un incomprensible revés del aire que desordenaba su melena y trastornaba su ser. Sintió frío y calor a la vez. Sobre la sábana inmaculada y blanquísima que había colgado del alfeizar se fue revelando poco a poco un dibujo oscuro. Y la caricia tierna y bondadosa de sus manos se hizo aguijón. Su piel se escamaba, los dedos le crecían desmesuradamente. Todo su cuerpo se transformó. Unas incontenibles ganas de matar le inundaban el corazón. Se desnudó completamente, tirando una a una las prendas de su uniforme de criada sobre la cama del amo. Luego, las prendió fuego. Y mientras escuchaba los gritos y el crepitar de las llamas, se envolvió en la tela de la revelación, desplegó sus alas dragónidas y levantó el vuelo.
Anda, que bonita tu historia. Me encanta. Gracias.
Felices sueños, lo mereces.