04. Das Metzger
El venerable y respetado anciano caminaba como cada mañana al local social de Río de la Plata donde se encontraría con sus camaradas, venerables y respetados ancianos, para compartir las mil veces repetidas historias de juventud, juventud perfecta y deseada.
Ensimismado en sus recuerdos no se apercibió de la furgoneta negra de cristales tintados que frenó junto a él. La capucha envolvió su cabeza siendo introducido en el vehículo a empujones. Sintió un pinchazo en el brazo.
Despertó mucho después conmocionado, atado a una silla, viendo entre nebulosas varias personas que le hablaban con voces tranquilas:
• …culpable del asesinato de miles de… …es Vd. el Carnicero…
“Así me llamaban, idiotas, Das Metzger aus Auschwitz, a mucha honra, malditos miserables, teníamos que haber acabado con todos vosotros” farfulló revolviéndose frenético.
• …se le condena a…
Retorciéndose bramó varios insultos y escupió.
Ya en el cofre de madera lo último que vio fue el letrero de hierro adorado por él y sus camaradas del local social, “ARBEIT MACHT FREI” leyó.
Siempre había querido regresar pero no de esta manera.
La realidad le golpeó cuando el inmenso calor del horno crematorio comenzó a envolverle.
A cierta edad todos los ancianos parecen respetables y venerables, lo hemos visto en el caso de más de un dictador, por definición, insensible e implacable con sus oponentes; pero ese barniz que confieren los años no oculta las barbaridades que algunos malnacidos cometieron abusando de su poder, ni mucho menos les exime de responsabilidades. Este nazi, apodado con razón el Carnicero, va a terminar como muchas de sus víctimas en Auswitch, en el horno crematorio, solo que él lo hará sin el paso previo por una cámara de gas. Lo de «genio y figura hasta la sepultura» en su caso se cumple a rajatabla, pues hasta el último momento sigue empeñado en su fanatismo irracional, no hay en él una pizca de arrepentimiento ni de compasión, aunque sea a posteriori, o en diferido, como a algunos les gusta decir más recientemente.
La venganza nunca es deseable, ponerse al mismo nivel no arregla nada de lo hecho, lo que no quita que en ocasiones, aunque no queramos reconocerlo, resulte, hasta cierto punto al menos, comprensible.
Un abrazo y suerte, Pablo