15. DESPUÉS DE TODO (Juan Manuel Pérez Torres)
En un rincón ignorado del universo, el planeta Korworath brilla con tonos esmeralda y zafiro. Allí vive Tal, un extraterrestre de ojos profundos y piel luminiscente. Aunque Korworath es un paraíso de maravillas tecnológicas y paisajes deslumbrantes, Tal siente desde hace tiempo una punzada constante en su corazón, una sensación que los korworathianos no comprenden: saudade.
Tal había visitado la Tierra en una misión de exploración. Durante su estancia, había experimentado la calidez de los abrazos humanos, el aroma del café recién hecho, la melodía del viento entre los árboles y la caricia de la brisa marina. Esos recuerdos se habían grabado en su ser, creando un anhelo profundo por algo que ya no podía tener.
Por eso, cada noche, Tal se sienta bajo el cielo estrellado de Korworath, mirando hacia la constelación donde se encuentra la Tierra, cierra los ojos y deja que la saudade lo envuelva, recordando los momentos fugaces de conexión y humanidad que había vivido. Aunque intuye que nunca podrá regresar, esos recuerdos le dan fuerzas para seguir adelante, con la esperanza de que algún día, en algún rincón del cosmos, encontrará un lugar que pueda llenar ese vacío en su corazón.
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A pesar del desastre y el peligro que somos y suponemos en tantos aspectos, con un futuro siempre incierto, es verdad que los abrazos cálidos y la naturaleza de nuestro planeta son de lo mejorcito que tenemos, aunque mejor no hablar de otras muchas cosas, como la contaminación o las guerras. Este extraterrestre puede que tenga o se le haya adherido algo humano, pues tiende a idealizar los momentos gratos del pasado, olvidando los negativos, eso nos ayuda a vivir el presente. Parece buena gente, le podríamos adoptar.
Un relato original, desde una perspectiva diferente.
Un abrazo y suerte, Juan Manuel
A todos nos gustan los «Seres humanos», je, je… y, según parece, llegan muy lejos.
Tal ha visto y vivido experiencias puramente humanas y terrenales, justo lo que no tiene… por eso añora la tierra y los sentimientos de las personas, y eso precisamente, después de todo, es lo que lo hace tan humano. Comparto contigo su cálido abrazo.
Suerte con el tuyo.
Ay, por Dios! Que alguien le ponga una nave a este pobre Tal y que se venga para acá! Yo le hago hueco en casa encantada, tiene pinta de buenazo.
Original micro, Juan Manuel, mucha suerte y abrazos veraniegos.
Gracias, Ana María, por tu disposición ¡qué buena acogida! Seguro que tus atenciones le vendrían de perlas, como a mí tu amable comentario. Un abrazo.
Pues sí, parece que Tal valora nuestro hogar más que nosotros mismos, que nos dedicamos a destrozarlo y matarnos los unos a los otros. Yo también le hago un hueco y me lo llevo de cervecitas, a ver si su sistema digestivo se lo permite.
Un abrazo y suerte.
Ayh, Rosalía, si es que siempre se añora lo perdido, como se desea lo ajeno. Tenemos que ser conscientes del valor de lo que tenemos (o de lo que nos queda) para poder disfrutar con ello. Y si es tomando cañas… no te digo más. Un abrazo.
¿Quién dijo que los extraterrestres no tuvieran morriña? Ahí esta Tal para ilustrarlo. Quién se resiste a un abrazo y al café recién hecho. Una original propuesta. Saludos y suerte, Juan Manuel.
Gracias, Antonio, creo que Tal también estuvo por ahí, visitando la catedral, incluso se bañó en el Bernesga. Anduvo investigando los nombres propios de los lugareños, en fín, ya sabes. Sus recuerdos son esquisitos. Un abrazo.
*exquisitos*
Si es que una vez que se ha probado un buen café y te han dado un abrazo de los de oso ya no quieres más que volver…Qué genial el tal Tal. Me ha encantado su nostalgia por la Tierra. Un abrazo fuerte y mucha suerte.
Gracias, Aurora.
Suerte para todos, porque aquel café y ese abrazo, a veces se nos resisten, aún teniéndolos tan cerca, y parece que, unos y otros, vivimos en distintos planetas, tal como somos.
Un abrazo y suerte.