3. CANÍCULA (MARÍA JOSÉ VIZ)
Agosto. Roma. 42 grados.
Primer día. Acostumbrada como estaba al aire fresco del Norte, al pisar tierra romana noté unos sofocos que creí -absurdamente- producto de un estado premenopáusico. Sin embargo, mis pies clavándose en el asfalto me hicieron abrir los ojos a la realidad.
Segundo día. Mi vientre comenzó a inflarse, cual globo aerostástico. Me preocupó tan extraña situación, hasta que alguien me dio el diagnóstico del problema: retención de líquidos.
Tercer día. Helado de tres sabores que se desintegra al contacto con el sol. Camiseta blanca impregnada. Mal sabor de boca.
Ese mismo día. Me paso al granizado de limón, para refrescarme. Larga succión a la pajita. Cerebro congelado. Me siento morir.
Cuarto día. Descubro las magníficas iglesias romanas, en las que se está muy fresquito.
Quinto día y último. A pesar de la canícula, he podido contemplar la bella Italia: su arte, sus plazas, sus fuentes grandiosas, los múltiples vestigios de un pasado glorioso. Con orgullo puedo afirmar: YO ESTUVE ALLÍ.
Hola María. Qué vida tan sacrificada la del turista, pero qué gratificante. Mala elección la de tu protagonista el tercer día, yo hubiera elegido tartufo en la Piazza Navona, la cosa hubiera empezado a mejorar antes.
Como se nota que ya estamos empezando a pensar en la vacaciones. Un relato muy refrescante. Que tengas las mejores vacaciones de tu vida, hasta el momento. Un fuerte y viajero abrazo.
Se me olvidaron las comillas en «refrescante», a 42 grados… Ja,ja,ja
Sí, las vacaciones ya están aquí… Yo las he comenzado con una gripe molesta, pero estoy segura de que sacaré fuerzas para disfrutarlas de verdad. Gracias por comentar, amigo.
Un fuerte abrazo (y que tengas unas viajeras y divertidas vacaciones, con menos inconvenientes que los que tuvo mi personaje…).
Tal cual describes la vida del turista, especialmente el que viaja en agosto. Se te ha olvidado añadir las largas colas para poder entrar en cualquier atracción.
Interesante propuesta, me he divertido leyéndola.
Un abrazo
Gracias, Blanca. Tienes razón, achicharrarse al sol, haciendo cola para ver los maravillosos museos italianos, es una experiencia memorable, sin duda.
Un fuerte abrazo.
Hay que verlo de esa forma, como anécdotas que tiempo más tarde recordamos casi con cariño, aunque en el momento de sufrirlas no opinaramos lo mismo. Yo he padecido circunstancias similares, excepto la del estado premenopáusico ese del que hablas, así que te comprendo perfectamente. Simpático relato el que nos traes este mes, María José. Enhorabuena y suerte. Besos.
Gracias, Jesús. Es cierto que el tiempo lo suaviza todo y que los inconvenientes más desagradables se convierten en anécdotas que nos hacen reír (o sonreír, por lo menos).
Besos.
En vacaciones y de viaje de placer todo se sobrelleva bien, hasta el calor más asfixiante, recrudecido cuando la protagonista (pienso que es mujer) proviene de un país con un clima distinto, dominado por la situación geográfica del norte. Antes no sucedía tanto, pero de un tiempo a esta parte, cuando preguntamos a alguien por su viaje, o narramos el nuestro, las condiciones climatológicas tienen siempre un papel importante, que se percibe en cada fase de este relato narrado con forma de crónica diaria, en la que la sufrida turista no deja de buscar alivio por diferentes vías a la canícula que condiciona todo su peregrinaje turístico.
Un abrazo grande, María José. Suerte
Cierto, querido Ángel. Mi protagonista realiza todo un peregrinaje turístico marcado por un único deseo: huir del calor y refrescarse.
Muchas gracias y otro abrazote grande para ti.
Hola, María José, querida María José.
