84. Desiguales
Hace tiempo que nos convertimos en unidades útiles para producir eficientemente. Y así ganamos dinero. También somos consumidores. Y así gastamos nuestro dinero. Consumimos lo que producimos y lo disfrutamos. Vivimos con proporción.
También hemos aprendido cómo hablar. No discutimos, sabemos qué es lo correcto y qué no lo es, nunca pasamos la vergüenza de decir algo que mueva a controversia.
Comemos lo mismo, estamos sanos. Vestimos uniforme, somos elegantes.
Somos iguales y eso es justo.
Solo nos faltaba vernos en los otros, hermanados como millones de gemelos. El pulverizador ha sido la solución. No es más que un ratito, sin bisturís. Te rocían el rostro y notas que las facciones se ablandan. Luego, con calma, esperas unos minutos bajo la mantilla protectora y ya está. Ahora somos todos igualmente bellos también por fuera. Y sin embargo hay quien se cubre la cara cuando comienza el cambio. Se tapan con la manos y, por eso, se ablandan algunas partes y otras no. Acaban feos, más feos que antes. Y así no pueden quedarse.
Dicen que en las villas de los distintos no se vive mal. Pobrecillos. Es justo también que nos preocupemos de ellos.