7. CONSIDERADO (EDUARDO MARTÍN ZURITA)
La soledad no cabía en ninguna parte. Los días oprimían como aire difícil de respirar. Escocía cada noche en los ojos lo mismo que gotas de un colirio hecho de aros de cebolla bien licuados. Mi compañero se había ido. Hirió su adiós sin hasta luego, tras el alud de palabras malsonantes salidas de su boca. Y, al mes, aquellas uñas tocaron en mi puerta. Una presencia que apartaría las tinieblas de mi corazón. Le gustaba olisquear, con su nariz chata, los zapatos de la gente. Se entusiasmaba con los pinchos morunos y con el borgoña. Con ser niño entre los niños; y con ponerles esos ojos a los ancianos, tumbándose bajo los bancos que ocupaban, quizá porque tenía también demasiados años. Ladraba, entonces sí, deseoso de morder, a quien tirase, descuidadamente, de cualquier correa. Dudé al ponerle nombre, convencida de que Consi se merecía los mejores adjetivos. Dormía junto a la moto desde que supo que la llamaba mi «cabra». Me escuchaba. Se duchaba conmigo. Comprendía mis versos, estoy segura. Se consumió y se fue. Dolió más que dos muertes próximas. En su tumba, vacía, quise que figurase, con letras de oro de ley: Aquí yace una bella persona.
Aquello de «cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro» se convierte a veces en una realidad. Es posible que la dueña, tras su desaparición, tratara de repetirse a sí misma que sólo se trataba de una mascota, pero sería engañarse. Era su amigo, un compañero que requería cuidados, pero que devolvía mucho más de lo que le daban, alguien que llegó para llenar un hueco y dejó uno mayor al marcharse. Su gusto por los pinchos morunos y el borgoña es una muestra de inteligencia y personalidad propia (no era tonto, no), seguro que también entendía los versos. El nombre le viene que ni pintado.
Un abrazo, Eduardo. Te deseo suerte y lo mejor en el inicio de este año, lleno de oportunidades, seguro.
Hola, Ángel.
Gracias por tu atento comentario, en los dos sentidos. 2017 no te ha hecho perder un ápice de esa agudeza de láser, de melosa tuneladora de intersticios, al objeto de descubrir lo que anide en lo más hondo. Los perros son mucho, y su muerte, resulta tan dura, que este can-persona quiso evitarle el trance de verlo extinguirse a su compañera más que ama. El final, no obstante, queda abierto a las inteligencias, que por fortuna habitan numerosas, todas, en esta ENTC. Un abrazote todavía más GRANDE, tío grande.
Aunque no tengo perro y, siendo niño, una ligera mordedura hizo que temiera más de lo habitual el contacto con algunos de esos animales, entiendo perfectamente a las personas que los consideran infinitamente mejor que a sus semejante, viendo lo que algunos de estos son capaces de hacer. Por otra parte, nos lo cuentas muy bien y con una ligera ironía preñada de poesía o al revés. Al menos, a mí me lo parece. Enhorabuena y suerte, Eduardo. Saludos.
Hola, Jesús.
Y te lo parece con fundamento. la ironía no es sino la sal de la vida. Y la poesía la madre de la literatura. Tú también eres fino, y noble, como el acero , en los comentarios. Nunca te andas por las ramas. Hay perros mordedores, sí, como existen seres humanos que ladran y que muerden con mucha mayor intensidad. Pero es verdad que la raza canina ha dejado episodios de nobleza que constan en las hemerotecas. Y salen a relucir en las charlas amistosas. Gracias por tu comentario y es un PLACER, un borgoña del guapo, que me visites. Un abrazOOOOOOOOOOOOOOOTE.
Los perros bien educados son, como el protagonista de tu relato, Martín, «considerados». Es un nombre adecuado para muchos, la mayoría. Además, «tu» perro es un sibarita, le gustan ciertos placeres de la vida. No es de extrañar que su desaparición sea tan dura para su dueña.
Un abrazo.
Hola, María José.
Muchas gracias por tu comentario. Considerado y desaparición, dos palabras claves para la interpretación del texto. El perrillo es considerado por la mujer del cuento y considerado para con ella. El perrillo tiene todo lo que le faltaba a su compañero y la evita el amargo trance de verlo morir, caramba si no es considerado. Pero ¿y si regresa para morir entre los brazos de ella y ocupar esa tumba verdaderamente? El final es abierto y queda a vuestra inteligencia más que a la mía. Y en ENTC, de eso, sobra. Tú misma eres una buena prueba, una gran muestra. Creo que no te conocí en la FIESTA, pero seguro que habrá oportunidad. Ojalá más pronto que tarde. Un beso muy
GRANDEEEEEEEEEEEEEEEEEE. Tanto como lo eres tú.
