8. EDUARDO MARTÍN ZURITA (ARTISTA DEL ANDAMIO)
«No os pesará, arriba, la digestión de las judías pintas», repitió, mientras les ofrecía el helado a los debutantes. Y se fue al servicio a lavarse las manos, y los dientes con un cepillo de cerda semidura que guardaba en el mono, limpio como una superficie donde hubiese nevado hace poco. Nunca se pondría a robarle acordes a la guitarra sin una sonrisa como de circonita y las manos color piel, poderosas, increíblemente alegres y sentimentales. A medida que surgía la melodía, aplaudían todos, y exultantes cuando «el artista» se atrevió a poner letra y garganta a unos compases tan inspirados. «Es la Tarra», aseguraba. «A su cordaje se lo debéis. Y a sus formas de «starlette»». Y pagó la comida de los noveles. Para los peones, verle trabajar era fascinador y también muy instructivo. La manera de fabricar la morterada. «¿A que parece turrón?». La agilidad para encaramarse, paleta en mano, al punto casi inaccesible, que no dejaba para los otros albañiles esta réplica del Hércules de Farnesio.
Al día siguiente no hubo helado (de vainilla, el salvavidas) porque no se lo habían servido al restaurante de menú… Arriba ahora, altísimo, «el artista» da de llana un agujero blanco.
Nos presentas un texto, por un lado, repleto de imagenes límpidas, como las notas que esa Tarra parece ser capaz de emitir, al ser tañida por las hábiles manos del artista y, por otro, sinuosos recovecos con múltiples arcanos e interpretaciones. Me interesa esa imagen que nos ofreces del artista del andamio, ya sea un albañil, un escultor, o de cualquier, en el mejor sentido, hacedor de maravillas. Como anécdota, al buscar en internet muestras de artistas del andamio salen, primeramente, algunos de esos cantantes rastreros que fueron albañiles antes que «artistas» ¿lo serían también en su oficio original? Y la frase final no sé si es terrorífica, sugestiva, las dos cosas u otras totalmente distinta. Me ha gustado, Eduardo. Un abrazo y mucha suerte.
Hola, Jesús.
Muchas gracias por tu amplio comentario. El relato bien podría tener por título «La guitarra y el helado». Dos símbolos, de lo artístico y de lo dulce. El personaje es un cantante convertido (seguramente por la crisis) en albañil, que es un buen hombre y que ejerce su oficio nuevo con interés y destreza. Los arcanos, sí, siempre van conmigo de la mano. Curioso que a un hombre tan fuerte se lo lleve la falta de un helado de vainilla a dar de llana un agujero blanco, lo contrario de un agujero negro en el espacio sideral. Igual le necesitaban por las alturas y por eso el azar… Un abrazo, intenso y prolongado.
Hacía mucho tiempo que no escuchaba (leía) llamar ‘garganta’ a la voz, ni tampoco decir ‘dar de llana’ en lugar de ‘dar yeso’ y, aparte que me ha gustado el detalle, esas expresiones aquí me parecen un gran acierto.
Hay muchos artistas consagrados que empiezan trabajando en lo que les sale, por lo general oficios no cualificados, duros y mal pagados. Incluso los hay que, dedicados a la música de forma profesional, con discos y giras a veces en el extranjero, aún lo tienen que hacer de vez en cuando porque, sencillamente, tienen que comer.
El tema de la albañilería – esto es ya una mera anécdota – me ha traído a la memoria a Albert Collins, una leyenda del blues, que tuvo que dejar los escenarios para dedicarse precisamente a la construcción. Dicen que llegaba a casa tan triste, que su mujer le acabó pidiendo que volviera a los escenarios.
Me ha gustado mucho que saques a relucir una guitarra y que hasta le pongas nombre, lo que ya no sé es qué estado estarán las manos de ‘el artista’ para tocarla porque en su oficio es muy frecuente tenerlas quemadas.
Y a ti, mi querido amigo, sólo puedo decirte una cosa: y es que tiés un arte que no ze pué aguantá!!!
Hola, J. Ignacio.
