23. COBRE Y ORO (Mercedes Marín del Valle)
Mi abuela tenía una larga y delgada trenza que antaño fue una melena preciosa, espesa y rizada. Ella contaba a menudo, que en otra vida fue un pez mitológico y ajustaba mucho su corpiño para acentuar
su silueta de reloj de arena.
Su casa estaba llena de elementos marinos y en una caja de nácar guardaba pequeños guijarros moldeados por las olas, restos de conchas y púas de erizo, moradas y verdes.
Mientras ella relataba sueños y delirios envueltos en palabras de las que no sabía su significado, pero que sonaban melodiosamente en su boca, retozaba en su alfombra repleta de algas, pólipos, ofiuras y caballitos de mar.
Una mañana de viento imposible y temporal costero mi abuela dejó para siempre la vida terrestre.
En un baúl de tachuelas doradas y tiras de cuero encontré una reliquia de 1627, un llamativo y exótico estandarte que decidí colocar en la balconada que daba a la calle principal.
De manera fortuita y bajo el título “Metamorfosis” me encontré, años después, conmigo misma en una galería de arte. Sonreí porque solo yo sabía que su rostro y sus preciosos rizos de cobre y oro completaban la estampa que deliberadamente mostraba a medias.
Una mujer admirable y admirada por su nieta. Dicen que nadie dura eternamente, pero algunas personas, las que en verdad merecen la pena, dejan huella profunda y duradera en otras. Tu personaje demostró tener una querencia hacia el mar que marcó toda su vida, y que fue fuente de inspiración para su descendiente.
Un relato descriptivo y una historia que camina cerca de lo poético.
Un abrazo, Mercedes. Suerte
Siempre tan puntual y tan afable. Siempre tan atento y locuaz. Siempre el primero en comentar y animar… te mereces… te mereces… una preciosa noche de recién estrenada primavera.
Gracias siempre.
Hola Mercedes, menuda historia has montado para explicar la fotografía. A mí esa imagen ya me parecía fantástica, pero al leer tu cuento aún me lo parece muchísimo más.
Un abrazo de brisa marina.
Qué alegría,Barceló, que este cuento de mar te parezca fantástico. Así da gusto escribir y detenerse entre los guijarros a contemplar el universo dentro de una caracola. Me encantaría volver a encontrar esta fotografía en otro tiempo, en otra vida y reconocer el cobre y oro de una melena rizada y recordar que te gustó mi cuento. Feliz noche y gracias por tus palabras.