09. CUANDO ABRES LA VENTANA Y VES BRILLAR EL SOL (María José Viz)
¡Niña, no pongas tus manos sucias en la ropa tendida! Estas sábanas de lino de organza son delicadas, pero es hora de que sepas que también reflejan años de humillación. Tú eres muy pequeña, por eso desconoces que estos bordados tan hermosos encierran demasiado dolor. Tu abuela se dejó la vista en tan minuciosa tarea. La señora nunca estaba satisfecha con su trabajo. Madre falleció y a aquella vieja bruja también le llegó su hora, pero la esperanza de un renacer se frustró cuando su hija tomó las riendas de su despiadado mandato. Tú y yo, Anita, dormimos con un áspero cobertor sobre nuestros cuerpos, mientras que los señoritos disfrutan de la suavidad de estas sábanas que clarean al sol recio de la meseta.
Mírala cómo nos observa tras la ventana, ¡la muy harpía! ¿Sabes que te digo, hija? ¡Coge más barro y frótalo con todas tus fuerzas por la colada! He pensado que si seguimos aquí esta blancura nos volverá el alma muy negra… ¡Corre, Ana, no te detengas! Es momento de alcanzar nuestra ansiada libertad.
Una chiquillada infantil puede llegar a convertirse en el germen de una rebelión justa. Esa madre comienza advirtiendo a su hija de que no manche la tela recién lavada, para, después de un ejercicio de análisis mantenido en el tiempo, concluir que ha llegado el momento de levantar la cabeza con todas las consecuencias, uniéndose a una acción infantil instintiva, que quizá, desde el principio, iba más allá de una simple travesura.
El título es contundente y muy apropiado para esta historia de liberación.
Un abrazo grande, María Jesús. Suerte con este relato sugestivo, interesante y bien narrado y que todo vaya bien.
(No tengo remedio: María José, no «María Jesús»). El subconsciente me lleva a fusionar tu nombre con el de Jesús. Mis disculpas otra vez, que no será la última.
Hola María José. Un relato con la calidad narrativa a la que nos tienes acostumbrados. Quizá no sea mi preferido entre todos los que has publicado y he tenido la suerte de leerte, pero está muy bien. Un abrazo y mucha suerte.
Hola, María José. Nos dejas una historia donde muestras ese sufrimiento del que parece haber nacido para servir al que ha «tenido la suerte» de haber nacido un peldaño más arriba. Además, da la impresión de que, como la hacienda o el apellido, algunos también heredan las cuitas. Hay que tener valor para tratar de alterar ese destino. Nuestra protagonista, al menos, lo intentará. Desgraciadamente, puede que no le sirva de mucho o que, tal vez, empeore su situación. Pero el ejemplo que deja en su hija seguramente sea su mejor legado. Esperemos que no sea el único. Buen relato. Besos y suerte.
«esta blancura nos volverá el alma muy negra»… esas frases que hacen volar tu texto muy alto… ¡enhorabuena!
Hola María José.
En tu relato hay mucho de esa España no tan lejana, de este pueblo de siervos y señores en el que siempre pierden los mismos. Te deseo mucha suerte, y te mando un abrazo.
Triste esclavitud la de las chicas de servicio. Muy bien reflejado en tu relato. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Más vale tarde que nunca para rebelarse. Buena historia María José.
Suerte