81. Cómo conocí a mi esposa (R. L. Expósito)
Yo deambulaba por el barrio y ella abría las ventanas de un balcón. Me atrajo su descaro al asomarse: agitaba un trapo sucio, llovían las pelusas y miraba hacia otro lado. Me senté en un banco en la acera de enfrente y saqué mi cuaderno de bocetos, pero apenas hice los primeros trazos, ¡ella se metió de nuevo en casa! Recuerdo mi inquietud. Recuerdo que esbozaba de memoria. También recuerdo… que ya me costaba olvidarla.
Todavía dibujaba cuando regresó y colgó del pasamanos una alfombra. ¿La imagen estampada? Una cola de sirena. ¿Y su cuerpo? Como estaba justo encima, lo ponía ella. Dejé escapar una sonrisa mientras capturaba entre mis redes, de papel y carboncillo, cada escama de tan insólita quimera.
«¡Con qué vigor sacude el polvo!», pensaba embelesado…
Solamente cuando se tomó un descanso, advertí que teníamos un público imprevisto: ¡eran gatos! Estaban por todas partes y acechaban con sigilo y avidez, albergando la esperanza de cazar al vuelo media sardina gigante.
—Largo de aquí, yo la vi primero —les dije en voz baja, pero sus maullidos de protesta resultaron delatores; ella nos miraba—. Idiotas, puedo darme por pescado.
Y ambos, al escuchar aquello, reímos un buen rato.
R. L. Expósito, simpatica situacion y original. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda. La verdad es que esa era mi intención: que tuviese un toque divertido, como las fotos de Maltéte (no las conocía, son geniales).
Suerte también a ti.