64. EFICACIA DE LA ORACIÓN (Ángel Saiz Mora)
Habían cenado temprano, contagiadas de una complicidad que iba más allá de la mera relación madre e hija. Después de recoger marcharon juntas al refugio, no sin antes dejar un plato dispuesto, además de la nevera bien provista de cervezas, con el deseo de que la carnaza fuese suficiente para aplacar a la bestia.
Escucharon su llegada con el cerrojo echado en la habitación de la pequeña. Hoy parecía de buen humor, aunque fue inevitable que les sobresaltasen sus cánticos etílicos, el roce metálico de los cubiertos, las latas al abrirse. Después vinieron los golpes en la pared, las amenazas por no poder acceder a ese espacio vedado para él, la carcajada infame, pasos tambaleantes y un portazo.
Respiraron aliviadas, se les había concedido otro margen. La escena, no por repetida, dejaba de ser desasosegante. En lugar de llorar de miedo e incomprensión, esa noche la niña optó por suplicar en un rezo mudo que su madre volviese a sonreír. Se acostaron abrazadas sin importarles la estrechez, aferradas la una a la otra como a un clavo candente al borde de un abismo.
En la calle, tras cruzar sin mirar, un vehículo arrolló a un borracho violento.
Uf, me has dejado temblando. Pero la contundencia de la justicia divina es el mejor final.
No es nada fácil describir este tipo de situaciones.
¡Enhorabuena, maestro!
Agradezco mucho tus palabras, sólo discrepo, con todo mi cariño, en un detalle: Para maestra tú.
Un abrazo
Siglo XXI, año 14: historias como la que describes se suceden cada día.
Me parece un relato muy bueno, aunque duro. La violencia, sea del género que sea, es intolerable. A veces, la pluma hace justicia.
Un saludo y mucha suerte.
Por fortuna, uno de los mecanismos más humanos que existen, la escritura, nos permite modificar el mundo a nuestro antojo, quizá por eso nos apasione a tantos.
Gracias por comentar y un saludo para ti.
Ángel, dura, triste para esa atribulada familia, y llena del realismo que contienen las dependencias; es tu historia. Suerte y saludos
El argumento está muy cerrado y apenas deja margen de salida, de ahí que a la niña no se la ocurra más que invocar ayuda divina, que a la postre parece ser efectiva, o quizá aquel atropello un tanto providencial fue casualidad, nunca lo sabrán a ciencia cierta.
Gracias y saludos.
Sientes el miedo de las dos con la imagen del pestillo echado. Y luego escuchas los sonidos tras las pared… Desasosegante es poco. Justicia poética, o divina, aunque sea una ficción de 200 palabras. Ojalá ese tipo de cosas llegara a ser solo eso, ficción, algún día.
Suerte.
Totalmente de acuerdo contigo, ojalá este tipo de situaciones sea ficción algún día. Lo triste y chocante es que hoy por hoy, que tan humanizados nos creemos, rodeados además de la más alta tecnología, se den estos casos y otros peores, donde el más fuerte se impone, aunque se trate de una mente irracional, egoísta y enferma.
Gracias y un saludo.
Una historia dura, desde luego, pero perfectamente real, por desgracia, aunque al final se abra un mundo nuevo para madre e hija.
Tienes razón en que es obvia la descripción del sujeto y, en ese sentido, podría parecer innecesaria, pero también sirve para llamar a las cosas por su nombre, en una sociedad donde, seguramente contaminados por el lenguaje político, parece que todo debe suavizarse al extremo.
Muy agradecido por tu comentario, Ana.
Un saludo
Igual que el mes anterior con Lorca, me alegro de haber suscitado otra vez tu interés, conocer tu clara postura sobre temas o detalles que se plantean en mis humildes letras.
Yo también quiere una sociedad como la que propones, y hasta me creo aquello de «otro mundo es posible». Creo que los dos pertenecemos a una raza más común de lo que parece: la de los idealistas con los pies en el suelo.
Gracias a ti y otro abrazo.
Hola, Ángel.
Real, duro, demasiado frecuente, pero no por ello está de más hablar de esto y llamar a las cosas por su nombre.
El borracho tuvo su merecido, aunque en la vida real no suelen terminar tan bien las cosas.
Me ha gustado mucho por su carga social y porque lo escribe un hombre.
Un abrazo muy grande y mucha suerte.
La verdad es que cuando se escuchan esos casos, como acertadamente dices, demasiados frecuentes, la mayoría de los varones, pienso, por muchos otros defectos que tengamos, sentimos un poco de vergüenza de pertenecer al mismo género que esos torturadores. Salvando las distancias, sucede un poco como cuando los alemanes actuales ven o recuerdan las atrocidades de sus antecesores nazis.
