117. Cuando ni haciendo el indio se consigue lo que uno desea
A falta de respuesta en las misivas el hombre deja una manzana justo en el borde del nevado camino. Cree otra vez que no será en vano su cometido, y muy posiblemente, antes que llegue la noche a su punto más álgido acabará con lo que se ha propuesto. Duda. Está cansado de tener que esperar. Las esperas son a veces agoniosas, por eso antes de volverse intransigente, y perder los nervios decide cambiar de táctica. No funcionará, piensa. Quizás debería acudir a la técnica de un especialista, que le abra los ojos, y enfocar de nuevo la situación, para solucionar el problema de raíz. Duda. Se mira el torso. No le quedan demasiadas costillas. Le vence el valor que imprimió en sus primeros días, angustiándole. ¿Qué será de mi vida?. Por momentos se vuelve gélida, porque ellas borran al pasar las huellas que dejan sobre el blanquecino suelo. No quieren que nadie les señale. Para vencer la derrota piensa comprar una serpiente. Sería un atractivo añadido. ¿Picarían?. Difícil. Sabe que ninguna está dispuesta a sucumbir a la mordedura de la manzana, todo porque su físico no es el estipulado en los cánones de belleza.
Yo también creo que tu relato tiene algo que se me escapa.
Lo siento. No soy capaz de dar con ello.
Un abrazo.
Buen juego con ese nuevo Adán y sus imposibles Evas. Imaginativo y divertido, con un toque irónico y todos los componentes simbólicos. Lo mejor lo de las costillas y la alusión a que no quieren ser señaladas. Un final muy bueno e inesperado y que incide en el tema de los cánones de los que somos esclavos, desgraciada y estúpidamente.
Me ha gustado mucho por la dificultad que entraña tu narración y lo bien que resultó.
Suerte y abrazos.
La verdad que me aventuré a escribirla en poco tiempo, quería hacer un inciso en lo importante que es la imagen para el mundo en el que vivimos, y al final obté, como recurso, llevar la historia de Adán y Eva, al extremo que narro en el texto. Para mí también supuso una dificultad añadida, en la que no quería desvelar el secreto que al final queria darle. Me lo leí muchas veces, hasta estuve a punto de dejarlo, pero, en el último momento obté por lanzarme a la piscina, en este microrrelato arriesgado, con la duda de si iba a ser entendido. No deja de ser el juego inevitable en el que muchos de nosotros nos inmiscuimos, y del que seguro algunos, al menos yo, me he encontrado de narices, al no tener un físico prominente, atrayente o lo suficientemente generoso para que los demás acaben por ceder y piensen lo maravilloso que soy. La próxima intentaré ser más cicatero sin tanto lío. Un abrazo a todos. Saludos cordiales.