34. Castaño claro casi azul
Hace tiempo que evitamos mirarnos a los ojos. De forma tácita hemos elaborado una minuciosa estrategia, para evitar esa colisión visual. Durante el día, la maniobra evasiva es muy sencilla. Los niños, la tele, la comida… Pero la verdadera pericia esquiva sucede en el silencio de la noche, cuando compartiendo aún la misma cama y, por educación, nos decimos un “buenas noches” aprovechando el último click mirando a la lamparita.
Hay veces que sucede. Es algo inevitable. Sólo entonces, cuando tu azul edén impacta en mi marrón miel, los cristales de nuestras ventanas se llenan de vaho, aunque fuera el sol se muestre especialmente radiante.
El tedio y la rutina pueden deteriorar cualquier relación hasta convertirla en algo mecánico. Pero donde hubo siempre queda algo, igual que tras un fuego puede quedar una brasa.
Un relato sobre una relación de pareja que se mantiene cogida con palillos, sin necesidad de palabras, que tú has empleado muy bien para describirla.
Un abrazo y suerte, Raquel.
Hola Raquel,
Castaño claro casi azul, está preciosamente contado, tanto el día como la noche que es irremediablemente sentida y vivida por los dos. Creo que solo es una mala racha de pareja.
Me ha gustado mucho.
Nos leemos
Los silencios son más elocuentes que las palabras. La falta de comunicación entre dos personas que han elegido convivir es muy peligrosa. Entiendo que el sexo ayuda a mantener la relación, pero me parece que no es suficiente. Me faltan datos, ¿qué les hace rehuir la mirada?
Raquel, es cierto que la rutina mata al amor. Tu pareja se encuentran de vez en cuando, por suerte, pero les falta volver a mirarse a las ojos todos los días, y recuperar la complicidad perdida.
Un retrato triste y realista de la convivencia.
Un abrazo y suerte.