67. Del cefalópodo
La madre se queda embobada mirando la pantalla del ordenador. ¡Estos entretenimientos modernos son tan atractivos visualmente! Pero es la simplicidad de formas y trazos lo que la cautiva. El movimiento de los colores en ese laberinto cambiante… le parece una obra de arte con vida propia.
El chico está enfrascado en lograr su objetivo: que los puntos rojos lleguen al final del recorrido mediante la reubicación de sus paredes, facilitando así su camino hacia la salida, mientras impide el avance de los verdes. Además puede reducir el grupo adversario si consigue que un panel caiga, al trasladarlo, justo encima de un punto.
En otra parte del planeta, una joven se encarga del avance del equipo verde. Le fascina el diseño del desplazamiento de los colores… aunque es algo errático, como si fueran ratones en un laboratorio.
A miles de kilómetros, en una lujosa sala, las apuestas sobre el vencedor suben a cantidades desorbitadas entre sorbos de champán.
En la nave industrial contigua, hombres y mujeres de ambos equipos, con geolocalizador en el tobillo, corren desesperados en medio de un caos de tabiques móviles, rezando para no morir aplastados en su intento de alcanzar la meta y ganar el juego.
Para que unos se diviertan otros tienen que sufrir, porque el de tu relato no es un entretenimiento inofensivo y virtual, sino peligroso y real para los jugadores, mientras que una élite disfruta a su costa, con una absoluta falta de empatía, y un guiño, probablemente, a la dureza insolidaria de la serie «El juego del calamar», con ese cefalópodo al que alude el título.
Un abrazo y suerte, Carme
«El juego del calamar» es de donde sale este tipo de «juego» macabro y esa «élite» morbosa e inhumanizada. Para ver belleza en ese caos se añaden los 3 personajes que aparecen primero: los que manejan las paredes desde un juego de ordenador desconocen los efectos de sus movimientos, pues creen que es solo un juego online, y la madre está encantada con esos colores y su desplazamiento en pantalla (seguro que podrían desarrollar un programa chulísimo para implementar este tipo de locura).
Muchas gracias, Ángel, por tu detallado y acertado comentario.
Un abrazo de vuelta.
Carme.
Vaya tela, M. Carmen, qué imaginación. Pensaba que ese juego existía en realidad, pero parece que es obra tuya en exclusiva. Me gusta cómo lo cuentas, tan claro que podemos verlo delante de nuestros ojos. Y el desenlace final es genial, no me lo esperaba. Muy chulo.
Un abrazo y suerte.
«El juego del calamar» es una serie coreana en la que los participantes son convocados a juegos macabros donde muchos mueren, y en algún capítulo salían ricachones apostando por unos u otros.
Mi imaginación ha ido a buscar la visualización de ese juego desde un punto de vista diferente, pensando que en esos juegos con personas se podrían mover las piezas de forma remota, y los que he añadido manejando las paredes del laberinto no saben que mueven paneles reales y que los puntos son personas. Y luego está la madre, que ve belleza en esos movimientos de los colores en la pantalla.
Me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo de vuelta.
Carme.
Gran relato. La sucesión de perspectivas de un mismo juego hace que nos mantengamos alerta, hasta que ese final nos lleva a lo más cruel del ser humano, la diversión a costa del sufrimiento de otros.
Encierra mucha miga, sin duda.
Enhorabuena y suerte
Celebreo que el cambio de perspectivas haya captado tu atención, Alberto.
La verdad es que la serie «El juego del calamar» es muy bestia y macabra, pero su planteamiento parte de la realidad de algunas personas que, desesperadas, por dinero se lanzan a un juego en el que saben que pueden perder la vida.
(Lo que ya es digno de estudio de la bajeza humana son los «ricachones» que apuestan sobre los jugadores.)
Gracias por comentar.
Un abrazo.
Carme.
Conozco la serie. Me dejó el cuerpo helado. Pero tu relato no se queda atrás. Aquí, además de que unos apuestan y disfrutan y otros pagarán con su vida, hay unos terceros que no tienen ni idea de lo que pasa y son parte esencial. ¿Dónde quedará el libre albedrío? Muy retorcido, desde luego. Vaya vueltecita genial.
(Qué miedo me da el futuro.)
Mucha suerte con el relato, Carme.
Besosss
¡Ay, todo lo que en el futuro no sabremos (o no sabemos ya) de lo que nos puede afectar o de las implicaciones de nuestras acciones!
La tecnología, la inteligencia artificial, los automatismos, la ciberseguridad… es un mundo muy complejo. Complejidad que ya empieza con los móviles. Por ejemplo, cuando a un aparato le puedes decir «oye, manuela» para darle una orden es que te está escuchando todo el rato… ¿qué hace con el resto de información que pilla? En principio nada, pero… Todos los móviles tienen cámara y micro. Ahí lo dejo 🙃
Gracias por pararte a comentar.
Un beso.
Carme.