38 Docencia y decencia (Diego Cano-Lasso Pintos)
Si te miran amenazantes sigue y entra, me dijo mi mujer.
Como a diario, acudí a la facultad en mi bicicleta Macario de los años sesenta que conservo en buen estado; y ahí estaban sosteniendo una pancarta que decía: “Huelga por el ecosistema”.
Habían prendido fuego a barricadas para obstaculizar el tráfico. El paisaje era dantesco.
Entré en clase porque es mi obligación, aunque recibí insultos y silbidos.
Considero que estudiar y no malgastar es útil y la única salida para evitar más degradación, pero como había una atmósfera irrespirable por el humo del caucho me volví pedaleando a casa para disfrutar de los pájaros en los pocos metros cuadrados que puedo controlar.
Soy Sebastián Martínez, profesor de Ciencias del Medio Ambiente.
La universidad, asociada al saber y también a la juventud y al futuro, han sido, tradicionalmente, un azote necesario para el cambio en los modelos anquilosados. Si ellos no protestan es que todo funciona a la perfección o esa sociedad está muerta. Quizá si no se hace ruido será difícil que nadie escuche el mensaje, lo que resulta una incongruencia es contaminar el aire para reivindicar su pureza. Este profesor, sin embargo, es todo un ejemplo, tanto a la hora de cumplir con su obligación como a la de desplazarse, apreciar la naturaleza y tratar de respirar sano.
Un relato que enseña que hasta un espacio como el templo del conocimiento puede degradarse, aunque sea con buena intención. Por suerte, siempre habrá (o debería) un profesor Martínez para recordar cuál es el camino o cuál no debe ser.
Un saludo y suerte, Diego
Muchas gracias por tus comentarios, Angel.
Un saludo.