Gracias. Muchas. Me encanta tu amplio y denso comentario centrado en la guitarra y en los artistas. Y el arte es todo tuyo, por ser el buen sastre que conoce el paño y lo reconoce. Y, verás tú, centrando las dos cuestiones (mira que habrán cantado los cantantes a su guitarra). Pues de todas esas piezas me quedo con «Mientras mi guitarra llora» del beatle místico y más misterioso, el mítico George, sin embargo, al menos para mí. Y, yéndoseme la mano a esa guitarra, una de las mejores canciones del pop.
Como a Jesús, un abrazo intenso y prolongado.
Hola, Eduardo
Sorprendente y feliz transición la tuya: de la «jerga médica nosocomial» (sí, se lo he robado a Juan Pérez; es que me fascina) de tu anterior relato a éste, en el que conviven en armonía términos propios del gremio obrero y del mundo artístico, unidos -cómo no- a imágenes creadas por el «orfebre del relato» (lo de «las manos color piel» me ha encantado).
Enhorabuena por gestar tan original relato. Puntito -o puntazo- de incógnita final incluído.
Un afectuoso abrazo y muchííísima suerte con tu artista convertido en albañil (sin perder la esencia vocacional)
Hola, Nuria.
Gracias por tu atento comentario, en el doble sentido. A ver que vida, hay que mutar como las bacterias, y de ahí no paso. Juan, no me voy a cansar de repetirlo es punto y aparte, harina de otro costal. ya me gustaría, ya… Lo de «orfebre del relato» me ha punzado el corazón hiriéndolo de miel. Lo de puntazo ni te cuento. Dando el hombre de llana un agujero blanco, los contarios a los negros del espacio, los que no atrapan la materia sino que la expulsan. Un hombre así de bueno era necesario por las alturas. Seguro que se llevó su guitarra además de su paleta. Un beso muy fuerte, guapa, porque lo eres.
Me he quedado muerta al ver que tu magnífico «texto médico» no estaba en las alturas… Lo merecía.
Un beso.
Nota: Lo escribo aquí -y no al pie del relato en cuestión- porque creo que así tengo más posibilidades de que lo leas.
Hola, Nuria.
No, mujer, no, resucita. Mira, conque tú lo sitúes ahí, en las alturas, donde opera el albañil, ya me vale; me vale cien imperios de la bondad por lo menos. Hubiera podido escribir el relato sin la «jerga médica nosocomial», pero en un hipocondríaco, el protagonista, se muriese o no, era de recibo (con acuse o sin él, la cultura es la cultura y a nadie debería estorbar)el usar los términos médicos que él conoce a la perfección. Qué le vamos a hacer; pero no, no me siento dolido. Allá gaitas. A muchos les ha gustado el texto: ¿no es eso ya un premio? ¿Son bobos por haberles complacido esos renglones? Gracias por tu pasmo letal y un beso de los que transportan agradecimiento infinito. Guapísima, porque lo eres.
Querido amigo, una vez concluida mi jornada laboral me dispongo a leer tu magnífico relato y he de decir que me ha encantado que hables de un artista albañil. ¿Te cuento una anécdota? Una de mis hermanas se queja siempre porque, dice, no es «artista» como la mayoría de los hermanos(no escribe como yo, no pinta como otros hermanos, no toca un instrumento…) y yo le digo que es la mejor haciendo arreglos florales, que lo suyo con las plantas es arte de primera categoría. Te cuento esto porque un buen albañil es un artista, igual que cualquier persona que ponga cariño y dedicación en lo que hace. Y, en eso, tú, Eduardo, eres un Artista con mayúsculas. Te envío uno de mis abrazos más prolongados.
María José
Hola, mi buena María José.
Mi generosa María José. Soy un aspirante diría que aplicado, eso sí. Pero bueno, oye, si tú lo dices. Qué le quieres…ja, ja, ja. Lo que debe ser estupendo es tener un albañil en la familia. En la época de los gremios al albañil le anteponían «maestro». Muchas gracias por tu comentario y un beso también prolongado para ti.
El arte es un concepto tan subjetivo que se diluye en la nada. Al final, arte es una transmisión de emociones, y acariciar la guitarra o enlucir paredes y techos, sobre todo con la devoción, entrega y cariño hacia (de) sus compañeros, creando un halo de admiración y respeto, es también arte. El protagonista es un artista capaz no solo de dar de llana agujeros blancos, sino que puede escapar de la atracción de los agujeros negros con el poder de la autenticidad. Un relato que nos hace reflexionar sobre los mecanismos de las emociones, con un toque sobrenatural final. Genial, Eduardo. Abrazos y suerte.
