04. DEMASIADO TARDE (María José Viz)
Tenía mucha prisa por llegar. Pisó el acelerador al máximo. Enrique nunca acudía tarde a sus citas y tampoco pensaba hacerlo entonces. No se detenía ni en semáforos en rojo ni en pasos de cebra. Cada minuto, cada segundo era vital para él.
A pesar de sus esfuerzos, no llegó a tiempo de ver el traslado de su ataúd al cementerio. Lo único que pudo observar era que su madre y sus hermanas, abrazadas, se deshacían en llanto. Sin embargo, su tío Javier no disimulaba un gesto de satisfacción en su rostro. Nunca se habían llevado bien. Enrique hubiese preferido que el muerto fuera él. Pero no pudo ser. Impotente, estaba siendo testigo mudo de cómo familia y curiosos se alejaban, despacio, del camposanto. Había llegado demasiado tarde, por primera y última vez.
Con razón dicen que «al que madruga Dios le ayuda» y también «cuánto sufre el que sabe». Este hombre tan puntual tiene la mala suerte de no llegar a tiempo a su propia muerte, con lo que tiene ocasión de ver la tristeza de su familia y el regodeo de ese tío odioso. Hay cosas que es mejor no ver. Siguiendo con los refranes y al hilo de la última línea, dicen que «nunca es tarde» (si la dicha es buena), pero se trata de una máxima que no siempre se cumple, a veces, llegar tarde no tiene vuelta atrás.
Una historia de amena lectura y con elementos de realidad mágica.
Un abrazo, María José
María José, muy divertida historia la de este hombre que llega tarde (por una vez en su vida) y resulta ser la de su propio funeral. La descripción de la familia muy acertada. Muy original propuesta.
Un abrazo
María José, ese punto de vista, tan mágico, enriquece tu cuento. Suerte y saludos
Supongo que a esa cita pedimos llegar tarde… ¡Muy bueno, como siempre, María José!
Un relato excelente, María José. Me ha gustado tanto que se me ha quedado corto.
Un abrazo.