Muchas gracias, Towanda y un abrazo grande también.
Impactante relato que refleja muy bien la angustia que día a día tienen que sufrir las personas que conviven con alcohólicos. Por mi parte prefiero pensar en que el destino lo quitó del medio y creer que si Dios hubiese intervenido lo habría hecho para que dejase de beber. Pero vaya, entonces el relato sería otro y con mucha menos fuerza. Un abrazo
Mucho me temo, Juana María, que la mente de ese hombre estaba enferma sin remedio, y que el alcohol únicamente agudizaba los efectos de esa tara de origen.
Todos recordamos eso de «los caminos del Señor son inexcrutables». A saber por qué suceden las cosas, el motivo último que hace que todo cambie en un instante.
Muy honrado con tu presencia.
Un abrazo.
Más allá de la crueldad de la historia que me dejo en una pieza, maravilloso relato, un derrame perfecto de imágenes. Bravo, Ángel.
Gracias Verónica, me alegro mucho de que te haya gustado, como a mí tus letras.
Un abrazo.
«…aferradas la una a la otra como a un clavo candente al borde de un abismo…», bella metáfora de lo que conocemos como situación límite. Como se suele decir aquí, «Dios aprieta pero no ahorca»; no me quiero imaginar cómo hubieran terminado la madre y la hija de no ser por ese auto en la calle. Definitivamente, hay desgracias que más que desgracias son una bendición.
Muy bueno tu trabajo, ÁNGEL. Terriblemente bueno 😉
Cariños,
Mariángeles
De entre todos los males posibles en una situación extrema, en este caso la providencia parece haber elegido, pienso, el menos malo. Lo más triste que puede suceder es que alguien respire aliviado tras una muerte, aunque en este caso la niña sólo pidió que su madre volviese a sonreír. El desenlace posiblemente haya tenido algo de positivo hasta para el perjudicado, quizá se le conceda la oportunidad de comenzar de nuevo en otra vida, esta vez sin hacer daño.
Muchas gracias por tu amable comentario.
Un abrazo
La historia no es para que guste, claro que no. Lo que me ha gustado es cómo nos haces ser testigos de la escena. Me he sentido viva en ella. Lo mejor, la esperanza de una nueva vida. La pena es que tenga que ser de esa manera.
Se supone que estamos en continuo cambio, aunque algunas veces es necesario un giro radical, sobre todo cuando está en juego la propia supervivencia. Sabemos que hay hombres incorregibles, que no se atienen a razones, cerrados a todo propósito de enmienda. Nadie le ha agredido voluntariamente, es el destino el que ha equilibrado una balanza claramente descompensada en perjuicio de los más débiles.
Muchas gracias y un saludo.
Ángel, en esas vidas varadas en una isla de miedo, ya sea por actuación divina, casualidad o destino, volverá a lucir la esperanza. Duro y, por desgracia, real. Me ha gustado mucho. Abrazos.
Alguien o algo ha movido los hilos antes de que la injusticia se enseñorease de todo, con peores consecuencias si cabe, permitiendo así el paso a la esperanza.
Gracias, Salvador. Un abrazo
Duro, durísimo, y real.
Personalmente me gusto la frase final, incluido el «borracho violento». Me hace pensar que… hay justicia (es raro usar esta palabra cuando se «mata» a alguien, pero espero que me entendáis). Es un final feliz, por decirlo de algun modo, todo lo feliz que puede ser un relato duro como el que nos cuentas.
En el siglo en el que estamos y nos encontramos frente a un problema de «hombres y mujeres» tan doloroso y con tan horribles consecuencias. Es increible y es verdad.
Existen hombres tan empecinados en su maldad que sólo la prisión o su desaparición pueden evitar males mayores.
Hay quien no parece saber el siglo en el que vive, quien no se ve en modo alguno afectado por la evolución de la sociedad.
Gracias Luisa. Un saludo
Creo que ha sido una buena forma de presentar una isla de mujeres en plena ciudad. Realmente bueno porque todo el mini es una metáfora perfecta.
Cuántas islas debe de haber en una ciudad de las que no somos conscientes, la cantidad de micromundos aislados, a veces para bien y otras no tanto.
Me alegro de que te haya gustado.
Saludos
Ángel, muy buen relato, es duro, pero lo has contado excelente.
A partir de ahora madre e hija volverán a sonreir.
Un saludo
Una sonrisa clara y limpia, que ilumina, frente a la carcajada infame y oscurecedora de su torturador.
Gracias, Blanca. Otro saludo para ti.
Juan, siempre eres un pozo de conocimientos, con una visión que se fija en detalles que, aunque parezcan nimios, son esenciales, como, en este caso, el poder de la oración, planteado como poderosa sugestión del propio cerebro capaz de cualquier cosa, o como un hilo directo con la divinidad.
