DIC63. GORRIONES EN MI MEMORIA, de Jesús Alfonso Redondo Lavín
Manolito, atribulado, interrumpió nuestra reunión nocturna de monitores:
—Chuchi, ¡el cuerno volante se ha comido a la murciélaga!
Aquel día, hace ya casi 50 años, Manolito, custodio de la caja de zapatos en la que los más pequeños guardaban los bichos que encontraban, había recogido un ciervo volante y una luciérnaga. Esta, evidentemente, había perdido ya su fosforescencia.
Hogaño los gorriones, confiados, picotean en el suelo y mesas de las terrazas. Yo, “barbâro que subía a los arbôles y comía los pajâros”, experto en cepos, testigo de la destreza de mi madre arrancando la cabeza a los txoriak, desplumándolos y friéndolos para mi cena, siempre los vi huidizos, temerosos del hombre, su depredador natural.
Nunca olvidaré la mirada de decepción y repulsa que me dirigió aquel niño, cuando entré en la colonia infantil de Aprícano de Álava, chimbera en mano y dos pardillos cazados con balín en la otra.
Hoy, Navidad, sentado en un poyo, bajo la torre del templo de Miera, la barbilla apoyada en mi cachava de caminante, vuelve a mi memoria el recuerdo de Manolito, mientras miro con emoción, un petirrojo de colores pastel, que indiferente a mi presencia, da saltitos por el escarchado pretil del puente.
Un relato precioso donde la nostalgia es la protagonista.
Muchas gracias Carmen.
Meliz Navidad.
El último párrafo es precioso y cierra con olor a chimenea de pueblo un relato de recuerdos ya marca de la casa Redondo Lavín.
Un abrazo.
Feliz navidad Susana. Te deseo muchas nominaciones y algún premio que otro a tu buen escribir el año próximo.
Besos.
Chuchi Delibes, eres el mejor. Me has puesto en la cara ¡otra vez! esa sonrisa bobalicona que me produce todo lo referente al pueblo.
Un beso.
Gracias Aurora, gracias, tú como siempre, tan cariñosa. Si esta navidad ves en Bilbao alguien que se parezca a mí, no es mi sosias, posíblemente sea yo mismo dandome un paseo. Está Bilbao irresistible para pasear.
Besos.
Pues ójala nos encontremos, Jesús. Me alegraría mucho. Es más, si vienes, porfi, porfi, avísame. Me encantará pasear contigo. Un beso.
Mi mujer no me deja quedar a solas con chicas guapas. Es una García de Baquedano de la calle Huertas de la Villa en el Campo de Volantín y no quiero que a mi edad me tire a la Ría .
Un beso.
Pues gracias por partida doble. Por lo de chica y por lo de guapa. Has de ser sincero y decirle a tu mujer la verdad. Que soy una señorita madurita tirando a feucha, gordita y bajita. Así no tendrás pegas. Además, siendo de Huertas de la Villa, seguro que no le importa llevarme de carabina, que ya veo yo que ¡a vosotros dos hay que vigilaros!
Otro beso.
Hablas de los barbâros que éramos, recuerdo, por la noche, entrar en los secaderos de tabaco, con la carabina gamo de perdigones diábolo y colocar la boca en la tripa de los gorriones, disparar y caían en la mano. Fritos, riquísimos.
Hoy día no se entiende.
Un abrazo y feliz navidad, que sigamos recordando
Todo lo que vuela a la cazuela.
Tengo ya las anchoas de Santoña para tomarme la cerveza. He cambiado de opinión, me tomaré una licencia y la pediré con alcohol («espiritu» en árabe).
Feliz Navidad
Relato viviente de otros tiempos, hasta las palabras me resultan desconocidas, pero tiene ese poso entrañable que jamás deberíamos perder.
Un abrazo.
Me gusta usar oalabras en desuso, sobre todo las que puedan sorprender.
Gracias por comentar mis relatos.
Saludos y Feliz Navidad, Asun.
Hay actos que son incomprensibles y no hay tiempo ni edad para descargar la conciencia,lo lamento no me gustó ,saludos Héctor
Muchas gracias por leer mi relato.
Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro en el cielo;
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir,
Y naides me ha seguir
Cuando yo remonto el vuelo.
Saludos.
Relato nostálgico que me ha recordado mi infancia. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
Pues si a los que fuimos de «pueblo», solitarios, pantalón corto, un solo tirante cruzado, tirachinas y arco de avellano, nos tocó hacer el papel que hoy apodan «villano». Eso sí, yo no toleraba que tirasen al rio metidos en un saco a las camadas de gatitos.
