DIC23. LA VIEJA LEAR, de Ignacio Daniel Uranga
Pidió que aventaran sus cenizas en las olas de la playa, pero no respetaron su último deseo.
Se confundió con aquella firma obligada en la escritura de poderes.
En el asilo perdió la facultad de decidir, y hasta olvidó el nombre de los hijos.
Murió a destiempo; una mañana inconveniente, cuando los deudos preparaban las fiestas de Navidad.
La urna era de arcilla roja. No hubo funeral ni entierro.
El operario selló el hueco alquilado por teléfono a la funeraria. El cementerio era nuevo y con nichos vacíos. No se escucharon llantos ni se vieron lágrimas. La vieja había durado demasiado.
Subieron al coche para viajar de vuelta a Madrid. Allí esperaban los amigos graciosos, las cenas hasta la madrugada y el champán en la nevera.
En Comillas, al del mármol le faltaba un texto para cincelar.
Con las campanas ya quietas, en una mesa adornada con velas y cintas de colores festejaron el nuevo año.
Mientras, el nieto rompía el cordón de silicona de la prisión de su abuela. Luego bajaba cargado con la urna roja la cuesta hasta la playa.
Allí esperaban las olas en la orilla. Susurrando, humanas, un canto de bienvenida.
Si señor, por ella, por «la vieja lear » otro guiño compañero, y ves, cuando sacas sentimiento … hay cosas que no se pueden dejar de lado, nunca, y hay que hacer lo que hay que hacer cueste lo que cueste, pero tranquilito eh …. Buen relato, con puntos muy que muy navideñofamiliares.
Ignacio, has relatado una situación que, desgraciadamente, cada vez está más a la orden del día.
Egoísmo puro y desidia total por todo lo que se interponga entre nuestros intereses y deseos.
Me ha encantado.
Un abrazo.
Difícil decidir al final de tu vida, como comprobar que se haga tu última voluntad.
Buen micro.
Un saludo
Ignacio, este relato se ha escrito con mucho espero. Muy humano tiene un final precioso. Feliz Navidad, amigo, Sotirios.
Este texto tiene una cadencia de crónica. Al faltar los nexos logra más que colocar, descolocar. Y creo que eso me atrae más que lo que cuenta.
Un abrazo.
Es la crónica de un robo en un cementerio. El ladrón coje lo que es suyo, cargadose de razones en la ida, y más calmado a la vuelta. La narración es el desahogo de una persona indignada.
Hola, Ignacio.
Porque acabo de leer que se trata del robo en un cementerio, si no hubiera pensado que se trataba de una anciana que cumplió su sueño de reposar entre olas de playa.
Muy interesante tu micro, muy pero que muy interesante.
Un abrazo.
Un relato bipolar que muestra los dos extremos del querer, el añejo de los hijos y el floreciente del nieto. Me he perdido un poco con la aparición del nieto, pero los muchachos son así. Suerte en el reparto de turrones de fin de mes.