Hola, Salvador.
Un análisis pormenorizado del texto, sí señor, alcanzando su esencia. Muchísimas gracias por tu comentario y por el calificativo final. Estoy contigo, el arte es emoción y el personaje de este relato es emoción subjetiva que sabe transmitir. Seguro que por los espacios inter estelares también.
Un abrazo lleno de emoción, un abrazo artístico para ti.
Salvando todas las diferencias con nuestros días, tu artista me remitió directamente a Miguel Ángel Buonarotti, que no sé si habrá cantado bien o sabido tocar la guitarra pero me lo imaginé así, encaramado en el andamio, dando de llana un agujero blanco. Conclusión: hay quienes hacen de su trabajo un arte, y hay quienes hacen de su arte su trabajo, y las dos cosas al mismo tiempo (como en este caso) también 🙂
Me gustó esa onda rock-star de tu albañil-artista, MARTÍN.
Como siempre, una alegría leerte.
Cariños,
Mariángeles
Hola ,Mariángeles.
Qué bueno, ni más ni menos que con Miguel Ángel. Muchísimas gracias por tu generoso comentario. Para mí sí que es una alegría reencontrarte, aquí, tan cerquita. Como lo es para el protagonista de mi relato hacer su trabajo, uno u otro, aquí o en el mismísimo cielo. Un beso como ya sabes y felicidad a granel.
Eduardo, los mecanismos de supervivencia para el día a día, los pequeños placeres que nos hacen feliz una agotadora jornada; son verdadero arte para vivr ilusionado y con esperanza. Tu lo cuentas con mucho estilo y ternura. Suerte y abrazos
Hola, mi fiel y querida Calamanda.
Mil gracias (o más) por tu atractivo comentario y tus buenos deseos. Las pe
…se interrumpió el Reply…queñas cosas que cantara Serrat. Un helado a tiempo, sin ir más lejos, los acordes de una guitarra y la garganta del cantante. Este hombre se merecía hacer su trabajo en el cielo, al que le catapultó la falta del helado salvavidas. Está comprobado científicamente que el frío facilita la digestión.
Un beso muy fuerte y toda la felicidad para ti.
Hola, Eduardo. Indudablemente, uno puede ser artista en cualquier tarea que desempeñe y que guste hacer. Yo creo que basta con poner mucho amor; lo demás se dará por añadidura. Este artista de la mezcla lo demuestra a diario, dando un espectáculo digno de observación. Una variante del tema del artisteo muy bien elaborada a través de tu precioso texto. Me ha parecido un excelente relato. ¡Felicidades y besitos a tope!
Hola, María José.
Gracias encantadas por tu atinado y generoso comentario. Amor, sí, este hombre lo desplegaba en todo cuanto desenvolvía. Qué importante es realizar el trabajo con gusto. Como veo que esto continúa me despido de ti en el siguiente rectángulo.
Me ha recordado el caso de grandes genios de la canción o el baile que, en sus comienzos, alternaban trabajos de muy diferente índole hasta hacerse famosos. Y alguno conserva la humildad suficiente para no olvidar jamás sus orígenes. Besitos, mi querido Eduardo.
Bueno, bueno, por partida doble, qué bien. Muy admirables esos genios humildes en cualquier disciplina. Y los comienzos no importan, ni los finales, lo bueno se encuentra en la lucha, en el esfuerzo denodado en pos de un objetivo, pues cuando se consigue suele venir la dañosa displicencia, el dormirse en los laureles. Hay que perseverar siempre, siempre con la insatisfacción bajo el brazo. Como cantan los Rolling. «No me siento satisfecho…» Pues eso.
Gracias renovadas, redobladas y besitos tiernos, valga la redundancia, para ti, María José, mi querida María José.
Mi padre era albañil y amaba su oficio. Aparte, él tenía un compañero que podría haber sido un elegante barman, por ejemplo, pues era un honbre con estilo en todo lo que emprendía, ya fuese dar de llana, hacer la masa o presentar con cemento (curiosa frase ésta); además, era el que menos se manchaba de yeso y de polvo. Tu personaje impoluto y estiloso me ha recordado a él, mientras que el empeño en hacer algo bien y convertir una profesión en un arte me ha traído a la memoria (aunque siempre está en ella) a mi progenitor, que nos sacó adelante de esa forma.