Un abrazo Salvador.
Feliz Navidad.
Feliz navidad. Ya buscaré la forma de contactar contigo en mis próximos viajes a Navarra.
Un beso Ana y que sigas tan literaria el próximo año.
El Bordatxo no tiene tximbos. Seran setas y txipirones con recuerdos de infancia un poco crueles. Cazadores de pájaros y grillos…
Un abrazo.
Pajaritos que volando
habéis venido de lejos
cuidado que está mirando
el hijo de Marmolejo;
tiene un tirador de goma
que maneja con destreza,
tiene una piedra muy gorda
y sos abre la cabeza;
pues no os comáis el trigo
y marchad pa otras tierras
porque en esta y en verano
al que se muere lo entierran.
Y los pajaritos, al oír la canción de Cara sucia, levantaron el vuelo y se marcharon a otros campos.
Podrías solucionar el problema de los estorninos saliendo a cantarlo como Cara Sucia. Madrid y otros lugares te lo agradecerían.
Jesús, recuerdos de la infancia que cuentas muy bien. Tirachinas y arcos de fabricación propia, yo también recuerdo la persecución a las lagartijas y las fechorias que se hacía con ellas.
Los pajaritos antes se vendían en los bares, hablo de Madrid, pero hace ya que está prohibido.
Un saludo y suerte
No solo en Madrid. Era un negocio de furtivos que tras una madrugada de caza con liga los vendían a los bares. Yo fuy testigo de un dia de caza con liga, pero fue para cazar jilgueros y pardillos para cria en jaula en busca del mejor cantor. Las plazas y los rastros de las ciudades se llenaban los domingos de jaulas y proliferaban los concursos de canto de jilgueros.
Gracias por pararte en este relato.
Ahora que estoy mayor cuando veo un pájaro, mentalmente le pido perdón por todos aquellos que maté siendo un muchacho (niño). Creo que todos hemos sido asesinos de «txoriak» (bonita palabra). Un relato tierno y de muchos recuerdos.muy bueno. ¡Suerte!
Saludos.
Beto, nos han reeducado. Pero eso no impide que cuando las nubes de millares estorninos aparecen, tantos que llegan hasta tapar el sol y dejan diezmadas las viñas y alfombradas de guanito las avenidas, no me venga a la memoria la escopeta de perdigones. Yo no recuerdo de niño haber visto esas bandadas tan grandes que vuelan a oleadas en el cielo como si fueran bancos de sardinas en el mar. ¿Sería por nuestros descastes?
Gracias por leer una vez más mis relatos.
Un abrazo.
El hombre es depredador incluso con los de su especie. Me gusto mucho el
Final tan lleno de ternura.Suerte
Un beso
Es que los petirrojos en invierno son como peluches vivos. Una delicia verlos.
Feliz navidad Esther.
Jesús, con tu relato tengo sensaciones contradictorias. Te explico: por un lado he sufrido pensando en los pajarillos que sacrificaban para comérselos y por otro, me ha encantado el evocador recuerdo de la infancia.
Lo mejor la escena de petirrojo. Tengo la suerte de que uno de ellos me visita cada invierno y disfruto viendo como se alimenta de las aceitunas de mi olivo. Probablemente cada año sea uno diferente, pero me gusta creer que es el mismo y que vuelve porque se siente bien en mi casa. Yo, desde luego, me siento feliz de verle.
Un abrazo.
Belén, he entrado en tu blog y he visto las púberes canéforas ofrendando el acanto. Eres todo sensibilidad y ahora comprendo tu orror por mis pecados de juventud. He querido expresar en este relato cómo las miradas de los niños bastan para reconducir el comportamiento de las personas. En este caso Manolito al que yo, como monitor, debía enseñar a amar a la naturaleza, me dio una contundente e inolvidable lección. Nunca más maté , conscientemente, animal alguno.
Saludos.
Orror sin H es un error. Olvide la regla memotécnica. Como dice un amigo mío munciano: también a la pejor (p_t_) se le escapa un «peo».
Gracias por acercarte a Pueblo poeta y por tus inmensas palabras.
Me alegro de que Manolito haya conseguido que te pases al lado de la vida.
Un abrazo.
Recuerdos que revolotean. Siempre he respetado a los que cazan para comer, y en aquella época de sopas de pan y ajos los pájaros eran carne. No descartes tener que volver a coger la escopeta de balines y salir de furtivo para dar de comer a los nietos.