Supone una satisfacción para mí las palabras que me dedicas, al igual que comprobar que sigues mis pequeñas creaciones, como yo también leo gustoso las tuyas.
Te envío un abrazo a tu minarete, con mi agradecimiento.
Me gusta mucho como nos metes en esa estrechez en la que cuesta hasta respirar. La escena tiene mucha fuerza, y al final acabas ajusticiando. Me ha gustado. Mucha suerte 🙂
Un vehículo que transita por calles oscuras, ignorante de que merced al accidente en el que se va a ver involucrado, obtendrán esperanza dos mujeres oprimidas hasta decir «basta», una sola muerte que dos vidas.
Gracias, Juan Antonio. Un saludo.
Ángel, has conseguido crear el tono y la atmósfera de esa situación desoladora, desesperada, tan dolorosa. Me gusta que dejes abierta la puerta a la esperanza de otra clase de vida para esas dos mujeres. Muy bueno tu relato. Un beso
Si en verdad me he acercado a la creación de un tono y atmósfera, además de un final con un atisbo de esperanza, me doy por satisfecho, igual que lo estoy por tu amable comentario.
Gracias por tu visita. Besos.
Tu relato no deja indiferente duro y real como la vida misma, cuantas mujeres se hacen las dormidas para no despertar a la bestia. Se respira el miedo y el olor a borracho. que pena estar presa en esa carcel de violencia.
Un beso
El miedo, esa sensación fría que tanto incapacita y aísla, frente a una bestia sin posibilidad de ser domesticada.
Muchas gracias por tu comentario y un beso.
Ángel, si llega a durar más el relato, me ahogo. No sé cómo lo has hecho pero has inventado el microrrelato 4d, en el que sientes la escena como los mismos personajes. Ahí estaba yo, sufriendo con ellas, y escondido bajo la cama. Como Lázarillo, creo que lo maté con mis plegarias…
«Pedid y se dará». Cuántas posibilidades de logro o cumplimiento puede tener cualquier cosa emprendida o deseada si se hace con verdadera fe, desde creer en los resultados de la acupuntura a pensar que nuestro equipo remontará una goleada en el partido de vuelta.
Muchas gracias por comentar, Lorenzo,
Imposible no dejarse atrapar por la intensidad de este relato.
Es fácil ponerse del lado de las dos mujeres.
A él, se le vislumbra como un ser enorme, un monstruo, ávido de sembrar el mal a su paso.
Lo único que siento (por quitar un poquito de leña) es cómo quedaría el coche.
Yo, al monstruo, lo hubiera despeñado.
Saludos.
La verdad es que estoy contigo, siempre hay terceras personas inocentes perjudicadas o daños colaterales, como se dice ahora. Qué culpa tendría el pobre coche, por no hablar del susto y disgusto del conductor, aunque visto desde otra perspectiva casi pueda parecer, de alguna forma, un héroe, como el cazador del lobo de Caperucita.
Muchas gracias, Virtudes, y un saludo
Agradezco, valoro y aprecio mucho tu comentario y, dentro del mismo, la palabra «intensidad».
Muchas gracias y un saludo.
Ángel, un relato redondo. Gracias por dejarnos con la esperanza de una mejor vida, de una nueva sonrisa en el rostro de esa madre y paz… ¡Me encantó! Muchas felicidades.
Aquello de «Dios aprieta pero no ahoga pienso que es bastante creíble», por implacable que parezca una situación, siempre puede haber alguna salida.
Muchas gracias por tus amables palabras. Saludos
Dice mi madre que la oración tiene poder, este relato lo confirma. Una historia de miedos con un final feliz. Muy bueno Ángel, suerte.
Saludos.
Yo también quiero creer en ese poder, y como las madres siempre son sabias, lo sensato es hacerlas caso.
Muchas gracias, Beto. Un saludo
Ángel, me ha impactado el relato, sencillo pero con un mensaje profundo. Ofrece a una salida a la prisión en la que, en muchísimas ocasiones, viven incontables mujeres y familias, lo cual sucede hasta en nuestras propias narices y ni cuenta nos damos.
Cuántos infiernos cotidianos se cuecen en las casas, de las que nadie tiene noticia ni noción; luego, cuando se produce una fatal circunstancia, viene el asombro y la sorpresa.
Gracias, Óscar, por tu amable comentario. Un saludo
Original visión de un tema muy delicado y (a veces) utilizado de manera grosera. No es tu caso, me ha gustado mucho. Felicidades.
Tenemos la fortuna de compartir un tesoro, una lengua rica en vocabulario que nos permite elegir, aunque algunas veces no quede más remedio que llamar borracho a alguien que lo es, no por enfermedad o debilidad, sino por propia elección.
