De aquellos polvos, estos lodos
Al protagonista del relato de Ángel Saiz Mora, Tras el viento, la tempestad le va al pelo la canción que cantaba Mecano allá por los años 80, Hoy no me puedo levantar. Menuda resaca.
Más adelante tal vez le espera una guerra tipo la guerra de los Rose.
«La cabeza le pesa igual que un obús de gran calibre. El hígado lucha desde hace horas para metabolizar el alcohol. Empiezan a sobrevenirle ráfagas de lucidez.
Le localizaron gracias a las redes sociales. La cena con los compañeros de colegio resultó sumamente grata. El viaje atrás y la evocación ilusionada de anécdotas se abrieron paso entre calvicies, vientres excesivos y caderas abultadas por la maternidad.
La melodía del móvil y el timbre del fijo no han dejado de atronar, estridentes cañones aunados para martillearle las sienes. A ello se unen los alaridos de su mujer, auténtica metralla como respuesta a las voces femeninas que preguntan por él.
En el local con aires de otra época sonaba Waterloo de Abba. Entre copa y copa se inició una batalla de besos desinhibidos. Una antigua novia y otras que pudieron serlo anotaron sus números. A partir de ahí todo fueron lagunas, alguien debió llevarle a casa, parecía venido del frente, con el rostro cuajado de sangre de carmín.
Escucha chasquidos de maletas que se cierran con violencia, seguidos del estampido de un portazo. Todavía no piensa con claridad, pero intuye que ha comenzado una guerra.»
Pero qué buenos sois los dos!!!
Beso
Ginette, tú sí que sabes elegir acompañamientos musicales. No se me ocurre una banda sonora mejor, a la que, además, identifico como una parte emblemática de mis años mozos.
Mil gracias son pocas, pero ahí te las envío, junto con un cariñoso abrazo