32. Desconectados
Juan le prometió que la llamaría al día siguiente a las seis en punto.
A esa hora, ella estaba sentada junto al teléfono, aunque no descolgaría el auricular enseguida, no quería mostrar impaciencia. Él esperaba, mirando fijamente, a que su reloj de muñeca marcara la hora exacta pero decidió dejar pasar un par de minutos más; quería hacerse el interesante.
Isabel fijaba su mirada en aquel teléfono mudo, pensando que hubiera sido mejor no hacerse ilusiones con esa clase de hombres. Juan no dejaba de marcar, una y otra vez, ese número al que nadie respondía.
A veces fiamos todo a un detalle, como parece el caso de tus personajes, a un número de teléfono que puede estar equivocado. Un simple dígito erróneo puede dar al traste con una posibilidad de prometedora relación.
Un relato que demuestra que dos personas pueden conectar, aunque precisan de un ambiente y medios favorables.
Un abrazo y suerte, Isabel Cristina
Qué cierto, Isabel
A veces, por querer guardar las apariencias, se nos escapa lo verdaderamente importante y entonces la conexión se convierte en triste desconexión. Me ha gustado mucho.
Abrazos
Gracias por leer y comentar. Me sirve para seguir escribiendo y seguir aprendiendo.
Saludos
Hola Isabel,
Cuántos «tú tampoco me llamaste» arruinaron una posible relación. Para conectar hay que querer conectar de verdad. Sin eso no hay conexión posible. me gustó tu forma de decirlo.
Suerte y saludos.