DL25. EL NOMBRE DE LA ROSA
La anciana levantó los párpados haciendo un enorme esfuerzo. Miró a su nieta que sujetaba su ajada mano entre las suyas tan lozanas, y con un hilillo de voz susurró:
-¿También ha llegado hoy?
-Sí abuela, no te preocupes, llega una cada día.
Después volvió a cerrar los ojos más tranquila y con una sonrisa en sus labios. Llevaba diez días en el hospital, y ni un solo día había fallado el envío. En los seis meses anteriores en los que estuvo en la residencia, tampoco había faltado su regalo diario. En los cuarenta años en los que había vivido en su caserío de Artaun, ocho de los cuales tuvo que vivir viuda, ni un sólo día había fallado el dueño de la floristería.
Y cuando vivía con sus padres antes de casarse, bueno de aquella época ya no recordaba casi nada. Tampoco conseguía recordar por qué razón recibía una rosa roja cada día del año y ni siquiera sabía ya quién la enviaba. Pero se había acostumbrado a la fragancia de aquel obsequio y tenía miedo de dejar este mundo. La única duda que le atormentaba era saber si en el más allá también recibiría su ansiada rosa.
Precioso.
A otro nivel me recuerda la canción UN RAMITO DE VIOLETAS, de Cecília…
siiiii, de flores va la cosa…
Uno de mis libros favoritos y un micro que me ha recordado a Cecilia.
Felicidades.
Un abrazo.
Jota, bonito y sentido
Excelente el perfil de los personajes; la abuela y el florista. Toda una historia en elipsis. Muy interesante.
Es un relato bien narrado y del que destaco su fondo, la dulzura de la mirada, y lo que importaba, como decía creo que Brassens » es la rosa lo importante. Abrazo.