Un relato que refleja tu punto de vista siempre atento y sugerente y, como de costumbre confeccionado de forma impecable.
Me rncuentro de viaje y escribo con el móvil, ruego disculpes las posibles erratas.
Un abrazo grande, Eduardo. Suerte
Hola, Ángel, queridísimo Ángel.
El que eres sugerente e impecable eres tú, hasta con posibles erratas. Piérdete por ahí, no vuelvas a la selva. Eres uno de los mejores albañiles con la palabra, un maestro. Tu padre debió ser un gran hombre, como he intentado quede patente respecto del personaje protagonista de mi relato.
Sé bienvenido cuando regreses a la selva, un abrazo extenso e intenso y felicidad del todo duradera para ti y los tuyos.
Mi padre también era albañil. Un Maestro. Cantábamos juntos en el coche cuando íbamos al pueblo a ver a la abuela. Nunca aprendió a tocar la guitarra, pero me regaló una flauta para que dejara de soplar a través de un papel al que le pintaba agujeros; la guitarra vino después. Y le gustaban tanto los helados, que me daba cinco duros para bajar al quiosco a comprarle uno y, «ya de paso, te compras tú otro». Se fue muy pronto, demasiado, a llanear agujeros blancos, como tu protagonista. Me alegra que ahora estén juntos y puedan compartir esa dura tarea de construir, ladrillo a ladrillo, una vida más placentera para los demás.
Pues eso, que me ha encantado, Eduardo (y yo que pensaba que te llamabas Martín…).
Hola, Margarita.
A mí me encanta la ternura con la que recuerdas a tu padre, que debió de ser un hombre formidable, de esos que se marchan pronto a escrutar y dar esplendor a otras altas latitudes legando unos hechos memorables e imperecederos: el actuar de un hombre bueno en el buen sentido de la palabra. Estaría pensando en él, en tu padre querido también yo puesto al teclado, qué sabe nadie. Los helados facilitan la digestión y saben de rechupete pete pete. Una vida más placentera, dónde hay que firmar, pero qué bella persona que eres tú. Soy Eduardo, sí, o tal vez el martín que pesca a la zurita volando. Un beso a la altura que te mereces. Muchísimas gracias por tu precioso comentario.
Este es uno de esos textos que he tenido que leer varias veces… hasta hacerme con él. Me ha gustado que se lo dediques a esos maestros de la llana, un arte tan poco valorado y tan mal pagado. Especialmente me ha gustado la forma de narrarlo.
¡Buen trabajo, Eduardo!
Un abrazo con un único deseo, que tengas mucha suerte.
Hola, mi gran Rosy.
La suerte es que me hayas leído, porque tú eres de las que no regalas nada. Y eso vale su peso en el metal más precioso fundido. La forma de narrar, el estilo, me puede siempre, el evitar, en prosa, las asonancias, por ejemplo. Me encanta que lo valores. Me chifla tu sinceridad. Casi todo, por desgracia, está mal pagado. Pero tú sigues ahí con tu justiprecio tan ponderado y benemérito. Bendita seas, fuera de toda carga religiosa. Un beso que alcance tu magna estatura.
Un halo de grandeza sencilla baña la actitud vital del protagonista de tu relato. Parece la suya una vida plena y cumplida; e igualmente, parece una llamada proverbial, que los hados, llegado el día, retirarán el bien del helado, para su mal.
Concibo que su ser de artista anónimo siga vibrando en los andamios al compás y al ritmo de los palustres que lustran la morterada haciendo contrapunto a la Tarra, pues has dado fe con un relato hermoso, de cómo lo onírico se alía con lo artístico y puede convertir un simple oficio en sencilla obra de arte.
Eduardo, arte y compás de tus letras, a dúo en tu relato. Un abrazo.
Hola, Manuel.
Desde el regusto de tu enorme relato «Resurrección», perdurable para siempre en mi humilde memoria, me conmueves nuevamente con tu comentario a mi último texto. Eres artista del relato y de la exégesis. Un orfebre alto de la palabra vuelta musicalidad. Y pringas en el caldo más hondo, y más conmovido. Ese buen hombre estaba llamado al más allá, por el destino, para continuar (ampliar, si cabe) su bonhomía. Como la tienes tú, y la manifiestas sin legañas ni pudor. Bajo tu gorra, que al pelo te viene por cierto, no anida más que belleza en dosis magnas. Arte y compás de tus letras, poeta, amigo. Un abrazo de relumbrón, con tu apellido ¿de pirata? Salud y felicidad.
