DL19. LA HISTORIA INTERMINABLE
Como cada mañana sobre las ocho, Mariola ficha con su tarjeta al llegar a la oficina.
—¡¡¡Cliiin!!! Plan-ta-ba-ja —retumba una voz átona.
Se monta en el ascensor junto a otros cinco, seis es el máximo permitido, según indica la chapa metálica del fabricante.
—Buenos días —saluda Chuchi, de Renta, el último en subirse.
—Serán para ti. Ayer en el telediario dieron sol y mira qué chupa traigo. ¡Nunca aciertan! —reniega Pepa, de IVA— Menos mal que soy previsora. —Y saca unas manoletinas del bolso, explicando que lo mejor es llevarse calzado de repuesto para no estar con los pies calados todo el día.
Paco, de Grandes Empresas, escucha muy atento.
—Yo vengo preparado —dice agitando su paraguas de colorines—. Se lo he cogido a mi hija.
—¿Pero el arcoíris no era la bandera del orgullo gay? —pregunta inocente Pedro, de Informática.
—¡Paco, marica! —Charo, de Recaudación, siempre tan puñetera, termina de hundirle el día a Paco, que oculta sonrojado el paraguas debajo de la gabardina.
Como cada mañana cuando llega a su planta, Mariola decide que a partir del siguiente lunes sube por las escaleras, se ahorra el parte meteorológico y así de paso hace un poco de ejercicio.
ufff, si, la verdad es que leyendo me entra una perecita…. ¡necesito vacaciones, ya!!
Mira que duran poco los paseos en ascensor, pero se convierten en interminables, a veces.
Sí, rutinaria y aburrida en ocasiones, pero que no falte. Nos deja buenas y claras imagenes de cualquier jornada laboral
Es un poco «Cámara café», pero en ascensor. En fin, yo en el ascensor hablo de física cuántica, pero claro, trabajo en la NASA.
Muy gracioso el diálogo y la psicología del personal.Abrazo.