114. Conmemoración
El atardecer va cubriendo la sabana, un mutismo extraño planea sobre la multitud que se desplaza entre la vegetación. Los leones van primero, marcan el ritmo pausado de la caminata, cerca trotan las cebras, arrancando de vez en cuando briznas de hierba. Jirafas, elefantes, simios de todos los tamaños caminan entre la masa de seres que componen la silenciosa procesión. Casi imperceptibles, arañas, hormigas y gusanos se arrastran en la misma ruta mirando a veces al cielo para seguir el vuelo de águilas, buitres y otros entes alados, que planean en el aire proyectando sus siluetas sobre el grupo. Son miles, reunidos en una larga marcha que parece no tener fin. La noche llega al mismo tiempo que la multitudinaria fauna se acerca a la costa, allí un gigantesco monolito se alza plantado en la arenilla y todos se paran tomando posiciones alrededor de la roca. Sólo hay susurros, apenas rotos por el leve roce de patas, pezuñas o el sonido cercano de las olas al toparse con la arena, donde chapotean los especímenes acuáticos. Ojos de todas las formas y tamaños están fijos en el epitafio escrito en la piedra: En memoria del ser humano, no se adaptó.
Sorprendente final, para pensar, para reflexionar sobre nuestra supuesta grandeza y sobre este mundo de artificio que nos envuelven.
Me gustó. Suerte.
No se adapto? diría que se creyó Dios y se destruyó a si mismo como a su entorno.
Muy buen llamado de atención.
Un abrazo y suerte.
Un éxodo descrito de forma muy visual que no sabemos hacia dónde nos lleva hasta ese epitafio final, sorpresivo, reflexivo, y posiblemente profético. Cuánto necesitaba leerte. Me alegro de que estés por aquí. Besos.
Elysa, gran relato. Me alegra mucho volver a leerte en esta casa. Mucha suerte y un abrazo 🙂