92. CRISTALES OPACOS (J.A. Iglesias)
Un velo de maldito polvo blanco, ceñía sus cuerpos.
Alguien deambulaba, portando una figura inerte. Igualmente vestida de polvo blanco. Tan espeso, tan maldito. Vagando entre la nube de aquella atronadora sordera, que resquebrajaba la corteza terrenal cercenando vidas, como si estas muertes solo fueran aderezo para la crónica del siguiente noticiario.
Aquella ya no era su pequeña. Era el envoltorio de sus sonoras risas, de sus «te quiero», de sus «papi».
De sus pupilas sin luz de vida, como cristales opacos, dos lineas carmín del líquido vital trazaban sobre la tez nívea una tétrica máscara.
El hombre cayó bruscamente clavando sus rodillas en la polvorienta arena. Toda su turbación, pánico, terror, los llevaba ahora en sus brazos.
¿Qué niño es el siguiente que debe morir? ¿ En qué lugar? ¿Qué hombre, qué Dios se otorga ese derecho?
Muda orbe. Vemos, oímos, callamos. Adormecido nuestro reclamo. Conciencias apagadas. Misiles encendidos. No pasa nada, fingimos.
– ¡Que noticia tan horrible! Pásame la ensalada y cambia de canal que estamos cenando.
Pero el dolor de aquel hombre podría tornarse en nuestro. Pues mientras haya hombres que se crean dioses, en ningún rincón del mundo estaremos a salvo.
Todo el sistema confabula para volvernos autómatas, incapaces de ver el dolor ajeno para luchar por nuestra propia supervivencia normalizàndolo. Lo que no sabemos y de lo que no advierten «los expertos» es que esta reacción que tenemos va sobre todo en contra nuestra.
Buen texto.
Hola, de completamente de acuerdo.
Gracias