28. DONDE LAS DAN (Juan Manuel Pérez Torres)
Con un minúsculo mando a distancia abrió el maletero de su flamante berlina. Colocó en el interior mi mejor cuadro envolviéndolo cuidadosamente. Desde el porche, absorto, yo lo miraba. Cerró el portón con un gesto altanero y abrió la puerta del coche dejando ver la tapicería de cuero y el ordenador de a bordo. Sin despedirse accionó el arranque. Tecleó el navegador, seleccionó música y encendió un cohíba. Descapotó el coche. Se atusó el bigote. Se acarició la mejilla. Se miró al espejo y repasó su peinado. Entonces cerró la puerta e inició la marcha. Justo antes, torció la cabeza para encontrarse con aquella mirada que desde el porche yo le mantenía. Me sentí confundido.
Luego, contando mi dinero recordé aquel día, en un país lejano adonde viajé buscando inspiración. Compré unas babuchas de piel de camello, hechas a mano, tras un largo y absurdo regateo con el artesano. Las elegí entre muchas, en un cómodo puf de piel, tomando té de hierbabuena hecho para mí por su servil esposa mientras fumaba de la narguile que me preparó su hija.
Recordé que aquel pobre hombre de manos toscas también me mantuvo la mirada entonces. Y me embargó la vergüenza.
Tu relato bien podría haberse titulado también: «Prepotencia», porque eso es lo que destila el comprador de ese cuadro, produciendo una lógica confusión en su vendedor, que no comprende esa arrogancia de «hombre rico» que casi raya el desprecio. Ya sabemos que es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Él hizo algo parecido, antes, con una familia entera, aunque la vergüenza por ello no llegó hasta más tarde.
Somos capaces de interpretar un papel y su contrario en este teatro que es la vida, solo con que cambien un poco las circunstancias. «Donde las dan»… las toman, efectivamente.
La vida pone a cada uno en su sitio.
Una historia para la reflexión.
Un abrazo y suerte, Juan Manuel
Gracias Ángel. ¡Qué falta hacen las pastitas de la abuela!
Otro abrazo y mucha suerte.
Todo empieza como si fuese una escena litúrgica, con frases cortas, con pocos adjetivos, como frías, y nos van calando por dentro y cuando ya hemos decidido que el comprador nos cae como una patada en el estómago, nos arrastras por la vergüenza del que casi nos daba pena. Todo es tan relativo… según el momento, el lugar, el punto de vista. Buena historia. Como dice Ángel, para reflexionar. Abrazos y suerte
En efecto, Rafael.
Dos situaciones que producen o crean confusión y vergüenza dependiendo del punto de vista. Esa vergüenza que aparece sin avisar cuando algo o alguien te hace ver que tu comportamiento insensato ha causado humillación gratuitamente.
Gracias por tu lectura. Y suerte con el tuyo, Rafael.