Lo siento, si te digo, que conozco más bellas personas de cuatro patas que de dos. El tema que nos abarca, me toca mucho la fibra. Los animales es una asignatura, una más, pendiente en nuestro país. Mejor lo dejo, que me enciendo… jajaja
Un micro muy intimista, que me ha emocionado, por cómo lo escribes y por lo que dices.
Un besote, Eduardo.
Hola, mi gran Rosy.
Pienso, siento como tú: es una asignatura pendiente más la del trato, la del maltrato quiero decir, a los animales. Mira, cuando la ciencia dice que el hombre es un animal está haciendo un agravio comparativo a los animales. El hombre es un genial loco que mata en masa. Hay un libro «El principio era el fin», de un tal Óscar Kiss Mahert, no sé silo escribo bien del todo, que ilustra muy bien de la condición humana. Que sostiene que el pecado original fue el canibalismo. Es un libro muy curioso que os recomiendo a todas y a todos.
Gracias por tu emoción y por la charla, inteligente (por tu parte) y sincera, por parte de los dos, tú ya sabes, que tuvimos en el 90 grados. Me encantó conocerte, saber cómo eras y darme cuenta de lo mucho que vales. Espero que se repita lo antes posible. Un beso muy… FORTÍSIMO.
Bonita historia con una intención final que muchos estamos de acuerdo y otros tantos hemos pensado.
Felicitaciones y suerte Eduardo.
Hola jean, Jean Durand, creo recordar, gran escritor.
Muchas gracias por tu comentario y tus buenos deseos. Los buenos perros son muy bellas personas, sí; más buenos, mucho más que los hombres buenos. A mí algún amigo me ha llamado perro, con cariño, claro, y siempre he respondido: eso, eso es lo que quiero ser.
Estoy deseando leer tu texto para deleitarme y comentarlo. No sé si te conocí en la FIESTA, si no fue así, quedan muchas lunas. Un abrazo muy GRANDE, tan grande como eres como escritor y como perro, quiero decir como persona.
Creo que no me equivoco: tú tienes o has tenido amor de perro. Y si me equivoco, anótate doble mérito porque me lo has hecho creer con tu redacción.
Hola, Edita.
Aciertas, he tenido amor de perro: era una perrita. Y cuando murió, es lo que tienen los canes, que duran mucho menos que nosotros, lloré por los que no lloraron. Tal fue el impacto emocional que sufrí que no he vuelto a tener perrita ni perro. Sería, para mí,como traicionar tantas sensaciones y emociones que me hizo vivir Tessa.
Muchas gracias por tu comentario y un beso muy, muy grande. Te lo mereces.
El amor es tan incondicional que muchas veces no hacen falta palabras para sentirlo. Suerte !!
Hola, Juan Antonio (Vázquez Alcayada).
Me hubiera encantado haberte podido conocer en la fiesta. Tienes una cara de buena persona que se te sale por la cara. Igual que tu hijo que te acompaña, ¿es tu hijo? Tengo que rebuscar estupendos micros tuyos en el dificilísimo REC.
El comentario, tu comentario, muchas gracias, es todo un aforismo. Sentir. Menuda palabra. «Yo quiero vivir, pero también quiero sentir, y encontrar esa clave secreta que lleva hasta el alma. Y escuchar esa voz interior y saber quien soy yo» (transcribo de memoria y espero que fielmente), el desaparecido Hilario Camacho. Se titula «Clave secreta» o «la clave secreta», creo.
La palabra es engañosa, no así los sentimientos, el corazón. Pero la palabra es el material con el que construimos nuestra literatura. «Qué bien sentirme bien, el alma y la razón se dan la mano». Has conseguido que me sienta bien. Gracias renovadas, y un abrazote.
Martín, qué bonito relato nos traes. Realmente los perros son uno más de la familia, que comprenden y son muy inteligentes. Sobre sus gustos culinarios, no hay duda que cada uno tiene sus preferencias (como las personas). Yo viví diez años con uno y aún lo recuerdo con ternura.
Un abrazo
Hola, Blanca.
Muchas gracias por tu comentario. Que sin son inteligentes, qué más quisiera yo. Y demuestran su privilegiado intelecto hasta en sus particulares gustos culinarios. Y sacas a relucir la palabra ternura. Eso ya… La pena es lo que ya dije: que no vivan más que nosotros, que no quieran (por
que no quieren), no sé donde he debido tocar, sobrevivirnos. Deberíamos tocar a veinte años cada uno con un solo perro. Un beso.
