36. COÑAC Paloma Hidalgo
Me encanta, pero no quiero ponerme un jersey de ese color.
Recuerdo a mi padre en el zaguán de casa despidiéndose de nosotras, con el traje de pana de los domingos, retorciendo la boina entre sus manos. También el gesto severo de mi madre cuando cerró la puerta tras él. Y que a partir de ese día fui perdiendo mi infancia entre las ubres de la vacas que empecé a ordeñar, muy temprano cada mañana, y las boñigas en las que a veces se me hundían los pies. Una tarde de invierno, sentadas al amor del brasero tras la labor, mi hermana mayor osó preguntarle lo hasta entonces tabú. Ella dudó. Después se santiguó, y empezó a contarnos que con cada nueva preñez, padre solía acercarse a la ermita a encender una vela para que llegara un varón, y que como solo le cuajaron niñas, cinco niñas, él se fue distanciando del Altísimo, y que así al diablo le resultó fácil convencerle para que probara el coñac peleón de la taberna de Braulio, ese licor que al cabo de un tiempo pasó a ser su única familia.
Por favor, intenta cambiarlo por uno gris. Uno negro también me valdría.
A mi también me encanta, y no me importa nada que tu relato sea marrón profundo como la pana o la bosta. Además, esta historia me trajo a la cabeza otra real del pasado, aunque de tono muy diferente, protagonizada por unos parientes míos, muy machotes y fornidos los dos: la mujer de uno de ellos empezó a traer niñas al mundo, y el otro, en las fiestas familiares, se divertía burlándose públicamente de él; cuando llegó la cuarta, se rindió y no tuvo más. El burlón era más joven y todavía no tenía hijos. Cuando su mujer empezó a parir, llegó hasta cinco, niñas también.
Edita, la realidad a veces supera a la ficción! gracias por compartir tu historia conmigo. Y por comentar, por supuesto.
Un abrazo.
La última frase, por un momento, me ha dejado perdida de tan concentrada como estaba en la historia…luego, ya he vuelto al color del jersey. En muchas familias pasa que esperan que ese cincuenta por ciento de probabilidad se cumpla a rajatabla, pero, ay amigo, el azar manda y mira tú que panorama más triste.
Tu micro ha quedado genial y costumbrista. Enhorabuena. Feliz noche Paloma.
Muchas gracias por leer y comentar, Mercedes, un placer como siempre tenerte por aquí.
Feliz día.
Felicidades Paloma!! Gran relato, me has enganchado. Muy original y bien descrito. Suerte y un abrazo.
Gracias Pablo. Siempre tan agradable.
Un abrazo.
Me ha gustado mucho.Especialmente hábil la relación del coñac con sus deseos de tener un varón…Felicidades!
Muchas gracias, Cristina, por compartir tus impresiones tras leer el relato. Me encanta.
Que tengas buen día.
Casi todos conocemos a alguien obsesionado con traer varones al mundo, en detrimento del otro género, igual de válido, hay culturas milenarias que aún no se han desprendido del todo de esa rémora, una forma de ver la vida que solo se puede identificar con un tono apagado, a la vez que restringido, sin ninguna causa objetiva que lo justifique. Que ese cabeza de familia no la tenía bien amueblada lo demuestra que pagó su arbitraria obsesión con el exceso de alcohol que, como no podía ser de otra forma, también es marrón.
Un relato sobre creencias obsoletas que quedan implantadas para algunas personas como si fuesen una ley inmutable, restringiendo toda su existencia y la de otras personas.
Un abrazo y suerte, Paloma
Ángel, las leyes inmutables de ese tipo como bien dices, condenan a inocentes a una vida en la que la felicidad se esconde tanto que a veces no llegan a encontrarla. Mil gracias por ese comentario mimado y certero.
Un abrazo.
¡Qué cantidad de cosas pueden pasar por la cabeza de uno mientras se pone un jersey! Me gusta ese sandwich marrón que has hecho con la primera y la última frase. Suerte Palomita. Un abrazo.
Muchas, Elena, y seguro que algunas buenas:-)
Muchas gracias por leer y darle un bocado al sandwich.
Abrazote.
Paloma, excelente relato, lleno de supersticiones y creencias añejas que condicionaban o mejor dicho, nos condicionan a veces y destruyen nuestras vidas. Me crié en un ambiente donde vi a muchos seres refugiados en la botella y la verdad, volvían a casa hechos unos pellejos. Me ha resultado muy familiar. Suerte y felicidades.
Besicos muchos.
Nani, muchas gracias por compartir conmigo esas pinceladas de tu niñez.
Un abrazo, grande.
Retrato machista puro y duro, que aún sobrevive en muchas latitudes. ¡Qué sustancia has sacado al coñac, en este estupendo micro, Paloma!. ¡Cuántas imágenes existentes en la vida rural alrededor del color de la tierra, el marrón!.
Admirable la aparente facilidad con que has descrito realidades tan crudas, que desde la infancia acompañan al ser humano.
Besito virtual.
Muchas gracias, de nuevo, María Jesús, por tu comentario. Siempre amable, siempre analítico, siempre atento a los detalles.
Un beso.
Mi madre son cinco niñas y ella la pequeña (aunque algunas ya faltan) y por último, el niño. Aunque creo que en esta ocasión era más por mi abuela que por mi abuelo. Preciosa manera de contar historias la que tienes. Mucha suerte.
Gracias por compartir ese pedacito de tu vida conmigo.
Un beso, Beatriz.
El quid de este excelente texto, para mí, radica, no ya en ese hombre que busca un heredero varón, sino en un entorno completo afianzado en esa creencia, no solo de preferir al sexo masculino, sino de considerar a su vez menos hombre a aquel que no engendraba un varón. Ese coñac que intentaba ahogar las burlas incendió no solo aún más su garganta, sino las de su familia, abocadas a sufrir penuria y trabajos para poder comer un trozo de pan.
Tu relato es una buena radiografía de lo que hasta no hace mucho pasó y las consecuencias que sobre el tema arrastramos aún.
Muchas gracias por comentar, Manoli, es verdad que en ciertos ambientes esa incapacidad de mantener vivo el apellido suponía, además de un fastidio, un fracaso, y que esa situación abría la puerta a la frustración de todo el entorno familiar. Muy interesante tu análisis.