43. Del caos
Del caos, se quedó con trozos de recuerdos. Con retales de la noche del ataque. Con la visión de puentes y edificios convertidos en cascotes, rodando incandescentes por el suelo.
Del caos, se quedó con las oleadas de luces quebrantándoles la vida en sucesivas explosiones y con ese «¡Mamá, mira el cielo que bonito!», que le dijo su pequeña, viendo caer en ralentí cientos de proyectiles luminosos en forma de cascada, de aterradora belleza.
Del caos, se quedó con la voz de quien gritó: «¡corred!» y con la imagen del retrovisor reteniendo el lugar de la tragedia, mientras huían de la ciudad a toda prisa.
Del caos, le quedó el dolor en el pecho siempre que recuerda a los que no pudieron huir y el llanto por todas las ausencias y el bruxismo y el insomnio y las visiones recurrentes y la necesidad de estar siempre en alerta.
Y del caos, también le quedó la que posiblemente sea la peor y más terrible de todas las secuelas: el recelo que ahora siente al contemplar el cielo y el terror que le producen las noches de Perseidas.
Todo tiene un nombre, nos gusta clasificar hasta lo más mínimo b!jo una denominación, porque así parece que lo tenemos todo controlado. Tu protagonista puede decirse que sufre estrés postraumático, suena fatal pero para nosotros es mucho más sencillo nombrarlo que para ella sufrirlo y olvidar. Un relato que muestra que poner orden tras un caos total lleva su tiempo, puede incluso que nunca se consiga del todo.
Un saludo y suerte, Cecilia.
Efectivamente Ángel, la exposición a situaciones limites en las que se ve peligrar gravemente la propia integridad física o la de personas cercanas, como la guerra en este caso, sigue siendo al día de hoy una realidad y el estrés postraumático la secuela, el trauma, el dolor que continua para muchos, aun cuando lo que lo originó ya ha pasado. Un trauma evitable que, desgraciadamente, hoy por hoy, no lo es.
Gracias Ángel como siempre por la generosidad de tu lectura y tu comentario.
Cecilia bien descritas esas situaciones que crean el pánico, obligan a correr, a huir y no permiten descansar en paz. Se me hace una noche de guerra regada de proyectiles que lucen y silban sobre las cabezas de miles de inocentes. Bien hecho. Suerte
Yo he imaginado una noche de horror tal cual la describes. Es duro pensar que la realidad supera siempre a la ficción. Gracias Manuel por pasar y dejar tu comentario
Cecilia, podemos imaginar un sol que calienta o un sol que achicharra, dependiendo del que te haya tocado servirte y a esta pobre niña le tocó conocer y vivir muchas noches con estrellas muy brillantes, malas y asesinas. Secuelas, secuelas y más secuelas.
Me parece que lo has contado muy bien
Nos leemos.
Cecilia, tu relato me parece reflejar la guerra de Ucrania, Siria, Irak o Afganistán. En ellas el que antes era un luminoso brillo de las estrellas ahora se corresponde con la caída de misiles, drones y artillería que ponen en riesgo sus vidas. Esto obliga a los habitantes de estas zonas a resguardarse durante la noche de esos cielos amenazadores, que deben buscar refugio en las cuevas, sotanos y metros de sus lugares de residencia. Un micro que muestra del horror que somos capaces de desatar los humanos por intereses espurios e inconfesables. Un abrazo.