La historia entre dura o muy dura y tierna y dulce. Se puede querer mucho a esos seres que solo saben dar afecto sin precio. Y puede doler mucho su falta, ero me voy a quedar con ese final tan inspirado y posiblemente tan merecido.
Suerte y felicidades por tu léxico y metáforas. Abrazo.
Hola, Antonia.
Gracias por tu especialísima sensibilidad, que te desborda, y vas derramando por aquí y por allá, no te creas que no me acuerdo de tu villancico. Ya veo que no estoy tan viejo. Yo también me quedo con el final, pero porque a ti te gusta. La palabra «vacía», y la sal de los microtextos, radica muchas veces en una sola palabra que es la clave de bóveda interpretativa. Insisto, el perrillo de mi texto es, en ese otro sentido, muy considerado ahorrando a su amor el doloroso trance de verlo morir. Pero…¿Y si no muere? ¿Y si vuelve al cabo de un tiempo con perrillos, el muy zorrón, cuando pensábamos que ya estaba acabado? Cuando un texto sale del teclado del autor, ya lo dije hace tiempo, se «objetiviza», se hace, se vuelve de todos, como asegura Mª José Viz en la presentación (YouTube al canto) de su «Creaciones mínimas», qué título tan precioso y tan humilde. Ya veremos. Volviendo a ti, el léxico supone esfuerzo por mi parte mientras que las metáforas son un regalo que regalo, a ti, por ejemplo, que las aprecias. No cambies por nada. Un beso muy fuerte.
Toda mi vida he compartido mi casa, mi cama, mi sofá y mi comida con perros y gatos. Y cuando se han ido he llorado en la misma medida en la que me han amado: mucho.
Tu relato me ha encantado, Martín.
Mucha suerte, abrazos varios y Feliz Año.
Hola, Inés.
Muchas gracias por tu comentario, quien fuera don Juan. Y un felicísimo infinito año para ti. Sí, se llora mucho. Y, a veces, para adentro, donde se atascan las lágrimas porque se han hecho un nudo, que duele hasta al respirar. La vida, la vida siempre tiene la culpa con el revés de su espejo. Pero está claro, y comprobado humanamente, no sé si científicamente, que no muere lo que recordamos. Un ser que ama a los animales (no hay regla sin excepción, claro) suele ser muy, más amoroso con los humanos, mucho más imperfectos. Un beso grande.
Eduardo, entiendo los sentimientos que tenéis los dueños de perros y gatos, porque tuve una mascota hace años. Pero como tu, no creo que vuelva, sabes que por ley de vida, se morirá antes.
Un abrazo
Hola, Epi. Ya me has legitimado para que te llame así. Recuerdo a un Epi, jugador de baloncesto que era casi tan alto como tus micros. Hoy me ha tocado el «Niño» con tu presencia por mi celdilla de anacoreta. Es todo un honor. Porque te imagino como a esos niños de flequillo loco, uno de los que le dicen a su parienta, de la mano de José Feliciano, De José Feli (por lo de los gatos, tan félidos o «fálidos» ellos): «Hey, cariño, no me trates como a un niño…».
Tendríamos que morirnos mínimamente, todos; pero ellos, lo hacen pronto y con impronta.
Ahora estoy viudo de animales, pero tengo a mi «bichito», a mi Edu.
Oye, Epi, te prometo tratar de escribir en plan canalla, desenvolver tramas más sorprendentes, acaso lo que un micro demanda. Ese zapatazo en la boca. Desde los talleres literarios, pasando por muchos lectores, se rechaza el digamos «buenismo», y yo tiendo a eso, con alguna pizca de ironía o levísima perversidad. Quizá, si lo hago, porque lo consiga, tenga otros honores como el de ahora, que espero como rayos eléctricos y fulminantes, más bien son rayas, que me «amanten» (mantas rayas) o amamanten con sus comentarios. Jo, cómo me inspiras, tiote. Ya he pedido cita al dentista.
En fin, que gracias mil y que espero cumplir con mi palabra empeñada. Y va a ir de hiperbreve la cosa, ojalá, como el gran Modes, o si no, como Allepuz. O como tú, el que atesora tantas «falocidades». O en plan humor con humo y sin humos. Perdona la chapa. Un abrazote.
Eduardo, no tengo que perdonarte nada, otro abrazo.
Escribes mucho, bien y con sentido, te auguro en el futuro una novela tipo Posteguillo, ojalá, porque me gusta.