Apreciado Martín, acudes a un artista poco apreciado. Tendemos a valorar mucho las artes mayores y no tanto otras no menos meritorias. Doy fe que cuesta un triunfo encontrar artistas del palustre de demostrada competencia y que éstos merecen tu homenaje.
Me gusta mucho tu propuesta por el inconfundible sello de calidad literaria de tu pluma y por su gran originalidad.
Un fuerte abrazo.
Hola, Ángel, Barceló, amigo por entre las venas invisibles que nos unen a los soñadores, a los escritores, a los seguramente brotes del árbol de la quimera. Todos esos de las luces raras. Me ufana tu compañía aquí, en mi humilde rectángulo, que quieres agrandar con comentarios que punzan dulcemente mi alma (ya han descubierto que existe, luego vale hablar de ella en poesía); que la traspasas con aseveraciones que así me animan, por lo tanto, a seguir escribiendo: para satisfacer y para satisfacerme a la vez. Me has alegrado el día, Ángel, así de sencillo. Como cuando me bebo el sol como un pez ávido, jamás nunca satisfecho de calores, de colores, de sueños, de sensaciones. Tú sí que eres grande porque eres generoso, lo de escritor lo dejo a tus escritos que cantan por sí solos portavoces de tu calidad. Me gustaría tener un chalé inmenso y teneros a muchos y a muchas de invitados libres para entrar y salir y gratuitos. Ya ves, ya estoy soñando. Un ámbito más real, más ideal todavía que ENTC, bendita sea. En fin, que ojalá nos pudiéramos conocer. Muchas gracias, amigo, por adecentarme el día.
Hola, Ángel, Barceló, amigo por entre las venas invisibles que nos unen a los soñadores, a los escritores, a los seguramente brotes del árbol de la quimera. Me ufana tu compañía aquí, en mi humilde rectángulo, que quieres agrandar con comentarios que punzan mi alma dulcemente (ya han descubierto que existe, luego se puede escribir de ella, del alma, en poesía); la traspasas con aseveraciones que me animan a seguir escribiendo para satisfacer y satisfacerme. Me has alegrado el día como cuando bebo el sol que me muda en fruta sazonada, en pez medio colmado de sabores, colores y sensaciones. Eres grande porque eres generoso. Portavoces de tu calidad como escritor son tus escritos. Mira, no sé, me gustaría tener un chalé inmenso donde teneros a muchas y a muchos de huéspedes, libres para entrar y salir y gratuitos, algo más real e ideal todavía que ENTC, bendita sea. Ves, ya estoy soñando. En fin, llegará, deseo, el que nos conozcamos en persona. Un abrazo expansivo. De racimo.
Uff, Eduardo, no sé que me estás contando. A ver si entre los comentarios me aclaro. Ah, primer descubrimiento, una tarra es una guitarra. “Dar la llana” es poner yeso. Es lo bonito de ENTC. Si no se llega seguro que en los comentarios se aprende. Pues muy bien, Eduardo, escribes por encima de mis posiblidades pero así es mejor, puedo aprender. Me sacas de la urna urbana y me llevas a aquellos campesinos que en las fiestas cogían una bandurria y un cencerro y daban música al baile de los mozos. El del pueblo de mi mujer era ciego. Suerte. Ahora lo volveré a leer para disfrutarlo.
Hola, Javier.
Qué bonito verte por aquí. También me alegras el día, aunque no me entiendas del todo, pero yo sé que te haces el distraidillo porque te las sabes todas, que te haces el humilde, vaya. Para mí no eres el mejor escritor de ENTC ni mucho menos, ni siquiera mejor escritor que yo mismo; pero eres el rey, el catedrático de los argumentos, de las peripecias llenas de congruencia donde no sobra ni falta nada (algo dificilísimo de conseguir, teniendo en cuenta, además, que en un relato (y lo son generalmente los textos que escribimos para ENTC) debe primar la peripecia, y saber darle la vuelta, sobre el personaje, según los entendidos, Ignacio Ferrando, por ejemplo. Todavía me acuerdo de tu micro del Wonderland sobre las prisiones americanas. Tú no estabas, como hubiera estado yo, a si se repetían o no terminaciones, etc., al estilismo, cosa loable, por otro lado, sino al desarrollo de la peripecia, y conseguiste una obra de arte.
