108 . Demasiado detallista
Piero, un joven artista, llega a Florencia cargado de sueños. Sus padres sirven en una finca desde donde se provee la despensa de un acaudalado comerciante que quiere hacerse un nombre con el mecenazgo. El patrón le preparó el camino. El muchacho, ebrio de ganas de comerse el mundo, lleva consigo sus toscos pinceles y un pequeño lienzo como carta de presentación. La fuerza que transmite el mar enardecido en su pintura convence al mecenas que le brinda una oportunidad. Deberá recrear una escena con algún personaje mitológico y, si le agrada, conseguirá su favor. Instalado en la residencia del señor, en el ala del servicio, se entrega a la labor con ansias. Cuando la termina, le muestra el resultado: un paisaje bucólico donde se halla recostada Venus casi desnuda. El opulento florentino se acerca a la obra con expresión complaciente, que muda en sorpresa al reconocer en el rostro de la diosa a la sirvienta más bella de su palacio y alcanza el color grana al recorrer su cuerpo con la mirada. Finalmente echa a Piero a la calle al reparar en el detalle del lunar en la cadera.
Hola, M. Carme.
Traes a colación, en tu magnífico texto, el tema del mecenazgo: aquellos Borgia, aquellos Medicis, o como se escriba. En el fondo, bueno, y en la superficie, unos soberbios y unos tiranos: unos déspotas. Qué maravillosamente vas tejiendo la urdimbre de la peripecia, sosteniendo la tensión narrativa; con qué destreza cuentas sin haber contado, muestras más que demostrar; ese lunar en la cadera, qué delator para con Piero, que además de pintar a la sirvienta… Y, claro, el patrón, el interesado mecenas, el comerciante…
Mi más muy enhorabuena y un beso muy fuerte.
Eduardo, siempre tan generoso en tus comentarios. Muchas gracias.
Piero, ya se sabe, un pintor joven… Pero seguro que en aquellas épocas el mecenas no era un santo precisamente.
Celebro que te guste.
Otro beso de vuelta.
Carme.
Un mecenas… celoso, ahí el pintor se la jugó y se la jugó bien. Creo que es una falta de experiencia por su parte, espero que aprenda y… que pueda seguir pintando, espero
Pues sí que estaba celoso el señor, sí!
Y, bueno, Piero creo que aprendió para una próxima ocasión y diría que fue más reservado. Siempre pintando, claro, que para eso es un artista.
Gracias Luisa por comentar.
Un beso.
Carme.