Jopeste, Epi. Qué difícil me lo pones. Posteguillo, ahí es nada, el gran valenciano. De Roma, sé lo que no se me ha olvidado acerca del Derecho Romano. Pero, oye, es un reto. Alguna novela tiene que caer, sí, antes de que me muera de mí mismo. Bella Roma, y la antigua, la bregosa acción de unos hombres para hacer de la urbe un orbe.
Ya sé por qué te quieren tanto las mujeres. Porque eres grande. Y ya no te doy más la vara. Muchas gracias, magister. El magister ludi, como en el juego de los abalorios de Hesse.
Eduardo, no me das ninguna vara y por lo que cuentas eres abogado como yo, bueno graduado, porque terminé en el 2015, ya hablaremos.
Hola, Epi.
Soy abogado no colegiado, es decir, un licenciado en Derecho que ejerció de gestor administrativo y actualmente de asesor fiscal, con unas ganas inmensas de jubilarse en 2020.
Hablaremos. Vale. Un abrazote.
Un ser que llena los huecos de soledad, compañero de vida, y con la complicidad que da el cariño. Y es tan «considerado» que le regala su ausencia para minimizar su pena. Gran relato, Martín, una historia triste pero llena de vida. Permíteme la licencia de intervenir en este final abierto: al poco tiempo, un pequeño can araña de nuevo su puerta, y al abrir ve en sus ojos al amigo que se fue.
Te quería contestar a la pregunta que me formulas sobre mi asistencia a la presentación del libro. No estuve en la fiesta, en realidad no conozco en persona a ningún compañer@ de ENTC, aunque por gracia del vínculo de las letras y vuestro permiso os considere ya amigos. Espero que en un futuro mis circunstancias y mi trabajo me permitan daros un fuerte abrazo.
Hola, Salvador.
Ojalá salves esas circunstancias, que diría Ortega y Gasset, y se cumplan tus deseos, AMIGO.
Das paso a una luz preciosa, tras abrir la puerta, con el final que imaginas para mi relato.
Eres (haberlos haylos-as en ENTC) de los que vuelven hermoso, o más hermoso, un texto con tu comentario. Muchas gracias por este de ahora, poeta. Y un abrazote.
A m
A menudo la soledad es una circunstancia pasajera. En este caso era muy dolorosa y provocada por una ruptura sentimental,y es un animal el que viene a suspenderla y a llenar la vida del protagonista de una manera diríase que más plena. El modo en que desaparece, sea por lo que sea, hace honor a su nombre y justifica de sobra el epitafio de esa tumba, vacía pero tumba al fin y al cabo, porque qué diferencia hay a veces entre una ausencia y una muerte.
Buen y sentido relato, Eduardo.
Enhorabuena y un abrazo.
Hola, Enrique.
Estoy de enhorabuena. Quiero decir que es un honor en que detengas tu mente en mi texto para elaborar un fino análisis, en especial la nula diferencia que existe entre muerte y ausencia. Ausencia suena más poético, de todas todas, suena mejor. En Derecho, la ausencia por equis tiempo da pie a la declaración de fallecimiento: la muerte civil.
Recuerdo micros memorable tuyos en el REC, un concurso que, a excepción hecha del presente, me atrae mucho. Gracias de nuevo, y un sentido abrazote.
Un relato muy bien escrito, con frases que me parecen para guardar, o para pensarlas y aprenderlas.
Sobre el contenido, ya se ha dicho casi todo en los comentarios anteriores, y coincido con ellos, los perros saben cómo alejar las soledades del corazón, porque ofrecen un cariño sin límites y prácticamente desinteresado.
Un abrazo grande Martín.
Hola, Asunción.
Muchas gracias por tus palabras, que guardo también para que den aliento en esfuerzos futuros. Aprender, qué hermoso; yo he aprendido y aprendo de vosotros y mucho. Sobre todo, a ser, o intentarlo por lo menos, mejor persona. Los perros son superhombres que ladran como lamen: dulcemente. No anotes esta frase, eh. Es broma. Un beso muy grande.
Delicado retrato de una convivencia, de una compañía que dejó mucho más que recuerdos. Lacerante descripción de una pérdida que deja huella y una ausencia que transciende el aspecto del ser que la provoca.
Emotivo y muy bien relatado, Eduardo. Enhorabuena.
Un abrazo.
Otro honor, Antonio, inmerecido, que te pases por este mi rectángulo. Vaya comentario más bien escrito. «Una pérdida que deja huella». «Una ausencia que trasciende el aspecto del ser que la provoca». Estas frases sí que las apunto. Gracias por tu regalo. Espero ávido tu texto para el bimestre. Hacer un comentario a la altura del tuyo será un enorme reto y un honor para mí. Un abrazote.
