47. Egoísmo
Decidió refugiarse en la casa que le habían dejado sus padres como única herencia. Situada encima de una colina a las afueras de un pequeño poblado al pie del monte Fuji. Cada mañana, al abrir las contraventanas de su dormitorio lo contemplaba durante unos minutos. Admiraba esa silueta bella y amenazante, dormida desde hacía siglos, cuyas laderas tapizadas de rocas rojizas, grises y negras, ofrecían una ausencia total de vegetación. La eterna capa blanca que rodeaba la cima le daba un toque de elegancia.
Una noche, sin previo aviso, el volcán decidió desperezarse. Rugidos atronadores anunciaron su desvelado bostezo. Pronto empezó a estirar los brazos a través de llamas espectaculares que dibujaban el cielo. Surcos de lágrimas de soledad se abrieron camino por su cuerpo ardiente hasta desembocar en el pueblo. Las viviendas se derretían como si fueran de papel. Un cielo oscuro y asfixiante se impuso en ese rincón de la humanidad. Muchos de sus amigos se fundieron en el llanto del volcán. Todos los cultivos quedaron arrasados sin piedad. Sin embargo, él desde la colina no podía sentir nada más que fascinación.
La natiraleza es tan hermosa como implacable, todo depende del punto de vista, de la posición y del momento. Lo que muestra tu relato es que, por mucha empatía que creamos tener, en el fondo cada cual es infinitamente más sensible a lo propio que a lo ajeno, desgracias incluidas.
Un saludo y suerte, Liliana
Muchas gracias Ángel y me alegra de que hayas captado tan bien la idea que adelanta el título. Y tienes razón, la naturaleza es bonita y al mismo tiempo, si se pone en cólera, nos puede dar semejantes bofetadas que nos aniquila. Gracias por leer y comentar.
Liliana, tu micro me ha recordado la última erupción del volcán de La Palma. En esos momentos me sentí sobrecogida por las personas que veían desaparecer sus casas, sus campos, todo, bajo la lava. Y por otra parte me parecía una escena alucinante, la descomunal belleza del volcán. Justo tal y como lo cuentas. Aunque yo hubiera preferido no ver algo tan fascinante, y que la vida de las personas damnificadas hubiera seguido igual.
Un abrazo y suerte.
Es verdad que hace pensar en esos días en los que muchos turistas compraban billetes de avión para ir a ver la explosión del volcán mientras también observaban la desgracia ajena. Era una belleza imperfecta y destructora. Por eso, ante la fuerza brutal de la naturaleza cada vez más somos más conscientes que nada dura para siempre, nada está completo y nada es perfecto. Muchas gracias Rosalía por leer y comentar.
Un micro sobre la fuerza de la naturaleza y la falta de empatía del personaje principal. Muy bien descrita la brutalidad de la erupción. Mucha suerte