«Tarra» es apócope de guitarra, de una parte y, por otra, tú, tan Vayecano, seguro que no ignoras que «tarra» es sinónimo de larga edad. Este personaje es un cantante y músico metido por la crisis a la albañilería. Su guitarra es compañera antigua. Tuve una «ofi» muchos años en la Pili, en el barrio del Pilar, y comía todos los días de menú, sorprendido cuando los albañiles «Los tiznaos», pedían siempre helado de postre después de las judiazas, los chuletones y las copas de rigor. El helado facilita la digestión. Mira si no porque se ponen en bodas y comuniones, pues para alivio del atracón. Lo de dar de llana es así, como suena, y muy hermoso que la dé ese buen hombre a un agujero blanco del espacio: los que no retienen la energía que atrapan sino que la liberan. En fin, sí, espero que atando cabos (qué hermoso es eso en escritura, casi tanto como navegando, o porque leer sea precisamente navegar) disfrutes de un texto escrito justamente para tal, para el disfrute ético y estético. Bueno, venga, que me estiro. Gracias por pasarte y te prometo escribir un día algo de pueblo. Mis abuelos fueron destripaterrones un pelín hacendados. Es decir, se jodían de sol a sol como perros para sacarle unos cuartos a sus fanegas (el ojo siempre en el cielo) y a sus animales. Luego se desquitaban con las gachas dulces y con las carcaramusas. Un abrazo grande.
Un relato muy bien ambientado y muy visual. Una historia llena de matices y de perlas, en el uso del lenguaje por ejemplo. Y con un final que se intuye definitivo para tan clara garganta. Seguro que hace voces en otro coro de más altura.
Suerte y abrazos
Hola, Anna.
Es un placer al par que un honor ver tu sonriente faz por este mi humilde rectángulo. Es un placer que se acrecienta cuando leo lo que me comentas del texto, esos rotundos parabienes. Y me encanta ese final que imaginas porque ese es el final y no cabe ningún otro. Este hombre va a extender su arte y su bonhomía a más altura. Muchas gracias y un beso muy grande.
Martín, bonito relato ambientado en la construcción con un albañil impoluto en su forma de trabajar y su vestimenta. ¿Quíen ha dicho que no pueda hacerse arte de cualquier profesión? Es un relato muy visual.
Suerte y un abrazo
Hola, Blanca.
Muchas gracias por tu comentario. En efecto, toda profesión puede convertirse en arte si detrás de ella hay un artista, este de mi relato es cantante y albañil por las circunstancias económicas adversas, y fundamentalmente, un hombre bueno, cuidadoso de los detalles.
Un beso grande.
Edu… pero si es un Leonardo da Vinci… cantante, escultor, pintor… quién da más???
Un artista redondo y su emotiva historia como telón de fondo… tú sí que has elaborado un marco perfecto con tu narración para que disfrutemos del fresco que nos regalas. Me lo imagino como las fotografías de los trabajadores estadounidenses en los rascacielos, colgados de la nada, con una triste sonrisa y un bocadillo entre las manos, pero disfrutando de la vida.
Enhorabuena, Edu!!!
Un fuerte abrazo
Marta
Hola, Marta.
No veas de qué manera me rejuvenece eso de Edu ( así me llama mi mejor amigo: lo conservo desde los muy lejanos tiempos del C.O.U; Ximens creo que también lo ha hecho en persona, qué bien), me revitaliza casi tanto como el formidable comentario que haces a mis renglones; estaba colgado de la nada hasta leer tus palabras. Ahora vuelo y disfruto de la vida, sí señor, sin considerarme un puro y duro hedonista. Me has alegrado y conferido fuerzas para enviar texto nuevo esta madrugada, si es que el sueño, ese traidor innegociable, no hace de las suyas mayormente con mis ojos. Muchísimas gracias por tu presencia bienhechora, y enhorabuena a ti por como eres y también por tus escrituras variadas y pluscuamperfectas, estaría bueno. Un beso muy muy grande.