El viaje de un polo opuesto al otro. Del fresquito al calor insoportable que da lugar a todo tipo de trastornos reales o ficticios. Nada menos que 42 grados, muchos, demasiados, excesivos. Todo lo desgranas en una crónica de cinco días. pero el incordio de la temperatura se ve paliado con creces, anulado diría yo (he aquí el cambio del relato y la resolución del conflicto), para la protagonista ante la contemplación extasiada de la sublime belleza que le ciudad eterna atesora y que no le pasó desapercibida a nuestra turista. El final con mayúsculas me encanta y pone el broche de oro a una propuesta, la tuya, que me encanta. Y es por ello que te felicito y te envío un beso refrescante a poder ser. Que disfrutes tus «vacances» llegada la hora y no pases el calor que tu «prota», y contemples belleza por doquier.
Querido Eduardo, en esta ocasión he querido sacarle un poco de «hierro» a los inconvenientes que provoca el excesivo calor a los turistas, intentando provocar, en el lector, una sonrisa. Veo que a tí te ha llegado mi relato y eso me llena de alegría.
Yo también te deseo unas vacaciones satisfactorias (yo he empezado enferma de gripe, pero eso me demuestra que no acabaré mis vacaciones con ella, jejeje).
Besos.
M. José, ¡qué dura es la vida del turista! Hay que saber elegir el momento adecuado, según el clima, para visitar una ciudad o un país determinado.
Me imagino que muchos nos veremos en él reflejados.
Besos.
Sí, Pilar, lo que cuento tiene una gran base real y, por tanto, lo pueden experimentar muchos turistas, me temo. Lo bueno siempre es quedarse con la belleza inmensa de Roma (y de Italia, en general), que deja atrás cualquier inconveniente sufrido en el viaje.
Besos.
Cambiar un clima fresco por el calor inmisericorde puede destrozar unas vacaciones. Pero la magia de Roma puede borrar de un plumazo todo atisbo de infierno veraniego. Original e inolvidable viaje, María José. Abrazos y suerte.
Gracias, Salvador. Eso he querido transmitir: lo bello siempre lo será, sean cuales sean las condiciones atmosféricas, y ese es el gran privilegio del viajero.
Un fuerte abrazo y suerte para ti, también.
Gracias, amigo Juan, por tu amable comentario. Lo que pretendía, al escribir mi relato, era provocar una sonrisa, ni más, ni menos, y creo que lo he conseguido contigo (y tu familia). Eso me hace feliz.
Te Envío Un Abrazote Muy Grandote.
María José,BañadaPorLaHerculinaLuz
Hola, María José.
El agotamiento que produce el turismo a más de 40 grados. Lo podría suscribir para un viaje que hice en agosto a Grecia hace unos años.
Real como la vida misma.
Suerte, guapa.
Abrazos.
A este paso, con el tan traído cambio climático, me temo que esa odisea que vive mi personaje podría vivirla en cualquier parte del mundo, por muy al Norte que se sitúe…
Gracias por comentarme.
Suerte a ti, también, guapa.
Abrazos.
Hola de nuevo, María José, tocaya. Creo que esta mañana te comenté en Cincuenta. Me encanta tu viaje a Roma, es más, me recuerda a las comedias italianas de Marcello Mastroianni, ja, ja, ja… Me he reído cantidad con ese cuaderno de Bitácora terrestre. Suerte, amiga. Un besito!
Un placer volver a encontrarnos, María José. Y me encanta que te haya divertido. Ese ha sido mi objetivo al escribirlo y, la verdad, temía que no hiciese demasiada gracia (ya sabes que es más fácil hacer llorar que hacer reír..).
Seguro que volvemos a coincidir, tocaya.
Besos.
María José, es optimista en su valoracion a pesar de todo; eso ya es un exito. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda, por dejar tu amable comentario. Yo quería darle la vuelta a la historia del exceso de calor y convertir esa circunstancia climática en un simple inconveniente, que no restase belleza al entorno.
Un abrazo.