Eduardo, preciosas sensaciones las que ese animal le producia, bien contadas. Suerte y feliz 2017¡¡¡¡
Mi gran Juan, o Juanes (no confundir con el cantante), por lo de los bises. Empiezo por el final (asegurándote leer la novelita que me recomiendas y releer Los Diálogos del «explicitador» del Estagirita), quizá tengas razón: donde estén unas garras, que se quiten las uñas, te lo dice alguien con faz apuntando a leonina, los félidos, los felinos, los tigres de Borges. O su único tigre. Lo de charlar contigo daría para siglos, y más bien permanecería calladito, todo orejas, como Dumbo. Lo de la fiesta, para mí, fue como verme envuelto en un torbellino. Estaba como borracho. Quería tanto que tuve que conformarme con menos. Y no me quejo, eh, de lo que tuve, que conste en los archivos «entcianos». Me sucedió con María Rojas, de quien fui fugaz amigo invisible, con lo que me hubiera gustado pasarle el rodillo, en el buen sentido. En fin, maestro de la luz colorida, maestro del don, está claro que las cosas son como usted dice, y que lo que le dijera en la dedicatoria de esos versos, no lo recuerdo, y no guardo copia, lo sentía. Como lo presentía a USTED (he cambiado el tratamiento vía admiración)de viaje o constipado o con gripe. y lo echaba a faltar. Pero la luz se hizo. El que ama a los animales debería darse motivos para encariñarse consigo mismo. Con este humilde e improvidsado aforismo me despido hasta la próxima que espero, deseo cercana. Un superlativo abrazote.
Mi buena Calamanda.
La princesa de la brevedad estirada. No sé si estuviste en la FIESTA, creo que no. Me hubiera encantado conocerte. Y haberte podido decir esto y tanto más en persona. Pero las cosas son como son. Juan lo explica de maravilla en el comentario que precede al tuyo. Ojalá haya otro encuentro y mi deseo pueda cumplirse, mi Penélope comentarista. permaneceré a tu lado como un animal doméstico. Un beso enorme, de los sonoros, con unos deseos de felicidad continua para ti hasta el tres mil diecisiete, por lo menos.
Hola, Eduardo.
Si hubiera leído este relato hace un año hubiera pensado que el autor y, también la protagonista, sobredimensionaban el amor hacia su perro.
Hoy soy otra persona y, tras superar una fobia que me ha acompañado la mayor parte de mi vida hacia los perros, puedo decir que entiendo todos los sentimientos tan hermosos que cuentan; es más, podría suscribirlos y abanderarlos incluso. El cambio producido en mí tiene dueña, camina a cuatro patas, ladra mucho cuando me marcho por las mañanas y no deja de besarme.
GRacias por un texto tan bonito.
Besos y suerte.
Gracias Towanda, te guste o no te guste, la deidad (si no te gusta el tratamiento, me lo dices y me lo quedo para mis adentros). En la actualidad, como dije por ahí, ando viudo de animales, pero tengo un gran animalejo de compañía, todo un ser humano,mi Edu, mi «bichito», ya sabes. Opina de ti lo mismo que yo, pues le he leído textos tuyos y se sabe el tío párrafos de memoria. Tienes, inclusive, poderes curativos: eres pura magia. Muchas gracias por tu comentario y confidencias. Me muero por leer tu próximo texto para comprobar, una vez más lo alto que consigues colocar las cumbres de la literatura. Un beso muy grande, o sea, a tu medida.
¡Qué bonito Consi! No hace falta foto para imaginarlo bello, y qué final el de tu relato. Los peludos son mucho más humanos, no hay comparación posible con nuestra crueldad como especie.
Saludos y mucha suerte Martín.
Hola, Maribel.
Tienes toda la razón: somos de lo que no hay. El único animal capaz de matar en masa, de llevar a cabo auténticos exterminios. Y bella lo eres tú también, no me hace falta foto tuya, porque atesoras la sensibilidad suficiente para apreciar la belleza en los comportamientos. Muchas gracias por tu comentario y buenos deseos, que nunca sobran. Un beso muy grande.
Hola, MARTÍN. Gracias por traerme, con tu Consi, un recuerdo de infancia: el de Ivonne, la perra de mi papá, que niña entre niños, supo cuidarme cuando era muy chiquita y que, casualmente, gustaba de pasear con mi papá, que la llevaba montada en su moto Gilera.
Me gustó mucho tu propuesta de este mes, con esa soledad que sin poder caber en ninguna parte, fue borrada de un plumazo por alguien de cuatro patas, que a mi juicio superó eso de ser una bella persona.
Cariños,
Mariángeles
Hola, Mariángeles.
