02 DECONSTRUCCIÓN
Todos los días, al ir al trabajo, abría bien los ojos pese a la hora temprana en la que cogía el Metro. Entraba medio dormido al vagón, abrazaba la primera barra libre y, disimuladamente, echaba un rápido vistazo al personal esperando encontrarla otra vez.
Ella lo había mirado un día, con total indiferencia, eso sí, pero con unos ojos tan hermosos que ya no iba a poder olvidarlos.
El tren se iba llenando en cada parada y él cambiaba de vagón para seguir escrutando cada nueva cara, cada melena, con la concentración y la experiencia del buen psicólogo que era. Ese día ocurriría, seguro. Conocía bien a las personas viendo solo un instante sus caras.
Y así fue. Esa mañana consiguió divisarla entrando precisamente en su vagón, ensimismada mirando el móvil. Se fue acercando lentamente a ella hasta conseguir rozar su hombro y, entonces, ocurrió. Sus miradas se cruzaron de nuevo pero, esta vez, encontró la suya acompañada de una leve sonrisa que lo dejó paralizado de emoción.
Cuando ella salió apresuradamente en su estación él, presa de los nervios, abrazó su propio cuerpo, suspiró y…Fue entonces cuando se dio cuenta de que le faltaba la cartera.
La gente de bien, la que no roba, sabe de la existencia de los amigos de lo ajeno, que no se debe bajar la guardia, pero no es posible vivir en esa tensión permanente y menos cuando se tiene la atención en otros menesteres más sugerentes, como le sucede a tu protagonista, que está, ni más ni menos, que enamorado. Su mente analítica ha dado marcha atrás para intentar saber cuándo perdió su cartera, pero seguro que por esa sonrisa da por buena la pérdida, algo que también comprenderá, no siendo duro consigo mismo, ya que es buen psicólogo.
Un relato que hace bueno el dicho de «todo tiene un precio».
Un abrazo, Puri. Suerte
Gracias, guapo. Pero ¿Averiguará nuestro enamorado que quizá fue su amada quien le birló la cartera mientras lo hipnotizaba con su sonrisa? Otro abrazo.
Una mujer que no solo le roba el corazón. El metro y esa rutina casi exacta en la que solemos caer con las mismas personas día tras día da para muchas historias. Delicioso relato. Abrazos y suerte.
Muchas gracias, Rafa. Y tienes razón, el Metro es un submundo realmente fascinante si lo observamos con algo de atención. Da para un tomo entero de historias, como bien dices. Un abrazo, amigo.
Vaya, qué decepción sufrió el pobre. A pesar de estar prudentemente conteniendo el aliento, para ver qué milagro estaba a punto de suceder. A pesar de toda su sabiduría sobre la personas, nada pudo hacer contra la audacia de la chica. Ella sí que supo leer en su mente.
Original y con final inesperado.
Enhorabuena y feliz día.
Esa era exactamente mi idea de esta breve historia de pasiones divergentes. Deconstrucción sorpresiva de una realidad que no era tal. Gracias por tu certera reflexión, Mercedes. Un abrazo