11. CRÓNICA JOCOSA DE UN ENFRIAMIENTO (Edita)
La primavera disparaba dardos edulcorados y nosotros pasábamos por allí con la sangre alterada. Éramos el blanco perfecto. Así empezó todo, a lo tonto. No hubo dudas, los síntomas fueron claros: sonrisas perennes e inclinación al rosa cursi. Tan embobados estábamos que inauguramos el verano en pleno mayo. Sol y pasión. Repetimos estación durante algunos años. Pero nos fuimos chamuscando sin apenas darnos cuenta. Nuestros sentimientos, hasta entonces a flor de piel, adquirieron poco a poco tonalidades otoñales. Luego, inspiramos al mismo Sabina: “El otoño duró lo que tarda en llegar el invierno”. Con él, apareció el frío insoportable, cubriendo de escarcha los corazones. Y viéndote ya medio congelado, ni te imaginas cuánto tengo que controlarme a veces para no empujarte hacia el fondo del arcón grande, entre el pulpo de la ría y los filetes de ternera gallega.
Los que hablan de química entre personas no van mal encaminados. El enamoramiento va asociado a esas curiosas mariposas en el estómago que dicen algunos, al calor que produce el sonrojarse, reacciones físicas todas, fruto de una energía corporal que se desata.
Sin embargo, el tiempo puede enfriar, y de qué modo, ese ardor inicial, hasta convertirlo casi en gélido resentimiento.
Un relato con el desamor como elemento discordante y creador de contrastes entre dos personas.
Un abrazo y suerte, Edita.
Muy generoso y cumplidor, como siempre. Muchas gracias.
Del calor de la pasión al frío de la indiferencia. Un proceso inherente en las relaciones que no alimentan los rescoldos del amor. Muy buen relato y además nos regala una sonrisa final. Un caluroso abrazo y suerte, Edita.
Muchas gracias por tus generosas palabras.