Dos bodas y un funeral (de momento)
La novia, de blanco impoluto, camina hacia el altar con la emoción desbordada en sus ojos castaños. Manuel espera a escasos cinco metros, ansioso por tenerla cerca y liberarse al fin de la sensación de déjà vu que le envuelve, mientras suena la marcha nupcial.
A la misma hora, el mismo día, a miles de kilómetros de aquel altar, la viuda, de negro tristísimo, deposita un ramo de crisantemos sobre la fría lápida de la tumba donde, según le dijeron, descansan los restos de su amado Manuel.
La novia no sabe que su futuro esposo acaba de resucitar.
La viuda nunca descubrirá que su difunto marido vuelve a la vida muy lejos de allí.

