46. DIENTES DE LECHE (Paloma Casado)
¿Qué hace el Ratoncito Pérez con tantos dientes? Era la pregunta que todos le hacíamos cuando empezamos a cuestionarnos el mundo. Pero el mundo era demasiado oscuro y la señorita Ana inventaba para nosotros un sinfín de historias con las que pudiéramos soñar. Nos hablaba de un palacio de nácar en donde vivían las sirenas o de un tesoro oculto en el corazón de la tierra custodiado por un dragón ciego. Alimentaba nuestra imaginación igual que nuestros desnutridos cuerpos de huérfanos. Nunca nos faltó un regalito bajo la almohada. Sin duda pasaría muchas noches cosiendo muñecos de trapo o tricotando mitones y calcetines.
Continué visitándola cuando salí de la institución y ahora que nos ha dejado para siempre, he descubierto emocionada la verdad. Entre sus escasas pertenencias: las viejas gafas de miope, un libro grueso de cuentos y su carnet de identidad, encontré una caja grande de latón. Y dentro de ella, clasificados en paquetitos con nuestros nombres, los pequeños ladrillos del palacio marino, las piezas del tesoro del dragón.
Inventarse mundos es una verdadera necesidad cuando el real se vuelve demasiado oscuro. La señorita Ana lo sabía muy bien y convirtió los dientes de leche de unos niños necesitados en pura ilusión a base de crear historias. Esas pequeñas piezas siguieron siendo dientes, clasificados y tratados con respeto, pero también muchas cosas más, todas las que la imaginación puede abarcar.
Hermosa y entrañable historia, Paloma.
Suerte y un abrazo
Gracias Ángel, las historias nos ayudan a vivir, nos hacen crecer y también el cariño, como el que les tenía la señorita Ana a sus alumnos.
Paloma,sólo una cosilla: hay muchas personas que escriben, de las cuales algunas ganan premios y otros reconocimientos. Y sin embargo, no todas saben emocionar. Diría que eso lo saben hacer muy poquitas. Tú sí que sabes.
Tu cuento (y lo digo con todas las letras) es precioso. No te puedo decir nada más. Ni tampoco nada menos. Felicidades.
Tú si que me has emocionado.
¿Adónde van tantas leyendas que nos creemos cuando somos pequeños? Descubrirlo es lo normal, aunque ya dejan de serlo.
Un saludo
JM
Están dentro de nosotros, siempre. Gracias, JM hace mucho que no nos encontramos.
Es muy tierno el relato, saludos!
Gracias por tu comentario Ana, y que te haya parecido tierno, esa era la intención. Me alegro de que te gustara.
Paloma, preciosa y bien montada tu historia. El mundo de los niños necesita muchas señoritas Ana. Saludos y suerte
Es cierto, Calamara, sobre todo aquellos que más lo necesitan como estos pobres huérfanos. Gracias.
Vale, quiero que sepas que no digo lo que voy a decir por coreesponder a tus palabras en mi relato. Palabra.
Tu micro me ha súper-encantado!!! Hay tanto mimo y tanta ternura en él que casi veo cada escena. Rebosa ese amor confesable que tenemos por las historias bien contadas, de corte tradicional, sin arabescos ni sunterfugios y sin miedo a emocionar.
La idea del coleccionismo de dientes de leche por parte de una cuidadora de orfanato es brillante y la forma de cerrarlo con el hallazgo final de los «ladrillitos» entre sus pertenencias es redondisima. Eficaz sin efectismos.
Mi más sincera enhorabuena. ¡Y suerte!
Gracias, Salva. Me dan un subidón tus comentarios.
La señorita Ana sabía muy bien que el cuento es un gran recurso educativo. Además era una innovadora, capaz de construir historias con material de primera y con la complicidad del ratoncito Pérez. Los niños huérfanos de esta historia al menos tuvieron la suerte de contar con la imaginación de la señorita Ana, Un cuento muy bonito, señorita Paloma. Mucha suerte y besos virtuales.
Un relato que nos impregna de ternura y nos dice que la imaginación y los sueños son un pilar que apuntala la magia de nuestra existencia. Genial, Paloma. Un abrazo.