98. Del amor en los tiempos del olvido.
La Sra. Enriqueta aprovecha los días de colada para convencer al Sr. Matías. Salen al jardín, ella va más avanzada, él, cojera a cuestas, la sigue resoplando. Hace un día estival espectacular, como aquel. El dedo de la reprimenda de ella muestra una avanzada artritis, su voz, sin embargo, parece no envejecer tras la sábana blanca. A la Sra. Enriqueta le gusta repetir aquella escena de verano, aquella colada impoluta, aquel niño de cinco años y sus travesuras. Acabada la función, coge de la mano al Sr. Matías y vuelven al interior: “corre hijo, tienes la merienda encima de la mesa, pan y chocolate, como a ti te gusta, pero ni se te ocurra volver a acércate a mi colada”. Y yo le sigo la corriente, y le guiño un ojo al Sr. Matías cuando pasan por mi lado, mientras paseo a la Sra. Antonia en su silla de ruedas. Ya les he dejado preparada la merienda en el salón pequeño, para que tengan intimidad. Cuando ingresaron no entendí que él también se quedara, su respuesta fue que le había prometido que envejecerían juntos y que él es un hombre de palabra.