53. El apagón
Cuando escuché el crujir de las escaleras pensé que subías a buscar leña como otras veces. Apartando algunas cajas de cartón, posaste el candil sobre la vieja cómoda y me rescataste de aquel oscuro rincón.
Te sentaste en el desvencijado sillón, conmigo sobre tus rodillas, para limpiarme despacio con la manga del jersey. Noté cierto sentimiento de culpa por haberme abandonado mientras me acariciabas con delicadeza.
Te lo puse fácil y te perdoné, sabía que aquello solo había sido un desliz. Comprendí que te rindieras ante la novedad, lo moderno y la belleza funcional de los avanzados diseños. ¡Demasiado tentador!
La batalla estaba ganada de antemano porque el rival era muy fuerte, aunque resultó ser efímero.
No me costó despertar de mi aislamiento cuando empezaste a comprobarlo todo, el tabulador, el rodillo, las teclas. Estas comenzaron a bailar chocándose entre sí en un baile frenético de bienvenida.
A pesar de que en el exterior se escuchaba el sonido de las bombas, me sentí dichosa de volver a ser útil.
Confieso mi debilidad hacia las máquinas de escribir. Desde que aprendí a utilizar una, con 17 años, solo he tenido satisfacciones, entre otras, encontrar trabajo, además de pasar a limpio mis inquietudes creativas. El hecho de que hayas dado vida y voz a una de ellas, convirtiéndola en personaje protagonista, no solo está justificado, sino que has compuesto una hermosa historia con el mensaje de que todo puede tener vigencia, objetos y personas, aunque con los avatares vitales hayan quedado arrinconados.
El ejemplo del personaje humano, que no deja de crear ni siquiera sin electricidad y bajo las bombas, también es digno de ejemplo.
Un abrazo y suerte, Pilar
Gracias Ángel, la máquina de escribir se merece todos los homenajes del mundo. Este relato es un reconocimiento, pero también lleva un mensaje inquietante, el del apagón general que nos haría volver a costumbres anteriores.
Yo por si acaso conservo mi “ Olivetti “ color verde.
Un abrazo
Qué duda cabe del avance que supone la informática en cuanto a procesar textos se refiere.
Sin embargo, cuando llegue el apagón que nos impida encender los ordenadores, regresaremos a nuestras queridas máquinas de escribir. Gracias por traerme recuerdos totalmente olvidados.
Un abrazo y suerte.
Gracias por tu tiempo. Hay cosas que nunca mueren y que, aunque las apartemos en ese rincón oscuro, no sabemos si las vamos a volver a necesitar. Uy…! no quiero asustarte Rosalía je,je…
Un abrazo
Es una bonita historia se cuente como se cuente, pero así en primera persona, desde el punto de vista de la máquina de escribir, tiene un toque original además de nostálgico que deja huella.
Yo guardo buenos recuerdos de la que tenía en mi juventud pero creo que, en caso de apagón, me iría aún más atrás y volvería al cuaderno y el bolígrafo, como hago en vacaciones, cuando me dejo el ordenador en casa y retrocedo a tiempos pretéritos. A veces, incluso, me parece oír a los dinosaurios rumiando a mi alrededor.
Enhorabuena y mucha suerte, Pilar. Besazo.
Pues yo siempre llevo boli y pequeña agenda en mi bolso, Ana María. En cualquier momento anoto lo que me puede inspirar una canción, un olor, un lugar, una situación…, en lo que yo llamo «agenda de la inspiración».
La verdad es que es divertido esto de escribir ¿verdad?
Sigamos imaginando historias. Un abrazo