97. DORMANCIA
El candidato diecisiete llegó y enseguida se hizo una composición de lugar como de Google Earth: Frente a él, desafiante, se extendía la Gran Placa de Hielo, y en su interior, cientos de ojos escarchados le miraban con expectación fría. Le abrumaba aquella responsabilidad. Recalculó sus posibilidades con esa antipatía romana del dedo pulgar hacia abajo y finalmente decidió esperar. Pasaron minutos (quizás siglos), hasta que el viento gélido le trajo un murmullo increpante: “¡Vamos! ¿A qué esperas?”. Y bueno, con esa desgana de un Charlton Heston portando leyes de cartón-piedra, alzó los brazos.
Fue entonces cuando se escuchó aquel gemido (como de hielo seco en café), y cientos de capas geológicas empezaron a descongelarse alumbrando amebas, coliseos, automóviles y playas nuevas. Era como despertar notando que nada te duele adentro; como dejar de sentir ese terror de hormigas bajo un zapato. Aunque duró poco… Justo hasta que cayeron, desfallecidos, los bracitos enclenques de aquel tipo. Nada más. Después, todo volvió a compactarse, y ahora toca esperar al siguiente candidato. Otra vez en silencio, desenfocados, en el limbo de esta foto fija.
Vicente, singular punto de vista, en las descripciones, la trama y el final. suerte y saludos
Uhmmm…interesante. Yo lo veo como un casting de aspirantes a dioses. Lo único que no me gustó fue lo de «gugel erz». Suerte.
Saludísimos.
Gracias, Calamanda, por el comentario.
Y sí, Barlon Mrando, ese «casting de dioses» es una aproximación muy certera del texto. Gracias