19. Conversación con mi peluquera (Javier Ximens)
Cuando se murió mi marido lo tuve claro, nada de llevar sus restos al cementerio de la Almudena y tener que ir los fines de semana a llevarle flores, novedades y reproches. Como además de mi pensión me quedó la de viudedad, decidí que esta me la gastaría en arreglarme. Así pues, lo incineraron y sin que nadie lo supiera tiré sus cenizas en el cine París. Entonces sí, cada vez que había estreno, compraba un clavel y me iba a visitarlo en mi butaca preferida. Nunca pensé que el cine cerrase, me disgusté cuando abrieron los Salones Reina, pero me vino bien. Empecé a venir a tu peluquería, me aviaba con mis mejores vestidos, me presentaba por parte del novio y me sentaba en la tercera mesa de la izquierda, donde aproximadamente reposaba mi marido. Hice buenas amistades. Si había promociones comerciales, allí estaba yo, no compraba nada y me traía el regalo. Sin embargo, como sabes, con la crisis el salón cerró y abrieron el Mercadona. Mi marido queda justo en la sección de charcutería, estará contento con lo que nos gustaban las gallinejas, pero ahora sí, chica, me remuerde la conciencia y me he hecho vegetariana.
La conciencia es muy pesada. A pesar de todas las decisiones que esa mujer tomó con toda la determinación del mundo, con el fin de ser libre y feliz en lo posible, allí estaba, viviendo como siempre, pensando en si hizo o no lo mejor en cada momento. Ojalá el supermercado le dure mucho… sobre todo porque no tenga que andar inventando un nuevo estilo de vida para no mancillar el recuerdo de su esposo.
Te ha quedado muy bien y es muy original. Gracias Ximens por este ratito y feliz tarde.
Tu protagonista no es una mujer convencional. En lugar de acudir al cementerio a rendir homenaje a quien fue su compañero, prefiere incorporarlo a su día a día. Una decisión que le hará vivir con mayor intensidad que si se limitase a visitar el camposanto. En ese salón de bodas y presentaciones experimenta vivencias sencillas, pero gratas, que le demuestran que sigue viva y abierta al mundo, sin olvidar la memoria de su marido. El omnipresente Mercadona le hace cambiar de hábitos alimenticios. De todo ello tenemos noticia por las confidencias que hace a su peluquera, una moderna confesora, a quien hace partícipe de sus andanzas, cambios en una existencia a los qye sabe adaptarse.
Un relato en el que se nota un gran trabajo de fondo, como en todos los tuyos, además de creatividad y un esfuerzo, logrado, de hacer algo diferente.
Una brazo, Javier. Suerte
Javier, me encanta tu relato, y el final sublime. La verdad es que la pobre viuda quiso lo mejor para el difunto, pero con la sociedad cambiante que llevamos, cualquiera puede imaginar que quede algo en un lugar definitivo y lo de la charcutería y hacerse vegetariana, para aplaudir. Además me he reído un montón, tienes ese humor que hace de un relato que se quede grabado. Te repito que me ha encantado. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Je,je,je, genial propuesta. Me ha encantado que las cenizas acabaran en el Mercadona y encima en la sección de charcutería. Y es que pueden cambiar mucho los locales comerciales pero al final solo la muerte permanece.
jajajajajaj me ha encantado este relato. Me encantaría otro con lo que habrá pensado la paciente peluquera…
Felicidades.
Saludos.
Muy simpático el micro pero… me ha sorprendido que se haya hecho vegetariana: siente remordimientos y… le traiciona de ese modo. Lo que tendría que hacer es ir de tanto en tanto y comprarse jamón pero del bueno bueno.
Un beso; Luisa
Hay decisiones imposibles de cambiar. Los negocios cambian pero el marido de la protagonista será eterno. NO es mal sitio la charcutería de Mercadona.
Original relato. Te deseo mucha suerte, Javier.
Besos.