El sucedáneo del viajero es el turista. Viaja por viajar. Por acumular puntos de saldo y canjear monotonía, cansancio de vida y rutina por un estresado vaivén de aquí para allá a lo largo del mundo, que a mi entender, es una dislocada manera de contaminar a lo grande (tanta masa turística se mueve sin ton ni son al reclamo de las agencias)y consumir recursos naturales y ahogar la vida singular, el pulso natural de las ciudades y lugares visitados en avalancha. Así que me gusta mucho el tono de sorna que percibo en tu texto, ese tufillo ácido que chorrea del helado, ese recorrido insulso por la ciudad de la gran belleza y esa afirmación final que es el verdadero objeto de deseo del turista: poder fardar de que estuvo allí.
Un beso, Mª José.
Sí, Manuel, hay una gran diferencia entre el «viajero» y el «turista». Este último se queda en lo superficial y desea anotarse un tanto, con cada nuevo lugar que visita.
Muchas gracias por dejar tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Canícula, un término que me retrotrae indefectiblemente a Juan Rulfo y su Pedro Páramo y que vos, MARÍA JOSÉ, te has sabido apropiar para escribir este diario de viaje que le toma la temperatura al ánimo y experiencia de la protagonista (si no fuera porque se le congeló el cerebro, hubiera jurado que casi que a vi evaporarse del calor a la pobre, jaja).
Gracias por, de alguna manera, hacerme conocer Italia.
Cariños,
Mariángeles
Muchas gracias, Mariángeles, por dejar tu amable comentario. Me encanta la alusión a Pedro Páramo (cómo no). Yo sólo pretendía arrancar una sonrisa al lector y narrar algunas anécdotas de un turista en una tórrida Roma.
Un abrazo muy fuerte.
Un relato para llorar, pero porque yo no he estado en Roma y me han entrado muchas ganas buah buah
Suerte, María José.
¡Madre mía! Que no quiero hacer llorar, sino reír, Lorenzo… Italia, en general, merece mucho la pena, pero mejor no viajar en el tórrido verano, si puedes evitarlo…
Un fuerte abrazo.
Gracioso y, paradójicamente, fresco relato, que se lee de un tirón y con agrado. De fondo está esa sensación presente en muchos viajes, contradictoria quizá, de estar disfrutando del hecho de verte en esos lugares deseados, pero al mismo tiempo pensar aquello de «como en casa en ningún sitio». Desde luego, en verano parece que hay que ir buscando más el norte, o la playa, jaja.
Enhorabuena, María José.
¡Un abrazo!
Me alegra saber que te ha divertido mi humilde relato, Enrique. El que me digas que se lee «de un tirón y con agrado» me ha encantado, sobre todo, porque viene de un escritor al que admiro por sus buenas letras.
Otro abrazo muy fuerte para ti.
Ha sacada de su bitácora de viaje un historia que te mantiene a la expectativa de cómo va a terminar la aventura. Un relato muy entretenido, a pesar de los inconvenientes que siempre hay en cualquier viaje. Me gusta la estructura que utiliza para la narración. Suerte.
Saludos.
Muchas gracias, Beto, por tu amable comentario. Me encanta saber que te ha resultado entretenido.
Un fuerte abrazo.
De alguna manera, tu protagonista y la mía tienen algo en común, seguro que se llevarían estupendamente. 😀
Jajaja, pues vas a tener razón, Edita. Ambas sufren cuando viajan, aunque la mía acaba viendo la belleza en el lugar que visita.
Muchas gracias por pasarte por aquí.
Un abrazo.
La magnificencia de algunos lugares nos hace olvidar hasta la climatología adversa; aunque, al leerte, el sopor hace que a una le caigan las gotas de sudor por la espalda. Eso es que has conseguido transmitir ambas sensaciones con habilidad: calor extremo y belleza. Es lo que tiene el verano.
¡Muchísimas gracias, María! Me encanta que te haya hecho sentir la canícula en tu cuerpo con la lectura de mi relato y que hayas visto que la belleza de Roma todo lo hace fácil de sobrellevar.
