13. CARRUSEL DEPORTIVO
Sentí unos dolores tan ochentones, que la esquiva madrugada en vela me obligó a meditar. Pero la vela debió prender mi inocencia llevándome directa al ayuntamiento: cuarenta escaleras diarias eran demasiadas. En el amplio hall de estilo churrigueresco planteé mi necesidad de un ascensor. Pero la displicencia mostrada me remitió al plan B: hacerme deportista. Socia del club de fútbol desde 1940, hablé con el “míster” y, contra todo pronóstico, prometió ayudarme. En el ayuntamiento, la apatía mutó en preocupación. ¡Oiga, que es únicamente para aconsejarle algunos ejercicios gimnásticos! El alcalde amenazó con renunciar al palco. Numerosos aficionados se pusieron de uñas. Colgaron pancartas en los alrededores del estadio. Y la subvención al club se postergó sine die. La caja de los truenos se destapó cuando el primer edil lo dejó bien claro: ascensores o subvención.
Las escaleras, como la vida misma, se vuelven más pesadas a medida que envejecemos. Nos hablan de caducidades, de estar aquí de paso, de preparar la maleta y despedirse dignamente…
Aquella temporada echó a andar zigzagueante. Pero los truenos apenas fueron una tormenta seca. Llegaron los triunfos. Pocos recordaban los ascensores. Menos aún me veían llorar de rabia siguiendo los partidos en el Carrusel Deportivo.
Está claro que todo no puede ser, menos aún si se trata de algo que suele escasear, como el dinero, pero también es verdad que cuando el fútbol entra en juego (valga el juego de palabras) otras cosas, no solo deportes distintos al deporte rey, pasan a segundo plano. A tu protagonista no le queda otra que, al contrario que la mayoría de sus vecinos, lamentar los buenos resultados del equipo local, que la condenan a no salir de casa.
Un relato de crítica elegante, pero no por ello menos incisiva,que muestra bien algunas prioridades de la sociedad en que vivimos.
Un saludo y suerte, José Luis
Tienes razón Ángel, está claro que con pedir no basta, hay que hacer algo más. Las simples peticiones se mueren en el cajón del olvido. Las minorías, si quieren lograr algo, necesitan ser incisivas. Un saludo y gracias por leerlo.