Muchas gracias por tu comentario y tus confidencias. Eres muy sagaz a la hora de interpretar el texto. Me gustan los unívocos pero mucho, quizá más, seguro, acabemos de ser sinceros, aquellos que, como me gusta decir, dan que pensar al lector avezado porque admiten una interpretación extensiva, poliédrica. Así, el perro no ocupa la tumba por lo que tú apuntas, porque es mucho más que una bella persona, como lo demuestra al no querer sobrecargar el corazón de su, yo diría amiga más que dueña, con la visión de su muerte ya que se lo ha roto en pedazos con su marcha. Cariños inmensos para ti, que surquen mares y franqueen cordilleras.
Emotividad en estado puro. Enhorabuena.
A veces, hay seres que, sin proponérselo, son capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos. ¿Cómo? Es fácil: basta con su ejemplo.
PD
Posterguillo es mucho Posterguillo… tengo relativamente reciente su trilogía de Escipión y es solo cuestión de tiempo que también caiga la de Trajano.
Hola, José, José Ignacio.
Emotividad, palabra entre palabras, para mí el corazón latiendo fuera. Lesenne (no sé si lo escribo bien) en su Tratado de Caracteriología, definía el carácter de los humanos en torno a la emotividad o no, primariedad o secundariedad y actividad o no. No serviría para con los perros, ellos necesitarían corsés muy especiales justamente porque escapan de ellos con su ejemplo emotivo.
Antes te veo yo a ti (o a cualquier enteciano-ana) escribiendo ese tipo de novela o intentándolo al menos. Posterguillo, en su género, es casis casi imbatible. Y ya que va de autores, recomiendo dos, aunque supongo que habréis leído cosas suyas. Por ser del gusto de Caballero Bonald, «El sistema», de Ricardo Menéndez Salmón, para el egregio poeta (pese a que Trapiello asegure que entre dos palabras siempre escoge, don Caballero, la más pedante, qué más quisiera él tener un solo destello de su calva)el mejor novelista actual; por criterio propio, cualquier libro de Ignacio Ferrando Pérez, ya sea de Relatos o bien se trate de una novela. ES MUCHO, ves, la emotividad. Para mí, más completo que el «gran campanu». Y es asturiano Ferrando, también, de Trubia. Muchas gracias por tu comentario y por tu posdata. Un abrazote.
Los lazos que describes con sentimiento sostenido y profundo, son lazos de amor, medie quien medie entre ellos, personas o perros u otros animales. Al amor profundo se llega, creo, por convencimiento o por necesidad. Tú nos hablas de esta última manera, que es a mi entender, la que más eleva una relación al sentimiento puro, pues es tanto uno en el otro, que se necesitan mutuamente para vivir y ser.
Preciosa manera de contarlo. Un abrazo, Martín.
Hola, Manuel.
Muchas gracias por tu comentario. El amor, sea por la vía que fuere o se alcanzase, tú apuntas dos nada despreciables, es tan necesario como respirar. El amor a una persona-nas, gatos, perros, el amor budista a todas las cosas, el panteísmo del amor. Tanto da. Hasta el amor propio, fíjate. Amarse a uno mismo es amar a todos los hombres, pasados , presentes y aun futuros. En mi particular concepción los perros son personas que ladran dulcemente, aun cuando atronen: sus razones tendrán. Erich Fromm en el «Arte de amar» dijo que, como en el dominio de cualquier disciplina, en la de amar caben la teoría, la práctica y, fundidas, surge la intuición, en la que todo se nos brinda como regalado. Los canes se saltan esas etapas, creo, pasando directamente a la intuición. Otro abrazote.
A mi perra, muchas veces, le digo que parece una persona por cómo se comporta y te confieso que me angustio al pensar que algún día ya no este junto a mí. Este relato hace que me identifique totalmente con la historia. También creo que hay mascotas mejores que algunos humanos. Muy bueno, Martín. Suerte.
Saludos.
Hola, Beto.
Te quedas corto, de verdad, son más que nosotros, que todos nosotros, o de otra manera mucho más, a mí me gusta decir «aloviante». Nos malacostumbran y, claro, el día que nos las encontramos, a las perras o perritas, o perros o perritos, de aquella manera o tenemos que despedirnos de ellas o de ellos, para dejarlos en manos del veterinario, esa sucursal de la muerte bienintencionada, pues nos dan los ochenta y un mil males. Muchas gracias por tu comentario y un gran abrazote.
Y esta bella historia la cierras con un epitafio especial: «Aquí yace una bella persona».
Metáfora que anima a ser comentada, que se merece un análisis «per se».
