44. De donde nadie vuelve
Dicen, y he de creerlo por la unanimidad de un pueblo, que el reloj del campanario se paró cuando mi hermana y yo nacimos.
Eso que tan solo podría ser un chascarrillo más, se convirtió en un estigma. Porque dicen, otra vez dicen, que desde ese momento comenzó la diáspora.
De tres bares solo queda la taberna de Juancho (que la mantiene por no achisparse solo).
Sandra y yo nos quedamos, como si tuviéramos que pagar una deuda. Y sin más jóvenes cercanos, cuando el deseo brotó inconmensurable, nos dedicamos a explorarnos. En las penumbras.
Al quedar embarazada, no hubo más remedio que salir del escondrijo y lidiar con lo que acaeciese.
Primero decidimos comunicárselo al cura (que solo venía los martes). Tal fue su ira al llamarnos “hijos de Satanás” que fue como una invocación.
Al nacer nuestra hija, gastamos nuestros ahorros en un relojero que, amparado en la oscuridad de la noche, puso en marcha las saetas.
Que hayan comenzado a regresar familias se considera obra y milagro de nuestra pequeña. Bendita casualidad.
El párroco anda mucho tiempo desaparecido. Dije que lo amenacé con matarlo (por su canalla seducción a una joven inocente) si se le ocurría volver.
Original y tétrico. Como me gustan a mí.
Si el pecado, falta o delito (o todo junto) ya tiene en sí una gravedad terrible, la hipocresía le añade un broche acorde con el personaje. Mejor que el párroco no aparezca por ese pueblo, ahora que vuelve a resurgir, cosa que sucede tal vez porque él no está. La falta de personas e incentivos provocó una relación antinatura entre hermanos que quizá no tendría que haber sucedido, pero eso no le quita culpabilidad a la actitud de una persona que debería estar consagrada al espíritu, que hace lo contrario de lo que predica.
Un abrazo y suerte, Javier
Vaya, pues me alegra.
Ese toque tétrico se lo he dado como venganza a ese cura que en una historia real llamó «hijos de Satanas» a dos hermanos que quisieron que los casara. En la actualidad siguen sin poder casarse porque lo impide la ley, pero tienen dos hijos.
Un besete
Gracias, Ángel, como siempre.