DL09. EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
El cuervo apostado junto a la veleta del molino abandonado anunció que alguien llegaba. Tras el esperpéntico graznido, ruido de pasos. Era un viejo: alto, bien vestido; empujaba un carromato.
La joven, que había ido a contemplar su reflejo en las frías aguas que huían del deshielo, se acercó curiosa. El viejo, zalamero, abrió los portones y fingiendo desgana fue cobrando pequeñas piezas del interior con la excusa de sacarles brillo: eran anillos.
«Graba el nombre de quién anheles en uno de estos y el zagal será tuyo para siempre»
Una gota de sangre, un mechón de pelo y un jirón de su vestido le pareció insignificante monto por tan fascinante oferta. Se sintió como una idiota cuando de vuelta, en el pueblo, el apuesto herrero la ignoró como de costumbre. Eso le pasaba por creer en zarandajas, cuentos de hadas y en absurdos encantamientos de magia.
La vida, caprichosa, le acabó emparejando para sorpresa de todos con un mozo de belleza desafortunada al que nunca antes había tomado en consideración. Ya le quiso avisar el cuervo aquel día cuando le gritó:
«Vigila muchacha. Horas antes he visto al viejo que ahora llega, rodeado de mancebos, ofrecerte al mejor postor»
jijijijij, el Anillo del Poder, toma!!
El cuervo siempre al acecho le dio la pista.
Noté al principio unas rimas internas que primero me molestaron y luego las interpreté como parte de la historia. Intencionadas o no, me ha llegado el micro.
El soniquete era buscado, Susana :).
Muy buen lenguaje, con el sabor de leyendas y perfecta redacción. Felicidades y abrazo.
Gracias Antonia 🙂