Porque asociamos los grandes hechos, los sentimientos, la inteligencia, el amor, los logros… la perfección al ser humano: a las personas.
Un epitafio, por tanto, que trata de homenajear al animal amado (desde el agradecimiento por haber llenado ese vacío sentimental), regalándole el calificativo de «persona».
Qué curioso, ¿verdad? Cómo somos los humanos (unos engreídos).
Pues así de humano es tu relato y tu protagonista.
Llevas al papel el pensamiento del superhombre, de la humanización de todo lo que nos rodea.
Muy conseguida tu historia.
Un abrazoooo, Martín.
Hola, Amparo.
Y a mí me encanta tu fotogenia, iba a decir es broma, pues no, es verdad; es broma, espejito, espejito…Tu sonrisa. Me ha gustado, por arriba de tu fotogenia, que ya conocía, el hondísimo comentario a este relato al que, si tú lo aseguras, lo mismo le vale el título de la canción de Michael Fugain «Cést un beau roman, cést une belle historie…» Siempre me conmovió el colofón del Siddhartha de Herman Hesse: el amor a todas las cosas como conquista final y cotidiana del hombre verdadero. El acabose para su ardua búsqueda. Estoy contigo, Amparo, con tus pensamientos hermosos que se enredan en tu sonrisa como invisibles flores de luz. Un besoooo.
Hay compañías que son insustituibles, fidelidad que desborda las vidas, cariño que se consume cuando se presenta la ausencia.
Hay en tus palabras sentimiento y brotes de verso. Que bien nos dibujas la tristeza y los gratos recuerdos.
Cuando una mascota es parte de nuestra vida y la consideramos persona todos los adjetivos son bien merecidos.
Un gusto leerte Eduardo.
Un abrazo grande.
«Con las gotas que salpicaban de una ducha compartida en un minúsculo espacio. Con la leche y la mantequilla. Con el hervor de una olla y una copa de vino. Y, al anochecer, esa lágrima que visita tu mirada se fijó para siempre con la escarcha que cuelga cada noche en el dosel de tu cama».
«Entre cuatro paredes de cristal encerraste mi libertad…Aquí me quedaré hasta que el último soplo de vida también quieras hacerlo tuyo».
¿Te suena ,¿no? Lo único que es mío es el beso que te mando, el gusto de leerte a ti, y ese rubor de tinta que me deja quebrado de verso.
La soledad no cabía en ninguna parte. Aquí yace una buena persona.
Eduardo, mi amigo secreto, el relato me encanta de principio a fin.
Me gustó mucho conocerte. En mi tiempo, todo es tan breve.
Felicidades en este año.
Hola, María.
En primer lugar, muchas gracias por tu comentario, porque me consta que no eres de las que regalas los oídos así como así. En segundo término: felicidad para cuantos años vivas, que te deseo sean muchos, todos los que tu verdaderamente quieras. Y, para concluir: A mí también me gustó mucho conocerte, lo que sucede es que me hubiese gustado haber profundizado algo. Lo he contado por ahí: estaba como en una nube, como perdido: no conocía más que a Paloma Hidalgo; luego, en fin, estabas tan bien acompañada que me dio no sé qué entrometerme en vuestra mesa; y quería, por otro lado, no forzarte a ver el regalo y analizarlo allí mismo. De amigo secreto nada, amigo. Si necesitas lo que sea, le pides a Jams mi correo electrónico, que pongo a tu disposición. Espero que el regalo de tu amigo secreto 007 te gustase. Lo que te decía lo pensaba y lo sentía de verdad. Un beso muy fuerte.
Pues estoy completamente de acuerdo, MArtín, en que el término persona bien puede atribuirse a algunos compañeros de cuatro patas no humanos; y a la inversa también: hay algunos humanos que no son personas.
Te ha quedado un cuento entrañable y sensible.
Saludos cordiales.
Hola, Carles.
Muchas gracias por tu comentario. «Persona», «entrañable», «sensible».
Tres palabras que, reunidas por un perro dicen muchísimo en su favor. La gran mayoría de los canes las reúnen. Un abrazote.
Has puesto el sentimiento no solo en la historia, si no también en el modo como está contada. Por eso transmite tanto.
Suerte y abrazos
Hola, Anna.
Eres una persona deliciosa. Y tu comentario es tan breve como, para mí, elocuente. Que alguien como tú lo haga, captando el sentimiento que traté de poner, al darle al teclado, me colma de felicidad, a la par que renueva mis ganas de seguir escribiendo.
Con el atracón de lecturas delas fiestas (lecturas atrasadas) no he adquirido tu novela aún. Pero te aseguro que es el próximo libro que voy a comprar, junto con el de Jams, y a degustarlo como se merece. Muchas gracias. Un beso.
