23. De cuerdos y cuerdas (Alvaro Abad)
La verdad, tu verdad, otra vez, ha quedado colgada de la cuerda con dos pinzas de blanquecina madera, astilladas, sin apenas fuerza. Un poco de viento, y adiós. Caerá de nuevo al barro, ese barro persistente y maloliente que saca la humedad de no se sabe dónde y que se empeña en no secarse, como si estuviera siempre esperando a que caiga la maltratada verdad de su cuerda y volverla sucia, oscura, viscosa. Irrecuperable.
Volverás a tender tus impolutas verdades de esa raída y floja cuerda, clavada con dos herrumbrosos clavos en dos estacas que bailan con el viento, que mantienen el equilibrio con dificultad como el borracho mohíno y triste que quiere hacer creer a todos que hoy no ha bebido. Bendito mentiroso, tómate la última y busca tu cuerda. La cuerda te espera, nadie más te espera.
Pisaré el barro, sujetaré el tendedero cuando arrecie el viento y lo defenderé de la tormenta, aunque el frío y violento granizo arranque mis escasos cabellos a golpes, aunque el rayo me parta en dos. A veces lo deseo, a veces te deseo. A veces…
Escucharé tu verdad, aunque no la crea. Una vez más. Y otra…
Hola, Álvaro.
Veo una verdad floja, frágil, casi con disfraz de mentira. Y creo ver a alguien que está dispuesto a creer y a seguir creyendo lo que no es.
Abrazos y suerte.