Un fuerte abrazo.
Jeje, es lo que pasa con dejar los viajes para el verano, el calor. A mí me ha pasado, ese agobio que cuentas tan bien en el diario. En fin, con la jubilación todo se arregla a junio o septiembre. Suerte a fin de mes y gracias por decirme lo que no funcionaba a mi relato, así he podido revisarlo que no arreglarlo, jeje.
Muchas gracias, Javier, por tus buenos deseos. Si algo envidio a los que estáis libres de un horario fijo, es eso de viajar «fuera de época». Yo intento aprovechar unos pocos días para poder beneficiarme de ello, aunque al final muchas veces no pueda ser…
Un fuerte abrazo.
María José, día que me paso por aquí, día que te veo en los comentarios recientes… Esta particular vía me lleva aquí (¿no dicen que todos los caminos conducen a Roma?).
En tu calurosíííma Roma estoy. Es como revivir propias vivencias en otra piel… de forma literaria, en cuidado «envoltorio».
Un abrazo y cálida -que no calurosa- suerte cuando el solecito deje de calentar.
Gracias, Nuria, pero casi me haces sentir culpable (por lo de provocarte sudores, jajaja). Me encanta lograr el efecto que busco en vosotros, los lectores. En este caso, se trata de hacer sentir calor agobiante (en otros, quizás un frío calado en los huesos, ¡quién sabe!).
Un fuerte abrazo.
Gracias a ti, María José. Culpable yo, por haberme pasado por aquí tan tarde…
Tienes razón: siempre agrada lograr el efecto deseado en el lector. Lo peor, la indiferencia.
Abrazo con suerte
Una visita a Roma con 42 grados tiene sus inconvenientes, que se agravan si la protagonista está acostumbrada al fresquito del norte. Pero no quita que leyendo tu relato se nos ponga una sonrisa 🙂
Los inconvenientes de los viajes nos dejan anéctodas para explicar, así se «dulcifican» y entonces podemos recordar la parte de la visita más grata, como se ve perfectamente en tu relato.
Buena propuesta que me da ganas de darme un chapuzón (en mar, piscina, río…).
Un beso.
Tienes razón, Carme. Hasta las anécdotas más desagradables, ocurridas en nuestros viajes, se suavizan con el recuerdo y solemos guardar en la memoria lo distinto y espectacular que hemos visto. Muchas gracias por pasarte por mi relato y te dejo darte el chapuzón… (aunque ahora es de noche; mejor espera a mañana).
Besos.
Una estupenda historia tan real como divertida, María José…ha sido un placer leerte acompañado de un cafetito con hielo y una buena sombra. Enhorabuena y suerte!
Un abrazo.
Toño 😉
Toño, Toño… ¡a ver si vas a ser el misterioso poeta! Aunque no tenga relación con este espacio, me encantas. Te confieso que eres de los que primero leo, junto a Risqueño y Juanjo Maíllo. Y te agradezco que me lo hayas desvelado (estaba en un sin vivir, jejeje).
Respecto a mi relato es muy real, te lo aseguro, y resulta divertido, con la perspectiva del tiempo, pero cuando lo vivía no era tan agradable.
Voy a ver si tienes relato. Entro poco por aquí, la verdad.
Un abrazo muy fuerte y suerte.
María José
Hola, María José!
Je, je… muy simpático tu relato… totalmente de acuerdo en muchas cosas de las que cuentas, ¿quién no ha sufrido la canícula en los viajes turísticos?
Veo que le das a la prosa (casi) tan bien como a la poesía, compañera de 140!!!
Te deseo mucha suerte y te mando un abrazo (sin achuchar, que da calor, ja, jaaaa!)
Marta
¡Hola, Marta! Gracias por tu simpático comentario y por darte a conocer en tu faceta poética… Que sepas que me encanta como escribes, te incluyo entre mis favoritos de 140, aún sin saber qué seudónimo utilizas.
Yo tampoco quiero achucharte y darte calor, jajaja. Así que «un saludo» y que corra el aire…
María José