86. Con los dedos de una mano.
-Uno, los colores que usa son perfectos. No hay paleta ni pintor que los iguale, su intensidad y luz no solo impresiona la retina sino que la traspasa, encandila el alma. La sobrecoge. Dos, canta y susurra por doquier, solo hay que parar y saber escuchar. Melodías inverosímiles de inimitable sonoridad te embriagaran. Tres, respiramos sin oler pues no es inherente lo uno a lo otro pero debes saber que emana olores que se diluyen en la sangre, te llegan al cerebro, te estremecen y te pueden erizar la piel con mil sensaciones distintas. Cuatro, tocar, ¡Ay!, tocarlo todo y acariciar. Maestra es de texturas de infinita sutileza, aunque soez también, una amalgama sin límite para trasmitir frescura, aspereza, suavidad, asco,…, e incluso risas te puede arrancar. Y cinco, paladear los majares que ofrece sin reservas es una explosión de intensos y diferentes sabores en tus papilas con indescriptibles matices. En fin, ¿es o no esto arte? –le dijo aún con la mano asida.
-Naturalmente abuelo –le respondió ávido.
-Pero recuerda, vívela intensamente con todos tus sentidos y cuídala pues tan bella es la obra como frágil y fácil su quebranto.
Cristóbal, preciosa y tierna conversación, con moraleja incluidad. Suerte y saludos
Gracias Calamanda, siempre tan amable con tus palabras, un abrazo.