DIC130. EL AVISO, de Alfonso González Cachinero
El mal olor empezó en las iglesias, en diciembre. Al principio, nadie le dio importancia, lo achacaban al viejo alcantarillado. Pero los equipos de limpieza, enviados en sucesivas tandas, no consiguieron eliminarlo.
Luego fueron los grandes almacenes. Emanaban un olor fétido, nauseabundo, así que también dejamos de entrar en ellos. Los pequeños comerciantes se frotaban las manos, pero a los pocos días les sucedió igual. Caminar por las cercanías se convirtió en un vía crucis, aunque nos colocáramos las preceptivas mascarillas. Los vecinos no podían abrir las ventanas; los más vulnerables incluso tuvieron que mudarse.
Todas las ciudades del país fueron simultáneamente anegadas por el hedor. Días terribles: cerraron las más prósperas firmas, hubo despidos masivos, protestas y enfrentamientos que provocaron muertos…, el caos. Hasta que una mañana de enero desapareció de improviso, tan inexplicablemente como había surgido. La gente respiró por fin y fuimos recuperando la normalidad.
Pronto hará un año y la comunidad científica, aún perpleja, no ha llegado a ninguna conclusión. Acaso fue un aviso que no queremos entender, me digo mientras espero que entre el nuevo diciembre.
Quizás tengas razón y detrás de este fenómeno sólo esté un aviso de que debemos cambiar hacia una forma más humana de comportarnos con los demás y con nuestro pequeño planeta. Feliz Navidad.
Feliz Navidad para ti también, Gloria.
Y esto es ficción? Es más real d lo que parece. Me parece un bonito relato.
No andaría x ahí Montorito haciendo d las suyas?
Un
abrazo.
Gracias por pasarte a comentar. Un abrazo, Bluess.
Interesante que el mal olor empiece en las iglesias, supongo que como origen de todo lo relacionado con la Navidad, esa plaga. Me gusta esta visión apocalíptica.
Suerte y Felices Fiestas
Muchas gracias, Anna, me alegro de que te guste. Felices Fiestas.
Se percibe un gran espíriti navideño 🙂
El que se ve. Un saludo y feliz año nuevo.