Me llena de satisfacción que te haya gustado. Saludos
Cuánto me alegro que hayas acabado con él así…
Lo siento, pero el difunto tampoco tenía piedad con esas dos mujeres…
Muy bien descrita la angustia, tanto que al leer ese final me la he quitado de encima.
Un abrazo.
El final podría haber sido otro, supongo, pero suelo dar por cierto aquello de que casi siempre quien siembra vientos recoge tempestades, a la hora de cerrar el relato pensé que no podía ser de otra forma.
Un abrazo, Rosy, y muchas gracias.
Mi estimado Ángel, una triste y dura realidad, que pasa con mucha frecuencia a nivel mundial. Me gusto que el final, sin ánimos de desear mal, madre e hija tuvieran un final, que le promete una vida diferente y en paz. La historia hizo latir mi corazón y sentir pena por tantas familias en esa situación.
Saludos y bendiciones.
Lo malo de historias como ésta, cuya ficción se ve muchas veces tristemente superada por la realidad, es que en no pocas ocasiones permanecen en silencio y terminan aún peor.
Me alegro de que te haya gustado, gracias por comentar y un saludo.
Ángel, un microrrelato que duele, al pensar en esas dos mujeres dentro de su isla violenta, que un desalmado quiere para ellas. Un drama que por desgracia es más real que ficción y que ojalá no se diera nunca.
Un buen trabajo hasta el final el que has hilvanado.
¡Suerte con el concurso!
Abrazos.
He intentado transmitir al lector el dolor y la impotencia de los dos personajes femeninos, a las que se finalmente se les despeja un camino que parecía irreversible.
Gracias por tu comentario Nicolás.
Angel, tu manera de enfocar el tema de este mes me ha puesto los pelos de punta, pero me ha encantado. Lo escribes muy bien, transmites angustia y miedo simplemente con los ruidos que vienen de detrás de la puerta. Genial.
Suerte y saludos
No quiero ni pensar lo que hubiera podido suceder de no haberse interpuesto una puerta cerrada. Por suerte, parece que la oración ha sido capaz de traspasar tabiques y obstáculos, para superar una situación insostenible.
Muchas gracias, Anna. Un saludo
Ángel, el tema ya está muy trillado, pero ese final que le has dado es todo un gol por la escuadra. Desde luego me has sorprendido. Y que merecido se lo tenía. Otro detalle a comentar es la gran ambientación conseguida, haces que casi se ponga uno en el lugar de la mujer. Suerte mucha.
Venga, voy a darle una tunda a la parienta.
Abracísimos.
Que sea cierto eso de que quien mal anda mal acaba, convertir en realidad la máxima de que al final cada cual obtiene lo que ha sembrado, o que Dios aprieta pero no ahoga. Son unos cuantos los retos que ha tratado de superar este relato, no sé si lo ha conseguido, lo que si agradezco y mucho es tu apoyo.
Un abrazo
A veces las islas están al fondo del pasillo. Triste relato sobre el alcoholismo y el desamor. Espero que las oraciones no vengan por ahí, pero sí, lo comprendo.
Sí que puede haber islas al fondo del pasillo, muy ocurrente, Javier. Hasta en ese matrimonio, aunque pueda parecer mentira, en algún momento hubo de haber algo parecido al amor; cómo puede pasarse del sentimiento más sublime a los instintos más perversos.
Muchas gracias por pasarte a comentar.
Un saludo.
Duro relato de una realidad que comprobamos casi diariamente que es más cotidiana de lo que suponemos. Y triste, desde el momento en que la sociedad parece que deja este camino para evitar situaciones como esta -el azar o la religión- en vez de saber encontrar soluciones que las eviten. Has logrado que sintamos, de lleno, el mismo miedo que les atenaza a ellas.
Suerte y saludos.
De acuerdo contigo, Rafa, es la sociedad quien debe poner fin a estos casos extremos, que los políticos piensen y busquen soluciones, que para eso están.
Gracias por tu comentario y un saludo.
Ángel, antes de nada te felicito por tu mención del mes pasado. Estos meses estoy más ocupada de lo habitual y llego tarde a los comentarios.
En cuanto al relato, es muy duro y desgraciadamente y aunque parezca mentira sigue siendo actual.
Es traumático vivir esta situación que tú tan bien describes.
El alcohol, la droga, los celos, destruyen a las familias.
Me ha gustado mucho, como todo lo que escribes.
Te deseo suerte.
Un abrazo
Nunca es tarde, María Elena, agradezco mucho que te hayas pasado por aquí, además de tus amables palabras.
A mí también me gustan mucho tus textos.
Gracias de nuevo y un saludo