Ciudad de MOLETITLÁN
TEXTO: María Ordoñez ILUSTRACION: Eva García
EL MOLE VIAJERO
Lo que hace a Moletitlán diferente de las otras ciudades, es que en vez de casas tiene enormes cocinas-comederos donde toda la gente vive permanentemente.
El aroma de los diversos guisados con mole, cubre completamente las calles. Las habitaciones contiguas a los comederos están repletas de cajones de tiras de madera de diversos colores que contienen verduras, sacos blancos de manta llenos de pan, enormes costales de yute atados en sus puntas con piolas de henequén.
En los rincones apartados de las cocinas, pegadas a los ventanales, las familias duermen dulce y profundamente, acurrucados en sus petates perfumados de maíz.
Sobre las escaleras se posan las cientos de aves que esperan ser sacrificadas para hacer guajolote con mole, enchiladas de pollo con molito negro, empanadas de mole, enmoladas jalicienses y hasta helado de mole poblano. Encima de los tejados esperan los montones de molcajetes con sus respectivas manitas, que tienen que ser reemplazados muy frecuentemente porque se ahuecan con el mucho uso que se les da al triturarse en ellos los 19 diferentes chiles secos, el pan duro, el chocolate dulce, los cacahuates, jitomates, almendras, pimienta, canela, pasas y todas las demás especies que lleva la antiquísima receta de mi tierra.
Si los habitantes pueden andar por la ciudad, sin estornudar a cada paso, con tan fuerte olor a ajo y cebollas friéndose junto con los chiles y los cacahuates, no lo sabemos. Pero estamos seguros de que a todos les encanta. Les conviene quedarse quietos y tendidos, mientras por las noches los carniceros atrapan, sacrifican y deshuesan a las aves, porque si no, se podrían salpicar con los fluidos que brincan por todas partes, o llenarse de plumas, ya que estas vuelan por toda la ciudad, entrando por puertas y ventanas. Y más cuando hay mucho viento.
Los lugares están llenos de comensales que llegan de todos los rincones del país y también del extranjero, a probar tan deliciosos platillos con mole. Hay quien dice que no hay matrimonio que sea feliz eternamente, si en la boda el guajolote con mole no fue platillo principal. Éste, además, se debe repartir en relucientes ollitas de barro que se colocan dentro de primorosas canastitas adornadas con listones de todos los colores, para que todo el mundo se lleve un poco de molito a su casa.
De noche, pegando el oído al suelo, las cocineras de Moletitlán tratan de escuchar los rumores que llegan directamente desde el fondo de la tierra. Por ellos se enteran de cuál de los comederos-cocina moletitlanenses fue el que preparó el más sabroso de los moles ese día o cualquier otro.
Hoy, el rumor que más se ha propagado, es uno que viene desde España, donde dicen, hay una ciudad llamada Benidorm, en la que una preciosa damita tiene su propio comedero llamado “El Rincón Perdido”. Hace muchos años que ella asistió a una boda en Moletitlán. El rumor dice que el mole que le regalaron le fascinó. Tanto, que la señorita, ataviada con un largo vestido azul celeste, de amplios holanes y cintas rosadas, rojas y amarillas con el que había bailado en la boda, recorrió todos los comederos preguntando en cuál de ellos habrían preparado el delicioso platillo, que para mostrarlo, llevaba en su canastita.
Nunca pudieron contestarle porque en Moletlitán, las bodas se celebran durante una semana completa, de tal suerte que todos y cada uno de los comederos aportan su porción de mole, que se sirve en la boda, como regalo a los novios. Y pues, en la preparación, todos los moles se juntan. Sin embargo, después de tantos halagos y tantas súplicas, las cocineras le regalaron sendas barritas de mole seco explicándole que si se les añadía un poquito de caldo, una pizquita de azúcar y otra de sal, el molito recobraría su sabor auténtico. La barrita le podría durar años y años en el refri, sin perder ni un ápice de su fragancia y sabor.
Así fue como la señorita, avecindada en Benidorm, en ocasiones especialísimas sirve ese mole que se llevó de mi tierra. Para prepararlo, lo revuelve con caldito de pavo español para gran deleite y gratitud de sus comensales.
En Moletitlán, hoy bailaron de gusto al enterarse de esto.
Confieso, María, qu etuve que consultar San Google para saber qué significaba guajolote, piola, henequén, molcajete…tratar de ilustrar tu idea, aunque quizá no lo haya logrado del todo, ha sido muy instructivo para mi ;).
Jaja, mil gracias! Qué gracioso el dibujo. Y qué maravilla el internet. Un homenaje a este medio y a ustedes todos, que dan la oportunidad de que nuestro maravilloso idioma nos acerque y nos muestre la enorme riqueza que se crea en nuestra diversidad. Espero que se haya podido desprender del texto que el mole es una salsa que acompaña tantos y tantos platillos. Yo también, al llegar a México, tuve que aprender esas hermosas palabras que reflejan su realidad, y que siendo castellanas, están en desuso en su patria de origen o son voces indígenas castellanizadas. Gracias por la ilustración. Todavía me estoy riendo con todos eso pollos en las escaleras, jaja! Gracias!!!
Desde luego ilustrativo relato, e imaginativa ilustración.
Felicidades a ambas.
Agradezco tu comentario! Gracias!
Felicidades para las dos. Texto fantástico y dibujo con la idea bien captada.
Me alegra que te haya gustado el relato Virtudes. Largo, porque no había límite de palabras, ¿verdad? Muchas gracias!
Muy bonita historia y muy bien plasmada la idea en la ilustración, fantásticas las dos.
Un abrazo
Qué bueno que te gustó la historia. Gracias Blanca. El dibujo me ha dejado una gran sonrisa!
¿Cómo un cuento tan precioso tiene tan pocos lectores?
Es perfecto y precioso.
Mi corazón ha estado sonriendo todo el tiempo y aún se siente feliz.
Con esos nombres tan bonitos parece que me llega el olor de la comida hasta aquí. Me ha dado incluso pena que en mi boda no se haya disfrutado de ese platillo especial.
Pero no pierdo la esperanza de tener esa bella experiencia en Moletitlán.
Precioso y perfecto.