55. Claustrofobia (Francisco Javier Igarreta)
Siendo apenas un latido se sintió rechazado. Como si fuese un entrometido. A decir verdad, solo era el resultado fortuito de una relación sobrevenida. Algo puramente circunstancial.
Pese a todo se adaptó sin problema al tibio colchón de agua.
Inevitablemente, al paso de las semanas su situación se fue haciendo más embarazosa. Incluso empezó a notar cierta sensación de ahogo. El claustro materno se le antojaba hostil y en cuanto pudo salió por pies. Prematuramente.


Un relato en el que las metáforas describen de manera genial la historia. Me ha parecido muy original.
Un ssludo
Muchas gracias Gema por tu comentario. Un abrazo
No nos queda consciencia de ello, pero parece que se da por hecho que la estancia en el útero materno podría ser algo placentero, igual por eso al salir lloramos. El caso de tu protagonista, sin embargo, es todo lo contrario. Está claro que nunca van a agradarle los espacios cerrados. Puede que la claustrofobia tenga ese origen primigenio, quién sabe. Mientras la ciencia llega o no a esa conclusión, tenemos tu original relato.
Un abrazo y suerte, Javier
La verdad es que se pueden hacer muchas cábalas respecto a ese estado tan peculiar. Sin duda la ciencia y la IA nos irán descubriendo realidades impensables, hoy por hoy.
Muchas gracias Ángel por tu comentario. Un abrazo.
Pobrecito, sentirse así cuando debería haber estado a gustito. Me temo que esa fobia le acompañará de por vida.
Un abrazo y suerte.
Pobrecito, esperemos que se cure con el tiempo. Tiene toda la vida por delante.
Muchas gracias Rosalía, por tu comentario. Un abrazo.
Expresiones y juegos de palabras muy al cuento. Sin duda, es una fobia congénita, prematura…
Muchas gracias Edita, por tu comentario. Un abrazo.
Me pregunto si las fobias nacen o se hacen. Enhorabuena por tu brillante texto.
Pues es una buena pregunta Sergio. Tal vez tengan un origen prenatal. ¿Quién sabe? De todos modos muchas gracias por tu comentario. Un saludo.