108. Colecciono olas
Cuando era pequeña pasábamos los veranos en la playa. Lo que más me gustaba era construir una barca con muros de arena cerca de la orilla del agua. Era una barca redonda. Mis hermanos y yo nos metíamos dentro esperando que la marea subiera.
Contábamos olas.
—¡Ahí viene una! ¡Aguantad! —gritaba mi hermano el mayor, con toda su alma.
—¡Otra! ¡No paréis!
Alguna quería llegar, pero se alejaba, hasta que se acercaban las más altas que rompían con fuerza. Se hacían boquetes en los muros de arena mojada y con calderos de plástico quitábamos el agua.
—¡Qué se hunde! ¡Más arena! ¡Al abordaje! —Gritábamos todos a una.
Hasta que el mar se tragaba la barca y corríamos a bañarnos.
Ahora en los días de verano, al atardecer voy a la playa a sentarme en la orilla del mar. Me cubro los pies con arena. Mientras la marea va subiendo voy contando olas. Pierdo la cuenta, hasta que la espuma toca mis dedos, moja la toalla y veo una ola, que se despide marcha atrás acariciando la arena, cuando a lo lejos en el horizonte asoma la cabeza de mi hermano pidiendo socorro.