A tenor de los muchísimos comentarios que has recibido, el amor por los animales está en horas altas. No sé si es bueno o malo. Bien, dos posibles explicaciones al amor actual por los animales: lo de amar al congénere se ha puesto imposible; hay que buscar en otro grupo. O es una cuestión de dominio, de poder. Porque lo de dar amor sin nada a cambio… En fin, este sería un buen debate. Sé que te gusta el tecleo y me darás tu sabia opinión. La mía es que (el ser humano jamás actúa sin beneficio) hay una utilización de los animales domésticos para ampliar nuestras satisfacciones (conozco más de un dueño/a de perro que va felicísimo/a a los toros mientras hace apología del amor hacia los perros). Además de otras utilizaciones de perros para fines desgraciados que ya se conocen.
En fin, el tema central es la literatura. Así que te diré que valió la pena leer tu relato. Emotividad a raudales, dando una idea de quien lo escribe. Si aplicas las consideraciones que haces de tu protagonista a un humano, no logras cuadrar ni uno. Garantizado. Lo que me ha resultado curioso es la idea de marcharse para evitar a su dueño el último lance. Me pregunto si habrá algún humano capaz de hacerlo. ¿Será eso sinónimo de haber sido feliz?
Saludos, Martín, y suerte
Hola, José Luis. Mu chas gracias por tu extenso comentario. Es cierto, me gusta darle a la tecla casi tanto a como a la palabra, aunque pudiera resultar engañosa. Tienes razón, el humano se gobierna por el criterio económico de la utilidad. No hace nada que no le reporte dinero. El dinero, en nuestro ecosistema es, da poder. Y por eso lo acaparamos, acapararlo es lo que nos mueve. Do ut des. nada de generosidad. Hasta una donación, un regalo, tributa. Al humano no suele gustarle la filosofía, la buena, la pura, y la tilda de saber inútil, desconocedor de que, precisamente en su inutilidad radica la dignidad especialísima del saber de los saberes: ser un fin en sí misma y no servir de medio a nada ni a nadie. Desde el principio, el hombre ha instrumentalizado, domesticado a los animales para servirse de ellos y para otras lamentables cuestiones a las que aludes. Y estoy de acuerdo en que busca su compañía para paliar el hecho probado de no poder relacionarse satisfactoriamente con sus congéneres, esos seres que hablan, piensan y caminan erguidos. El pensamiento es la muerte del hombre. hablar confunde como en Babel. ¿Y erguirse? Así les va de rechupete a fisioterapeutas y quiroprácticos con nuestras espaldas doloridas. Los animales deberían vivir en su mundo en realidad, alejados de nosotros. Y sí hemos decidido tenerlos cerca, al menos cuidemos de ellos, que saben, o intuyen (Bergson defendió la intuición como una forma de conocimiento) para lo que están aquí, al contrario que nosotros, con nuestro cerebro hipertrofiado, chocando contra las paredes del cráneo como queriéndose salir de él. Y ofuscándonos, obnubilándonos. No sabemos lo que pintamos aquí y pretendemos llegar hasta adonde a lo mejor vive Dios, qué sabe nadie. Y estamos en la robótica: ¿otros animales nuevos los robots? Como consiguiéramos que diesen cariño… Oscar Kiss Maerth en su «El Principio era el fin» (el título ya resulta indiciario) denomina al hombre el genial loco. Cuánta razón tiene. Ningún humano hubiera procedido como el perro del relato, ahorrándole a su amiga un mal mayor (el de presenciar la agonía y muerte del animal) que aquel que representa haber abandonado su compañía. Hace poco escuché que un forma de amor es permitir a los demás que no nos amen. Y sí, creo que una conducta como la del perro del relato implica felicidad. Solo quien es feliz puede ser generoso. Placer departir contigo. Un abrazote.
Es un texto que galopa a lomos de la poesía, la experiencia, el sentimiento, la nostalgia…Que tiene pinceladas de humanidad, de animalidad, de humor, de tristeza…Pero sobre todo, que retrata desde la primera línea los gestos más sinceros de la amistad, con mayúsculas si quieres.
Mucha suerte Eduardo.
Será a la tercera la vencida…Vamos a ver si este comentario ve La Luz.
Si a las dosis de nostalgia, poesía, y animalidad, por decirlo de algún modo, se le añaden pinceladas de humor, metáforas de situación y gestos cómplices de la amistad, uno puede encontrarse con un relato como el tuyo Eduardo, rico en sentimientos y sensibilidad.
Mucha suerte con Consi.
Y un abrazo.